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Autogestión y ruido desde la València subterránea: ¿Qué aprendimos del espíritu punk?

Generacion 77, una de las bandas de punk protagonistas de la escena local valenciana en los años 80./ Pepe Ortiz

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València —

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La biblioteca de la Facultad de Bellas Artes de la Universidad Politécnica de València acoge desde el lunes 30 de noviembre hasta el 15 de enero de 2021 la exposición Ruido de rabia, un proyecto colectivo que repasa la escena punk y hardcore en València desde finales de los años 70 hasta la actualidad. Dos estilos que fueron más allá de la música y que crearon vínculos con movimientos sociales y otras expresiones culturales críticas con el contexto histórico, político y social.

“El punk es muy variado y heterogéneo, pero si tiene un nexo común es la contestación, la rabia, el ruido, aunque también haya estilos melódicos, es un rock con mala leche”, define Viruta, batería de la banda valenciana Disyouth y uno de los participantes de esta exposición. Para sus protagonistas, explica, el punk no es solo una corriente musical, sino una actitud desafiante frente al sistema en el que sobreviven y desarrollan su creatividad.

La exposición, divida por paneles informativos, empieza remontándose a antecedentes como los Ramones o Television en Estados Unidos. Desde Gran Bretaña, se escuchan bandas como Sex Pistols, Buzzcocks, The Clash o Sham 69, que ya mostraban “una imagen escandalosa” en los conciertos y su carácter underground y su estética llamó rápidamente la atención de sellos discográficos y cadenas de televisión.

Mientras tanto, el Estado español vivía el fin de la dictadura franquista y la contracultura manifestaba sus ansias de autonomía y libertad. “El germinar de revistas y fanzines y los procesos de cambio sociopolítico determinaron una eclosión cultural y una ebullición de bandas”, señala uno de los paneles. Grupos como Escorbuto Crónico en Canarias, los alicantinos Urgente, La Polla Records y MCD, en Euskadi, o Kaka de Luxe, en Madrid, son algunos de los pioneros de esta especie de “rock sucio y acelerado” en España.

El grito de rabia llegaba a la escena de València, también a finales de los 70, con un “primitivo punk valenciano” cuyo componente social y político quedaría más en un segundo plano hasta iniciados los 80, donde el nihilismo y el escepticismo empiezan a ocupar el discurso. El descontento generalizado, la entrada en la OTAN, la corrupción, el paro juvenil o la reconversión industrial avivaron esa “politización subterránea” de colectivos de base y de bandas, aunque no todas las letras eran necesariamente políticas. Ejemplos de ello fueron grupos como Interterror, Generación 77, Guerrilla Sub, NES, La Resistencia, Acción Directa, Las Terribles o Seguridad Social, entre muchos otros.

Ya en los 90, junto con la “eclosión del punk más político y sobre todo un hardcore potente y combativo”, se incluye en el discurso temas como el ecologismo, la liberación animal, el antisexismo o el straight edge. La exposición también destaca la aparición de fanzines como No Control o Masakre, que recogían y difundían ese espíritu crítico. En esa década, aparecen también algunas mujeres en grupos como Nocivo o Alloraralaiglesia y, ya entrados en los 2000, otros como, Ultrabotox, Auxilio, Rodilleras, Típex, Cnidari o Confusa. 

Decenas de materiales como fotografías, ejemplares de fanzines, cintas de cassettes, vídeos o carteles de conciertos, conservados desde entonces en el centro de documentación El Punt, Espai de Lliure Aprenentatge, en el barrio del Carmen, dan forma a esta exposición que surge como complemento a otro proyecto colectivo en forma de libro que también repasará la historia del punk y el hardcore en València desde finales de los 70 hasta la actualidad.

Centros sociales y el ‘do it yourself’

La exposición Ruido de Rabia dedica uno de los paneles a la importancia que tuvieron los centros sociales okupados autogestionados (CSOA). “La escena punk fluyó por canales radicalmente alternativos y muy pocas veces se coló en los circuitos culturales oficiales”, explica Paco Collado, organizador de esta exposición y autor del libro Abriendo puertas. Okupaciones en Valencia (1988-2006).

Cientos de conciertos se organizaron en lugares okupados en València como el Ateneo Libertad del Cabanyal, en el Kasal Popular Flora 6 -donde tocó Green Day y otras bandas norteamericanas-, o Pepica la Pilona. “Los primeros punk tocaron en garitos y conforme los grupos se fueron politizando y haciendo una música más ruidosa, fueron autogestionando sus propios espacios”, añade Viruta.

Todo este ruido también se escuchaba en las radios libres, donde se podían conocer a las bandas más allá de sus locales de ensayo. Entre ellas encontramos ejemplos como Radio Klara, Ràdio Libertària o Radio Iris. “Su funcionamiento se basaba en okupar las ondas y reivindicar la libertad de expresión para servir como instrumento de difusión de múltiples luchas desde la independencia, la autogestión, el asamblearismo, la autofinanciación o la bidireccionalidad comunicativa”, se detalla en la exposición.

Pero, ¿qué queda de esta historia? De los “restos del punk” noventero quedan algunos como Rekolecta pa una birra, Kostra Nostra o Kólico. Y también perviven distribuidoras alternativas como Soroll, además de surgir nuevos sellos independientes como Vómito Punk. En cuanto a los locales, en València la actividad se reduce a espacios alternativos y autogestionados como son el CSOA l’Horta y el CSA La Residencia, a través del colectivo Orxata Negra. Recientemente, este último ha iniciado una campaña de recaudación de fondos para pagar el alquiler del espacio y ya han conseguido el doble de su objetivo.

“Algo queda, más que lo musical y lo estético, queda la autogestión, aunque tampoco es algo exclusivo del punk, pero sí creamos nuestros propios sellos, los espacios para tocar, los medios de promoción, el hacerlo todo tú mismo”, valora Viruta de este estilo provocador que se hizo a sí mismo y cuyo ruido sigue sonando.

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