Cuando la cuarentena es para siempre: “Llevo seis años en silla de ruedas confinado porque mis vecinos no quieren poner ascensor”
Quinto día de cuarentena. Para millones de familias de toda España el confinamiento decretado por la crisis del coronavirus empieza a hacerse cuesta arriba y, en realidad, no ha hecho más que comenzar.
En el caso de otras muchas personas con algún tipo de discapacidad nada ha cambiado, salvo la posibilidad de que la sociedad empatice con ellos y con su situación, en demasiadas ocasiones invisibilizada por la indiferencia colectiva.
Según la Confederación de Personas con Discapacidad Física y Orgánica (Cocemfe), más de 1,8 millones de personas con movilidad reducida (el 74% del total) precisan de ayuda para salir de sus casas y alrededor de 100.000 personas (un 4%) que no disponen de esta ayuda no lo hace nunca debido a las barreras físicas, es decir, permanecen en la situación de confinamiento obligada e indefinida que están viviendo la mayoría de españoles.
Daniel Agulló, vecino de Elx, es una de estas personas. Compró su vivienda en el tercer piso de en un edificio sin ascensor en el año 2006 junto a su mujer. Trabajaba como técnico supervisor de los sistemas contra incendios en el aeropuerto del Altet, pero todo se complicó en el año 2014: “tuve un problema que derivó en una lesión medular, lo que me hizo perder prácticamente toda la movilidad en las piernas y depender la silla de ruedas para moverme; es como si llevara seis años en cuarentena porque no puedo salir de casa si no es con ayuda”.
Según explica, “el pasado mes de junio fui a juicio contra la comunidad de vecinos por negarse a instalar el ascensor y pese a que la sentencia me da la razón, tan solo obliga a que cada puerta abone 12 cuotas, lo que vienen a ser 3.000 euros en total entre toda la comunidad; el resto hasta 72.000 euros que cuesta el ascensor lo tendría que pagar yo y encima no podría ponerle llave y lo usarían todos, por lo que vamos a recurrir porque esto es inviable, no soluciona nada”.
De esta forma, comenta que tan solo sale de casa “para cosas muy puntuales e ineludibles como ir al médico” y asegura que cuando tiene que hacerlo, si no están su mujer y su hijo para ayudarle, se obligado a bajar de la silla de ruedas, sentarse en la escalera e ir bajando escalón a escalón, “una situación muy denigrante”, lamenta.
En cuanto a la situación de confinamiento, aconseja dedicar el tiempo “a las aficiones de cada uno, ya sea tocar algún instrumento, leer, o en mi caso me dio por pintar, algo que me relaja mucho, y por supuesto ver la tele, ya sean series o películas”.
Agulló asegura que es el claro ejemplo de que se puede estar “una temporada larga en casa”, aunque por su situación, no exento de sentido del humor, reconoce que de vez en cuando se tiene que tomar “algún tranquilizante”.
Alicia Martí, de 37 años y vecina de Canet d'en Berenguer (València), también lleva casi dos años confinada, aunque por una situación diferente a la de Daniel.
A los 17 años le diagnosticaron la enfermedad de Crohn, una patología genética del aparato digestivo. A los 24 le sometieron a una operación en la que le quitaron parte del colon, Pero todo se complicó a partir de 2018, cuando empezó a sentirse a mal y prácticamente dejó de comer.
“Estuve seis meses en los que casi no me podía ni mover nada, salvo batidos, con fuertes dolores y oclusiones intestinales y me operaron hasta en dos ocasiones ingresando en el hospital con desnutrición”, recuerda.
Sin embargo, las intervenciones no fueron todo lo bien que esperaba y seguía teniendo un dolor que se le ha cronificado: “tras la operación estuve unos meses confinada en casa postrada en la cama, en casa de mi madre, casi sin poder comer ni beber, hasta que decidí pasar del hospital de Manises al de Sagunt, donde el equipo del Doctor Xavi Cortés me ha devuelto la dignidad como persona tras estar todo el mes de octubre ingresada y tratada con la ayuda de médicos de otros cuatro hospitales”.
Ahora, pese a tener que llevar una dieta muy estricta y limitada y solo poder hacer un desayuno y una comida al día, puede salir a dar un paseo cada mañana con Paco, “un perrito que me regalaron mi padre y mi hermana y que me ha devuelto la alegría”.
Sobre la situación actual de confinamiento, asegura en tono broma que “a los pocos amigos que me quedan después del vía crucis les digo que bienvenidos a mi vida; ahora mucha gente entiende a las personas con discapacidad, tanto física como orgánica, pero también les animo y les digo que se puede llevar, por ejemplo, haciendo cursos on line o trabajos manuales”.
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