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El síndrome Roig y la caza al empresario

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“Subornat per la por calla el silenci

tot el que ahir, ferit, és avui història.

Culpables som del llim si el cant s’ofega

i la raó finix al temps de naixer,

i la paraula, amor, de sobte es trenca

destil·lant una veu acusadora“

Matilde Llòria.‘Veu necessaria’ València, 1960

La ministra Ione Belarra ha roto la ley del silencio que regía sobre la figura de Juan Roig y Antonio Garamendi, presidente de CEOE, ha encontrado en el ataque de la secretaria general de Podemos el parapeto para sus desventuras. No era la primera ni la única campana neumática de cristal que se cierne sobre personas y asuntos relevantes en la sociedad valenciana. La libertad de expresión se defiende publicando y todo cuanto tiene proyección pública está sujeto al derecho de crítica. Se puede opinar sobre cualquier ciudadano, incluidos periodistas o eclesiásticos. Los empresarios no están excluidos del riesgo político ni de la exposición mediática. Entra en el precio que hay que pagar por la participación en asuntos de interés público. Los grupos de presión empresarial y financiera siempre han sentido la tentación política y la fijación por intervenir en los diarios oficiales del Estado y de la Generalitat Valenciana. Eduardo Zaplana, ahora encausado judicialmente, gozó de inmunidad crítica en el panorama mediático. Del mismo modo que ocurrió con la decisión, que tomó personalmente, de privatizar la gestión en las estaciones de inspección de vehículos (Itv) en la Comunidad Valenciana que está recuperando la Generalitat del Botànic. Se hizo siguiendo el modelo convergente catalán impuesto por Jordi Pujol para beneficiar a las empresas adjudicatarias. ¿A cambio de qué? A la vista de los complejos y extensibles procesos judiciales, la única posibilidad de airear y clarificar las componendas político-empresariales es su exposición en los medios de comunicación que puedan mantener la objetividad y la independencia en sus contenidos. Coartar e impedir el ejercicio del derecho de información y expresión es atentar contra las raíces de la democracia.

Si los príncipes coinciden

Vivimos tiempos inflamables. Volátiles y perversos. Inmersos en crisis sobrevenidas y nunca resueltas. La radicalización interesa a los extremos. La intención y los procedimientos confluyen. En 1973 Tom Paxton, autor country de culto afirmaba en su When princess meet: “Cuando los príncipes coinciden, los pobres pequeños hombres han de temblar”. Dos acontecimientos han atizado el fuego en el panorama empresarial: los sucesos en torno a la designación, contratación y emolumentos del patrón de patronos en la CEOE, Antonio Garamendi, y la diatriba de la secretaria general de Podemos y ministra de Derechos Sociales, Ione Belarra Urteaga, para desacreditar el perfil empresarial de Juan Roig. La figura de Juan Roig hasta febrero de 2023 era uno de los tabúes que acotan la actualidad informativa en el País Valenciano. Hay y han funcionado otros. ¿Imposición de las fuentes, precaución, temor reverencial, miedo a las represalias? 

Gente normal

La familia Roig en los años 50-60 del pasado siglo encajaba en València dentro del patrón de gente normal, gente corriente o gente de bien, que han desenterrado los aparatos propagandísticos del Partido Popular con la intención de ganar los tres torneos electorales de 2023: municipales, autonómicas (28 de mayo) y generales a final de año. Los Roig Alfonso vivían en la calle de Ruzafa, entonces dedicada a Calvo Sotelo. El negocio familiar, Cárnicas Roig, era muy conocido y los Roig Alfonso iban al colegio de San José de los Jesuítas. Juan jugaba de portero con más empeño que soltura y Fernando era un virtuoso delantero en los partidos de fútbol. Tuvieron sus avatares e hicieron frente a contrariedades de la vida. Hacia 1986 en un encuentro sobre comunicación empresarial, con presencia de Lalo Azcona, que tuvo lugar en la Cámara de Comercio de València, Juan, ya lanzado en el negocio de los supermercados, se manifestó reacio a confraternizar con los medios informativos y los periodistas. La publicidad como instrumento comercial no gozaba de su confianza y los profesionales de la noticia le parecían más inofensivos cuanto más alejados se mantenía de ellos. Después vino la estrategia de conceder entrevistas con cuentagotas y predeterminadas según los medios: máximo seis al año. Tocaban o no como la lotería. La restricción informativa construye mitos y barreras infranqueables. Tuve la oportunidad de hacerle una entrevista improvisada en el Palacio de Congresos al inicio de un cónclave de la organización AECOC que presidía. Había excepciones. 

Si la moderación se manifiesta

Estamos en un escenario español e internacional en el que se persigue la radicalización de las posturas extremas: Putin- OTAN, Podemos-Vox, muy ricos-pobres. El aniversario del inicio de la Guerra en Ucrania me pilló en el despacho de un directivo en un centro oficial, donde había convocado un minuto de silencio en repulsa del conflicto armado: en la puerta principal del edificio únicamente nos solidarizamos tres personas. Dos características predominan en los comportamientos de la sociedad actual: la insolidaridad displicente y el empeño en generar conflictos a base de crear causas y adversarios irreconciliables para justificar la toma de posición y la beligerancia contra “el enemigo”. De ahí que el espacio político más ansiado sea el que corresponde al centro y a la moderación. El liberal Ramón Trías Fargas escribió un artículo memorable con el título ‘Morir por la guerra’ en el que denunciaba la manipulación de las clases medias, las que pretenden vivir lo mejor posible dentro de un orden, de la estabilidad y del respeto a las reglas del juego de la legalidad. El periodista Manuel Ibáñez Escofet también avisaba sobre el riesgo de que algún día se manifestaría la moderación y los políticos serían incapaces de controlar el efecto imparable de la prudencia y la razón.

La trampa de Garamendi

El caído político del PP Pablo Casado y su equipo se colocaron en la casilla de salida contra Ayuso sin saberlo hace un año. Del mismo modo el dirigente empresarial de CEOE, Antonio Garamendi, ha comenzado su tiempo de descuento. Su poderosa organización no puede permitirse el lujo de defenestrarlo tras su reciente reelección. No le valdrán ni las alusiones desafortunadas a la minifalda en las violaciones ni los llamamientos a la resistencia del colectivo empresarial frente a la caza que injustificadamente focaliza en su persona. Tampoco el fichaje sistemático de próceres caídos del Partido Popular: la exministra Fátima Báñez, el que fue jefe de gabinete, José Luís Ayllón, o Íñigo Fernández de Mesa, exsecretario de Estado de Economía, todos con Rajoy. Por mucho movilizar a voceros y sicarios, no conseguirá tapar su contratación irregular, con remuneración desmedida, que escandaliza a los miembros de su organización. CEOE no se puede calificar de privada cuando recibe y aspira a gestionar subvenciones -cientos de millones de euros– y funciones delegadas por las administraciones públicas central y autonómicas. Antonio Garamendi debería construir un monumento a Juan Roig porque lo está utilizando como estandarte y tabla de salvación desde el paralelismo de dos situaciones que no se asemejan ni en los protagonistas ni en el fondo de la cuestión. La Confederación Española de Organizaciones Empresariales (CEOE), donde está contratado Garamendi, es una entidad representativa de sus asociados –no de todos los empresarios– que ejerce de grupo de presión contradictorio porque defiende intereses privados con dinero público. Subvención asignada cada año en los Presupuestos del Estado por el gobierno de turno. La pertenencia a la Administración Institucional le resta imagen de entidad independiente y obliga a la transparencia en sus cuentas que pueden y deben ser fiscalizadas para acceder a los fondos públicos que persigue y recibe.

La libertad y su precio

La clarificación de estas situaciones de opacidad y confusión debería ser exigida por los empresarios para preservar la imagen y credibilidad de CEOE. Aunque se quieren acallar, existen voces discrepantes en la cúpula empresarial con sede madrileña en Diego de León 50. Son notorios los desencuentros con la patronal de las grandes empresas catalanas, Foment del Treball, presidida por Josep Sánchez Llibre. Quien mantiene una vicepresidencia en CEOE, al ser Foment entidad fundadora. El conflicto de fondo en el panorama empresarial del territorio español es el distanciamiento y, en muchos casos, la contraposición de los intereses de las grandes empresas y multinacionales, antagónicos en muchos casos con las necesidades perentorias y de subsistencia de las medianas y pequeñas unidades de producción, comercio y servicios. La tendencia de las grandes empresas a acaparar poder, decidir sin consultar y a entenderse subterráneamente con el poder político, resulta contraproducente y lesivo para los pequeños empresarios. Son los poderes públicos, estatales y autonómicos, los primeros obligados a preservar la capacidad de defensa para quienes carecen de medios y estructura a la hora de defender sus derechos: los del 98% del número de empresas existentes en el Estado español.

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