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CV Opinión cintillo

Una plaza contra la fatalidad

Reurbanitzación del entorno del Mercado del Cabanyal,

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Este fin de semana tuvo cierta repercusión una publicación de Josep Vicent Boira en Twitter celebrando la reurbanización del entorno del Mercat del Cabanyal, uno más de los hitos conseguidos en materia de movilidad durante las dos legislaturas del gobierno de Compromís en la ciudad de València. ¿Quién, viendo ahora esa nueva plaza, que ya disputa pese a su juventud la centralidad del barrio a las históricas plazas de la Creu del Canyamelar o la plaza dels Àngels, la desmontaría para regresar al aparcamiento insalubre, oscuro y muerto una vez cerraba el mercado? Nadie. “Se ha hecho lo lógico, todos lo habríamos hecho así”, dicen algunos y nos quieren hacer creer. ¡Ojalá fuera así! Lo cierto es que detrás de esta plaza hay una historia que apenas conocemos los implicados.

Es una historia sencilla. Estando supervisando detalles de plantas viarias de algún proyecto con las técnicas de Movilidad Sostenible, una de ellas irrumpió en la reunión para decirnos si queríamos dar el visto bueno a la planta que acababa de llegar del servicio de Urbanismo, gestionado por la socialista Sandra Gómez, para peatonalizar una calle junto al Mercado del Cabanyal, dentro de la actuación del Plan de Especial Protección del Cabanyal que estaba llevando a cabo. La calle que Urbanismo emplazaba a peatonalizar era la calle Ernesto Anastasio, la estrecha vía que da al lateral trasero del mercado que alberga los contenedores de residuos del mismo, y ese fue el plano que nos enseñaron para que diéramos el visto bueno. Y claro, a nosotros se nos disparó el corazón de inmediato. ¿Por qué peatonalizar una pequeña calle pudiendo crear una plaza?

La actuación que proponía el PSOE apenas recuperaba espacio a espaldas del mercado y del barrio (ni siquiera podía peatonalizar completamente, porque había un aparcamiento privado al que había que dar acceso), mientras que la nuestra mantenía esa pequeña calle abierta al tráfico y a cambio generaba una plaza hacia el mar reconectando el mercado con el barrio y sustituyendo un espacio insalubre por uno nuevo de socialización. Sí, hablando en “carca” se “perdían” ¿cuántas?, ¿100 plazas de aparcamiento en lugar de 30? ¿Pero cuál era el beneficio? La cuestión nunca había sido para nosotras (y no debería serlo en ningún caso) peatonalizar por peatonalizar sino crear un espacio útil, devolviendo el espacio central y principal a las personas en lugar de a los coches, y que fuera de inmediato usado por la ciudadanía. Y esta no sería una excepción.

Por eso nuestra decisión al frente de la concejalía de Movilidad estuvo clara desde el minuto uno. Solo faltaba una cosa, hablar con los comerciantes del mercado, los principales usuarios del estacionamiento en superficie y afectados en su actividad del día. Afortunadamente, enseguida encontramos la complicidad de Carlos Galiana y Mar Argente en la concejalía de Mercados, que vieron con entusiasmo nuestra propuesta y se la trasladaron a los comerciantes del Mercado del Cabanyal. Y estos entendieron que, aunque cambiaría sus rutinas de funcionamiento, un mejor entorno sería también positivo para su negocio.

Y así, con los comerciantes del mercado a favor, Urbanismo ya recibió la respuesta técnica que necesitaba de Movilidad: sí, habría peatonalización, pero no para la calle Ernesto Anastasio, sino para crear una nueva y enorme plaza alrededor del Mercado del Cabanyal. Y afortunadamente —hay que agradecerlo, no siempre fue así— Urbanismo aceptó nuestra propuesta y la acabó materializando.

¿Y los vecinos?, se preguntará alguno. No, no los habíamos olvidado. De hecho, esta es una de las moralejas de esta historia. Siempre los tuvimos presentes, pero, efectivamente, los vecinos nunca pidieron una plaza. ¿Cómo la iban a pedir? Si a diario desde los medios de comunicación les tratan de convencer de que el centro de la vida y de la calle es el automóvil, al final, a menos que uno tenga espíritu crítico y distinga la información de la propaganda, es incapaz de imaginar que su calle no esté castigada a ser un cementerio de coches, y por tanto de reclamar nada distinto. No obstante, para eso se supone que están los políticos que te dicen que tu ciudad puede ser mejor, para demostrarlo. Y eso es lo que hicimos aquí, y también en Sant Marcel·lí, Russafa, San Josep, La Petxina, el Botànic o, por descontado, en las plazas de la Reina, el Mercat o el propio Ayuntamiento.

Se podía peatonalizar una calle, hacer una plaza, o —como ahora ejemplifica el PP— no hacer ni proponer absolutamente nada. La vida, como ahora, habría seguido, con plaza o sin ella. Ahora bien, ¿cómo la afrontamos? ¿Desde la pasividad y la resignación, haciendo caso a quienes nos dicen que estamos condenados a su modelo gris de ciudad y votando a los grises gestores que nos proponen? ¿O con el optimismo de saber que otra ciudad es posible, que ya se ha demostrado, y que recuperar esa senda está en nuestras manos? Si quieren reflexionar sobre ello, tienen más de un banco para hacerlo en la nueva plaza del Cabanyal.

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