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Opinión - Sánchez no puede más, nosotros tampoco. Por Pedro Almodóvar

CV Opinión cintillo

A quien lea

La trampa provincial

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“Totes les invasions

i tots els mestissatges

son llavor de dolor.

Defensareu com una illa

el vostre territori.“

Emili Rodríguez-Bernabeu. Alacant, 1966

Ucrania es una nación-provincia en el imaginario imperial ruso de Putin. La guerra de Ucrania abre la nueva perspectiva bélica de liberación y resistencia. ¿Es nacional, de bloques internacionales o provincial? Ucrania fue satélite con la Unión Soviética y se le somete por la fuerza para que vuelva a ser provincia de Rusia. Es la tragedia en el conflicto civil entre los que hablan la misma lengua– rusa y ucrania– para reafirmar la dominación. Primero soviética y después expuesta al zarpazo de la Rusia autocrática de Vladímir Putin. Las provincias fueron un invento romano de integración organizativa que se implantó en España con sello galo. Son la copia del departamento francés de inspiración natural y geográfica: Ille de France, Bourgogne, Roussillon, Côtes du Rhône, Côte d’Azur o Pyrénées Atlantiques. En España, fue el austero Madrid de los Austrias el que quebró el equilibrio con la pretensión de ser, la “capital del mundo”. Modelo imitado por Ayuso para el Madrid de 2022 y siguientes. El resto, “provincias” de ir por casa.

Centralizar

La magna operación se abre con la irrupción del PP de José María Aznar en 1996, hasta el matriarcado de las tres presidentas: Esperanza Aguirre, Cristina Cifuentes e Isabel Díaz Ayuso. La última, la que reta al Gobierno y quiebra España desde la capital–uniprovincial, autonómica y estatal–. Cuyas rencillas amenazan la amalgama de poder y corrupción que mina al Partido Popular. En connivencia con los grupos de presión e influencia que encuentran en la recentralización, el instrumento para recuperar el poder que estiman que les pertenece. Con la Transición a la democracia tres instrumentos políticos se pusieron en marcha: Unión de Centro Democrático, Partido Popular y Ciudadanos. El primero, plataforma de los cachorros de la Dictadura (Suárez, Martín Villa, Rosón, Ortí Bordás). El segundo, heredero de Alianza Popular, impregnado de la deriva autoritaria de Manuel Fraga Iribarne. El tercero, Ciudadanos, nacido en Barcelona, para contrarrestar los envites independentistas y conquistar el Gobierno en Madrid. En fase turbulenta ante la decadencia de la derecha conservadora perdida en el laberinto de la corrupción. Cuando se ve que el tándem PP- Ciudadanos hace agua con el fiasco de Albert Ribera, los grupos de poder retroalimentan la operación Vox en sintonía con el ultranacionalismo europeo y el populismo trumpista en EE.UU. Todos tienen un denominador común: el celo por evitar el secesionismo territorial en España, plasmado en la división provincial, arbitraria y ahistórica. Cartesianismo –político y económico– centrípeto, en el que confluyen PP, Vox, PSOE, Ciudadanos y Podemos- Más Madrid.

Regeneracionismo

La provincia, instaurada como instrumento administrativo de control, deriva a la condición de factor político emergente y emancipador. Con la guerra del Francés, la invasión napoleónica, encabezada por el Bonaparte, José I, trató de diseñar e implantar la primera división en prefecturas. Repartió el territorio del Regne de València en dos departamentos: Guadalaviar Bajo (del río Cènia hasta el Serpis) y Cabo de la Nao ( del Serpis al Segura). Criterios geográficos y naturales, al modo galo. No cuajó más allá de las Cortes de Cádiz, regeneracionistas y centrípetas. Las elecciones de 2022 en Castilla y León han introducido en las urnas el fantasma del alzamiento provincial frente al ordenamiento autonómico y al centralismo de la Administración del Estado. Lo que no lograron las regiones históricas ha cristalizado en las provincias. Dotadas de estructura burocrática e historia prolongada a lo largo de los dos últimos siglos (1833-2022) en su concepción actual. Larvan su revolución desde las autonomías uniprovinciales (La Rioja, Navarra, Murcia, Asturias, Cantabria) y movimientos reivindicativos que van de Teruel Existe al concepto transversal de la España Vaciada. Amenaza añadida para el bipartidismo – PP y PSOE– también asediado por los partidos “soufflé”: Podemos y Ciudadanos. Hoy en declive y aquejados de perfil desdibujado para el año electoral de 2023.

Duplicidad

Desde que en 1982 comenzaron a rodar las autonomías, la provincia perdió sentido en la política territorial española. En Ucrania y en Rusia, hoy tan actuales, las provincias se llaman igual: Öblast. La Unión Soviética se distinguió por aplastar cualquier tentación de libertad en sus ‘provincias’. En 1956 trituró la insurrección en Hungría y en 1968 sofocó la “Primavera de Praga”. Así se preparó el terreno para el mayo del 68 en París, cuyas ondas se extendieron por el mundo occidental. Fermento que fraguó en el derribo del Muro de Berlín en 1989 y la disolución del Pacto de Varsovia (1955-1991). Nuevo esquema para el mapa geopolítico del mundo que no ha digerido la Rusia de Vladímir Putin. Cuya crisis interna y conceptual desemboca en la invasión de Ucrania, después de las embestidas de Crimea, Donbass, Donetsk o Lugansk. Cruenta guerra civil alimentada desde el Kremlin para anticipar la invasión del resto de Ucrania en 2022.

Resorte político

Las provincias en su etimología provienen del latín y de la visión imperial de Roma que basaba sus conquistas en la aculturación de los territorios ocupados. Significa (del latín pro-victa) tierra vencida e incorporada, con sumisión, a la organización romana en su afán de dominio. La descomposición territorial en provincias se presentó con presunción modernizadora, a fin de ordenar y administrar mejor el Reino de España. Provenía del espíritu ilustrado y enciclopédico francófono que impregnaba la Europa de la Restauración. Régimen obsesionado por el control territorial del Estado para evitar tendencias centrífugas – Catalunya, Vascongadas, Navarra o el País Valenciano, cunas del carlismo– y las disidencias en los rescoldos coloniales (Cuba, Filipinas, Marruecos, Ifni, Fernando Poo, Guinea, Sahara). El empeño por preservar la irradiación del poder del Estado a través de las demarcaciones provinciales tiene intención política: es el mecanismo que sirve al aparato político dominante, para acceder al poder. Mediante la asignación mínima de diputados por distrito y los índices correctores de la ley d’Hont, que compensan la escasez de sufragios en zonas despobladas.

Paradoja

La unidad territorial provincial ni existe ni se menciona en ningún tratado sobre organización regional ni de ordenación del territorio, en virtud de su eficiencia. Es una imposición política que en España se complementa con las delegaciones del Gobierno (prefecturas y prefectos) y las Diputaciones Provinciales. Corporaciones de carácter orgánico, que pierden sentido en el Estado autonómico. En Madrid se suprimió, por contradictoria, la Diputación Provincial. Madrid, es municipio y área metropolitana, además de falsaria Comunidad Autónoma. Debería ser Distrito Federal. Cuenta con Delegación del Gobierno. El ejecutivo español tiene su sede en el perímetro madrileño: presidencia, ministerios y jefatura del Estado. Además de estar radicados en la capital y aledaños, la inmensa mayoría de los organismos, instituciones, entidades y servicios de competencia estatal. La acumulación geográfica excesiva de poderío burocrático y administrativo provoca el agravio comparativo con las demás autonomías y provincias.

Dispersión

A raíz de la proliferación de partidos y movimientos de ámbito provincial, la unidad territorial que se impuso para controlar mejor las zonas de España se ha convertido en reducto amenazador para el bipartidismo y los resortes de dominio y poder. Vieron que la utilización del encasillamiento provincial les serviría para desintegrar las nacionalidades y regiones históricas, cuando la aparición de formaciones políticas con representación como Teruel Existe, Juntos por Ávila, Unión del Pueblo Leonés o las variantes del España Vaciada en Burgos, Palencia, Salamanca, Valladolid y Zamora, podrían superar la barrera del 3% en próximos comicios. Este fenómeno, de difícil corrección democrática, amenaza con extenderse a otras zonas de España: Andalucía (Jaén o Granada), Extremadura o Galicia. En la Comunidad Valenciana la aparición de un partido alicantinista acabaría con las aspiraciones de alcanzar la mayoría electoral del PP en la provincia. Si surgiera en Castelló, dificultará al PP y al PSOE, la utopía de recuperar la Generalitat Valenciana, sin respaldos comprometedores.

Se aburren

Los valencianos contamos dos anécdotas curiosas. El diario “Las Provincias” entonces liberal-conservador, cuando lo fundó en 1866 el vate “renaixentista” Teodoro Llorente Olivares, nació imbuido del espíritu regeneracionista. Propio de una etapa convulsa con afán descentralizador y reivindicador de las provincias y pueblos de España en defensa de sus intereses. Contra la “absorción burocrática de Madrid”. No tuvo mucho éxito. Después derivó a posiciones de partido conservadoras, nada liberales, y bastante reaccionarias. Señaladamente a partir de 1958, al despedir a Martín Domínguez Barberá, por defender la dignidad de València. La segunda nota provincial, la proporcionó el político confesional-tradicionalista, Antonio Aparisi y Guijarro. Diputado valenciano que criticó el “odioso centralismo a la francesa” y denunció así en Cortes de 1859: “Hoy Madrid no se contenta con ser la primera de las ciudades, ni tan siquiera con ser la reina de ellas; se ha hecho de Madrid el vientre hidrópico de la nación; todo lo traemos a Madrid; todo lo hacemos desde Madrid. Las provincias se aburren.” Ahora las provincias tienen la oportunidad de divertirse.

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