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Lo siento

Josep Moreno

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Desde el pasado sábado vivo atrapado en un difícil dilema. Tengo la convicción de que Ximo Puig es una buena persona. Creo honestamente que su talante y su natural inclinación al diálogo, el consenso y la empatía han sido fundamentales para facilitar la formación de un gobierno progresista en esta Comunidad. Pero también creo que su alineamiento con las tesis de Susana Díaz han sido un error de consecuencias catastróficas para la socialdemocracia valenciana. Resulta obvio, en mi opinión, que la realidad sociopolítica castellana, extremeña o andaluza nada tienen que ver con la complejidad del mapa electoral valenciano, catalán, vasco o gallego. Resulta evidente, al menos para mí, que Fran Ferri no es Otegi por más que a Fernández Vara le cueste explicarlo en la plaza de Zafra. Yo sé que lo que para Susana Díaz es inasumible -un gobierno con Podemos, nacionalistas con sector independentista incluido y los ecosocialistas de Mónica Oltra- para la socialdemocracia de mi País Valenciano es hoy y será por algún tiempo, tal vez para mucho tiempo, el único gobierno progresista posible.

Confío en su voluntad de resetear un sistema que hace años que se colgó infectado por el virus de la corrupción institucional. Sé de su determinación a la hora de dar la batalla por una financiación justa que sustente la vigencia de los derechos fundamentales que me asisten como ciudadano. Creo firmemente en la autenticidad de sus convicciones ideológicas. Pero, qué quieren que les diga, también creo en la existencia de una pulsión sectaria en buena parte del aparato orgánico que le animó en su opción. La impúdica obsesión por el poder y el escaño y la falta de escrúpulos y lealtad a los intereses colectivos de su partido de quienes llevan hundiendo al PSPV los 40 años que hace que lo manejan, y también en los breves momentos en los que escapó a su control. Resulta difícil olvidar la saña que emplearon con quienes impulsaron otros proyectos, candidaturas y rumbos sin vestir la túnica de su secta. Y la verdad, el reality show televisado del pasado sábado desde Ferraz parecía dirigido por el mismo realizador que algunos de los mayores éxitos de la historia de bochornos congresuales con las que nos ha obsequiado la historia del PSPV.

Mi dilema es antiguo y no es la primera vez que lo debo resolver. ¿Comó ser más leal a un presidente al que respeto y aprecio y cuyo programa y acción de gobierno en general comparto: hablando o callando? ¿Enmudezco para que mi voz no pueda ser utilizada en su contra por quienes de vez en cuando dicen ser de “los míos” sólo porque hoy no son de “los suyos” o manifiesto mi discrepancia so pena de saber que, con toda probabilidad, esto será interpretado como una columna suicida?

Pienso que quienes dirigen el PSPV se equivocaron gravemente. Pienso que algunos no entienden que no se puede insultar con tanta insistencia la inteligencia ajena sin evidenciar la grave carencia de la propia. Creo que facilitar la investidura de quien se ha destapado como el dirigente político sin vergüenza más indecente de Europa asesinará el futuro político de la socialdemocracia española. Creo que no se evitarán unas terceras elecciones. Creo que sólo se ha facilitado a los urdidores de la trama Gürtel que puedan elegir la fecha que más les conviene. Creo que a muchos de los amotinados no  les animó más ansia que formar parte del gobierno -orgánico-  que confeccionará la lista electoral en la que muchos de ellos ya computan por decenas los trienios. Lo lamento, pero creo que quienes sueñan con convencer al enésimo hombre de paja para que se presente voluntario a la quema del desastre que nos aguarda, serán los responsables de una catástrofe electoral sin precedentes al despreciar la capacidad de la ciudadanía para detectar la diferencia entre la ambición por la victoria y el más burdo de los fraudes. Eso es lo que creo . Es lo que hoy escribo porque ésta es la única forma de lealtad que conozco. Lo siento.

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