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¿Qué pasa con los jóvenes?

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Las escenas de jóvenes incumpliendo las normas impuestas por el Covid están acaparando la prensa y los telediarios. Sin embargo, las actitudes de hoy son el resultado del abandono de sus necesidades. 

Cuando vemos botellones y demás fiestas donde el único aliciente es el alcohol, debemos fijar nuestra atención en por qué la única forma de divertirse de los y las jóvenes es emborracharse. La prohibición de estos actos, junto con el ocio nocturno, ha de empujar a las instituciones a construir una alternativa para que los y las jóvenes disfruten de su tiempo libre. 

Las imágenes que observamos a diario nos deben hacer reflexionar sobre quién está formando cívicamente a los y las jóvenes. Al mismo tiempo, hemos de repensar el ocio que les estamos ofreciendo como sociedad.

La familia ha ejercido el papel de educar en valores a lo largo de la historia, pero ahora, se ve sobrepasada por los rápidos cambios sociales y la información a la que pueden acceder sus hijos. 

Actualmente, a mi modo de ver, son las redes sociales e internet quienes más condicionan los valores de los y las jóvenes, ya que es el espacio donde pasan gran parte de su tiempo, hasta 9 horas según un estudio estadounidense, algo que ha aumentado durante el confinamiento. Esto conlleva un gran riesgo si tenemos en cuenta la desinformación y los bulos que circulan por estos medios.

Por ello, creo que la educación debería reforzar su función de dotar a los y las jóvenes de la formación suficiente para discernir los límites a la hora de consumir alcohol o cuando deben seguir las normas de seguridad. La escuela ha de hacer más hincapié en cuestiones como: enseñar a pensar, formación moral, educación emocional, habilidades sociales, con el fin de formar a ciudadanos activos para el mundo contemporáneo. Sobre todo, pensando en las familias más desfavorecidas, tanto económica como culturalmente, donde la educación es el único medio para adquirir estos conocimientos.

Más allá de la formación, el conjunto de la sociedad debe replantearse el ocio que está ofreciendo a la juventud. Un preadolescente de 14 años que comienza el instituto se encuentra con muy pocas alternativas de ocio, algo que deriva en dar vueltas por su municipio de parque en parque o de bar en bar, esto a la larga da lugar a las escenas que vemos a diario de botellones, jóvenes consumiendo cannabis, casas de apuestas, etc. 

Los y las jóvenes tienen a su alcance muy pocas opciones para disfrutar de su tiempo libre, y la mayoría de ellas están basadas en el consumismo: ir de compras, tomar algo en un bar o jugar a un videojuego. No digo que hemos de erradicar esto por completo, pero sí que familias, asociaciones, administraciones e incluso las empresas han de preocuparse por los intereses y necesidades de los y las jóvenes ofreciéndoles un ocio más saludable y atractivo. De lo contrario, seguiremos viendo como muchos/as jóvenes que ante la falta de opciones para pasar su tiempo libre, acaban en una espiral que desemboca en casas de apuestas, adicción al juego online, borracheras, drogas, etc.

La juventud de hoy es la antesala de la sociedad del mañana. Por ello, todas las actuaciones de estos múltiples agentes deben tener la voluntad de desarrollar entornos donde desde niños, los y las jóvenes se sientan a gusto y disfruten de su tiempo libre relacionándose de forma cívica tanto con sus amigos como con el conjunto de la ciudadanía. Aunque esto pueda parecer una quimera, hay numerosas iniciativas de ocio educativo que si se potencian desde una temprana edad pueden ser muy beneficiosas a la hora de combatir algunas conductas incívicas tanto en la juventud como en la vida adulta.

En conclusión, con este artículo pretendo poner de manifiesto que los comportamientos negativos de algunos/as jóvenes son el fruto de no prestar atención a sus necesidades a la hora de disfrutar de su tiempo libre. Por lo tanto, su solución se encuentra en formar a los y las jóvenes en el ejercicio de su ciudadanía a través de la escuela y cambiar el ocio consumista que les estamos ofreciendo por una alternativa más constructiva y pedagógica. Como sociedad hemos de pasar de la crítica a la acción.

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