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CV Opinión cintillo

A quien lea

De Corredor a Vía Augusta

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“Jo sento, dalt del Palatí, llançar-se

els mil·lenaris sobre els meus sentits

i vull atènyer dins l’espill de Roma

l’esperança més ferma en el futur.“

Miquel Dolç. Imago mundi. Palma, 1973

El avezado Josep Vicent Boira, ideólogo del Corredor Mediteráneo, –que extenderá el ferrocarril moderno de Algeciras a Portbou, en la frontera francesa– lo ha bautizado en versión historicista: “La Vía Augusta del siglo XXI”. Después de tanto tiempo y denostado empeño, procede romper una lanza romántica contra el blindado peto de la política. Que no le den más vueltas: a los circuitos políticos de la celtibérica España no les conviene, no les interesa ni están por el funcionamiento avanzado de una infraestructura que refuerza el Eje Mediterráneo para el flujo de mercancías y personas por vía férrea. Evitan reafirmarlo como decisivo en el concierto español y europeo. En la década de los ‘70 del siglo XX, en los últimos coletazos del Régimen franquista, la construcción de la Autopista del Mediterráneo, por iniciativa y mediante financiación del Banco Mundial, supuso un toque de alarma en los cubículos carpetovetónicos donde se cocina la concepción centrípeta del Estado. El Corredor es la segunda parte inconclusa del proyecto, sentido y deseado, que ha supuesto un costosísimo atraso para los intereses de España, de la Unión Ibérica (incluída Portugal) y de Europa. A modo de un todo en el que repercute la estupidez humana que, como recordaba Albert Camus, tiende a reincidir.

Barcelona, no por casualidad

Se ha producido un nuevo –¿Cuántos van?- cónclave de personalidades y altos cargos en Barcelona –Catalunya– en el que Juan Roig, ha denunciado el paso de varios gobiernos de distinto signo, de seis a siete, sin que el Corredor Mediterráneo haya avanzado lo suficiente para que se vislumbre su finalización. En paralelo transcurren las peripecias de la justa y necesaria adecuación de la financiación autonómica, en concreto para la Comunidad Valenciana. A la que ya ha dejado atrás la Región de Murcia al reformar su normativa fiscal. En Barcelona se encontraron todos, hasta 1500 dicen las crónicas: presidentes autonómicos (de Catalunya, Pere Aragonés, de la Generalitat Valenciana, Ximo Puig y de Murcia, F. López Miras), banqueros de toda condición, dirigentes visibles de medios de comunicación de cabecera. La ministra de Transporte, Raquel Sánchez que dio la cara por el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, atareado en asuntos internacionales. Miquel Roca, padre de la Constitución. Vicente Boluda, considerado “presidente de los empresarios valencianos''. Antonio Garamendi, presidente de CEOE, esquinado e incorporado con calzador. Josep Sánchez Llibre, presidente de Foment del Treball Nacional, la gran patronal catalana y tutti quanti. Los catalanes tienen prisa por interconectar con territorio europeo por la frontera gala. Los valencianos necesitan ir hacia el norte por la vía catalana y dejar paso al sur, el que comunica desde Murcia y Almería. Los de les Illes Balears se sienten parte fraterna de la entente mediterránea. Aquella sinfonía antropológica inacabada que persiguen para sumar en campo propio ¡Cuánto se hubiera ahorrado y más aún, cuánto hubiera avanzado el progreso en España, si el Corredor Mediterráneo estuviera, por ejemplo, veinte o treinta años funcionando con regularidad y fluidez!

TAV ‘89

Hace 33 años, en 1989, después de intenso trabajo en equipo con los auspicios de las universidades valencianas: Politécnica y Estudi General, la Cámara Oficial de Comercio, Industria y Navegación de València, elaboró y editó el “Estudio sobre viabilidad y conveniencia de la conexión de a Comunidad Valenciana en la red europea de alta velocidad”. Su presidente, José Enrique Silla , en la presentación de la publicación afirmó que “no se puede ignorar la estrecha relación, que debe defenderse a toda costa, entre el enorme potencial de la dinámica económica y social del eje mediterráneo español y su imbricación en el marco natural que le corresponde. Sin mirar factores de rentabilidad, que no admiten comparación con los proyectos imperantes en el mundo político español, coartar los vínculos que conectan a la Comunidad Valenciana con Europa es poco menos que ir en contra de la Historia. Y éste sería un error de consecuencias inimaginables.” Hoy, más que imaginar, sabemos lo que nos ha costado la marginación ferroviaria. Por esas fechas presidía la Generalitat Valenciana el socialista Joan Lerma que acogió con frialdad la decidida apuesta empresarial de la Cámara de Comercio por demostrar con argumentos científicos y cifras solventes, que la implantación del tren de alta velocidad en España se tenía que comenzar por el Eje Mediterráneo. El que en noviembre de 2022 está todavía lejos de ser una realidad. Órdenes de Ferraz y del gobierno de Felipe González, entonces y después de los sucesivos gobiernos de José María Aznar (PP), José Luis Rodríguez Zapatero (Psoe), Mariano Rajoy (PP) y Pedro Sánchez (Psoe-Podemos), han retrasado sine die su culminación y pleno funcionamiento. En este momento nadie se atreve aventurar una fecha, para que el Corredor Mediterráneo y el AVE conecten Algeciras con Portbou.

Razón de Estado

Descartadas las razones ideológicas de partido para que el Corredor Mediterráneo se iniciara, primero y que haya sufrido todo tipo de retrasos e impedimentos a lo largo de más de tres décadas, nada más queda la razón de Estado, asumida por ambos partidos hegemónicos: PP- Psoe y algunos más. Los partidos con influencia de implantación y vocación periférica han soslayado esta reivindicación ferroviaria. Bien porque tenían bastante resueltas sus necesidades básicas o porque se sienten ajenos geográficamente a las necesidades del Arco Mediterráneo. De este desencuentro ha resultado especialmente perjudicado el País Valenciano. Huérfano de resortes propios de presión política para corregir las carencias estructurales de su economía: la infrafinanciación, la cicatería en la inversión del Estado y el Corredor Mediterráneo (ferroviario) fundamental para comunicar con el sur (Murcia y Andalucía). Hacia el norte camino de los mercados europeos a través de Catalunya. Al País Valenciano, el más europeo por trayectoria y convicción entre las autonomías de nuevo cuño, se le ha cortado el paso para que no avance en función de sus posibilidades, experiencia colectiva y situación estratégica.

Cuando la política falla

Cualquiera que haya seguido el tira y afloja de avances y retrocesos desde el pistoletazo de salida en 1989, con los resultados que se observan, entiende que estamos ante un fracaso de la Comunidad Valenciana. Abandonada, década tras década, al retraso estructural por desidia e incapacidad de su clase política. Se trata de un fiasco civil para el desarrollo y la supervivencia de los valencianos, a todos los niveles. Afecta a todos sin excepción y nadie se escapa de sus perjudiciales consecuencias. Estamos ante circunstancias evidentes de incompetencia pública. Cuando los políticos no saben o no son capaces de resolver una problemática existencial y colectiva, son los empresarios quienes se sienten responsables de la capacidad productiva de la sociedad. Los agentes económicos ocupan el vacío que dejan, quienes resultaron elegidos en las urnas, por su manifiesta ineficiencia. ¿Son los empresarios quienes lideran la labor reivindicativa en la Comunidad Valenciana? ¿Los políticos se dejan querer para que los hombres de empresa les releven en los cometidos que les competen? Es oportuno rememorar el antiguo recorrido de las calzadas romanas con más de veinte siglos de historia. Los que cuadran con la aculturación estratégica y comercial que subyace en tierras valencianas. Boira acierta equiparando la admirable infraestructura que vinculó Roma a su imperio– la Via Augusta– con la significada ausencia del Corredor Mediterráneo. El aplazamiento constante, solamente por razones políticas, es un grave quebranto para el Reino de España.

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