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Vicent Flor: “El término 'mena' es una forma de deshumanizar al otro”

Vicent Flor durante la presentación de 'El carrer de baix'. / Europa Press

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Vicent Flor (Valencia, 1971) es sociólogo, gestor cultural como director de la Institució Alfons el Magnànim y ensayista. Como autor ha publicado varias obras de no ficción sobre la identidad valenciana, centradas en el anticatalanismo, en las relaciones entre fútbol y política y la corrupción. En 2021 se inicia en la narrativa con El Carrer de Baix, premio Joanot Martorell de Gandia, una obra con tintes autobiográficos en la que aborda el corto trayecto vital de un menor de acogida.

La novela, publicada por Edicions 62, sigue la historia de Carles Font, un sociólogo valenciano que adopta con su pareja a un menor tutelado por la Generalitat Valenciana. El niño, Diogo, con menos de diez años ha sufrido dos abandonos: el de su familia biológica y el de su primera familia de acogida, antes de acabar en casa de Font, que intenta reconducir su situación. La obra aborda las carencias en el sistema público, su falta de recursos y las dificultades de las familias, muchas de clases populares, para enfrentarse a situaciones complejas.

Ha publicado antes varios ensayos y esta es su primera novela. ¿Cómo ha sido el cambio de género?

Es una historia que me quemaba. He sido padre de acogida e intenté hacer un ensayo, pero no me salía. Mi entorno me planteó incorporarme a la narrativa y ahora estoy escribiendo la segunda novela.

¿También autoficción?

Tiene elementos de autoficción y elementos de ficción claros. Mi hijo de acogida está vivo, sigo con mi pareja... En la segunda, quizá haya menos elementos de autoficción, pero cuando uno narra siempre introduce estos elementos. La realidad nutre al narrador.

La historia de Carles Font es un pretexto para hablar de los menores de acogida.

El tema estaba en quién era el narrador. Si una tercera persona, el propio niño... Al final, el narrador tiene la función de conectar dos historias: la de Diogo, el niño; y la Joan y la amistad en La Vall de Gallinera. Pensé que la historia del niño sola quedaba demasiado dura, así que conecté dos historias en capítulos alternos: una es la del amor paternofilial y otra la del amor de la amistad. Creo que con mejores amigos necesitaríamos menos antidepresivos.

¿Como padre de acogida, y aunque el narrador lo explica en algún momento, qué significa la palabra 'mena'?

Bueno, Diogo no es lo que se conoce como un 'mena'. 'Mena' es una forma de deshumanizar al otro. Cuando deshumanizamos al otro, hay más riesgo de que cometamos violencia y atropellos. Los nazis deshumanizaban a los judíos. Entonces no ves que hablamos de niños que no tienen familia y que en una sociedad civilizada deberían tener apoyo institucional y social. Por derechos humanos y por egoísmo, muchas sociedades se nutren de gente joven.

En este caso, el niño proviene de una familia en la que hay violencia constante, con una madre víctima de malos tratos. ¿Todos los menores de acogida, que provienen de entornos tan vulnerables, se meten en el mismo saco en los centros?

En la práctica tienen dos posibilidades: centros de menores y familias voluntarias. Los criterios, en beneficio del menor, siempre suelen ser que vayan con una familia. En el caso del libro, son cuatro hermanos ubicados en tres familias, en el que en varios casos las familias renuncian. Estos niños tienen más riesgo de ser abandonados nuevamente. El protagonista tiene dos abandonos en siete años: uno de la familia biológica y otro de la familia de acogida. Esto es relativamente frecuente, son niños rotos y es muy difícil que se recompongan. En general, a los 18 años las instituciones se desentienden de ellos.

¿Todos están abocados a un entorno marginal, de abandono o de delincuencia?

No necesariamente. Muchos entran en familias populares, estructuradas y de clase media.

Pero ese abandono, esa forma de operar de las estructuras...

Cuando van mal dadas, que es muy probable que vayan así, la cosa tiene mal arreglo. Los recursos no son suficientes. El protagonista necesita un centro terapéutico por su consumo de drogas, pero no tiene plaza en un centro terapéutico. Es una realidad que existe.

Tanto el autor como el personaje son muy críticos con el sistema de acogida. ¿Qué falla?

La narración se enmarca en un momento en el que está gobernando el Partido Popular y en el que los menores interesan poco. Ahora hay cierto consenso en los especialistas en que se ha mejorado, pero hay que tener en cuenta que necesitan muchos recursos y, aún con ello, las probabilidades de éxito no son del 100%. Eso hace que uno sea crítico con el sistema, que se tiene que afinar.

La familia de acogida habla en algún momento de que no solo hay un abandono hacia el menor, sino hacia ellos mismos cuando necesitan recursos.

Las familias en general están solas, más allá de poder acudir a un psicólogo. Muchos niños tienen dificultades diagnosticadas que requieren más atención. Diogo tiene un trastorno disocial y un trastorno de vínculo y lo que se hace en este caso es prácticamente ponerle los recursos que cualquier otro niño, un psicólogo y un psiquiatra, pero necesitan más. Por ejemplo, una parte de hijos de madres alcohólicas tienen el síndrome de alcoholismo fetal, que puede generar problemas, daños neuronales. Muchas veces la solución es el sistema represivo: la cárcel o los centros, los antiguos reformatorios. He visto casos en los que los profesionales médicos recomiendan, ante la falta de recursos, un centro penitenciario de menores. Y es un fracaso como sociedad.

A veces el sociólogo se impone al novelista.

(Ríe) Soy sociólogo, se me tiene que notar. Me interesaba poder tratar un problema social del que se habla poco.

Hay pocos textos de ficción sobre el tema...

Yo no he leído ninguno. Pensaba que era una forma de llegar a más gente. Aunque como novelista novel tengo mucho que mejorar. Tengo que decir que al principio el sociólogo se imponía más, pero gracias a las revisiones editoriales es más legible.

Hay otro gran tema en el libro: la paternidad. Tanto el protagonista respecto a su hijo como respecto a su padre; un punto medio entre ambos.

La figura del padre del narrador aparece para mostrar como espejo la diferencia. Es una relación más distante. A pesar de que se establece una relación bastante cercana, o eso intenta Carles, no da como resultado que el niño salga adelante. Los problemas no siempre son por falta de progenitores que educan. Quería hacer una reflexión sobre la conciencia de que hay seres humanos que van por otros caminos, que tener una familia que te quiera no hace que el resto funcione.

También es un padre que cuando tiene mucha carga necesita buscar un refugio, que acaba siendo La Vall de Gallinera porque se ahoga en su casa y en su vida. ¿Hay mucha presión sobre la paternidad y maternidad?

Creo que depende de como cada padre y madre se lo tome. Yo me he implicado mucho en la educación y en la vida de mis hijos, quería mostrar una forma distinta de masculinidad, una atención a sus hijos. El padre biológico de Diogo se desentiende. Históricamente ha habido mayor desatención y ahora hay una forma de más implicación. Creo que lo mejor que podemos hacer los hombres por la igualdad es más hacer que hablar. La paternidad compartida es una de las buenas maneras.

¿Cómo afecta el aumento del discurso feminista a las nuevas masculinidades y paternidad?

Tengo varias amigas que me dicen que, aunque sus parejas son progresistas, todavía hay una gran desigualdad en la paternidad y maternidad. Incluso en familias con valores y equiparadas laboralmente. Quizás por eso estoy recibiendo muchos elogios de mujeres sobre la novela. Pienso si a los hombres les interesa menos porque aborda la paternidad.

El personaje reflexiona sobre ese discurso.

Bueno, lo intenta. Es un hombre nacido en 1971, con unos valores y una relación padre-hijo distinta y distante. Hoy hay relaciones más afectivas entre padres e hijos.

¿Le ha enseñado el libro a su hijo?

Lo escribí para que lo leyera él.

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