La portada de mañana
Acceder
Una denuncia de la extrema derecha lleva al límite al Gobierno de Sánchez
Crónica - El día que Sánchez se declaró humano. Por Esther Palomera
Opinión - El presidente Sánchez no puede ceder

La paradoja de Jevons: por qué la eficiencia energética no es la solución

La paradoja de las eficiencias energéticas

Darío Pescador

5

En el siglo XIX, el economista y filósofo William Stanley Jevons predijo muchos de los cambios que cambiarían a la humanidad en el siglo XX. Sin embargo, se le conoce por la paradoja que lleva su nombre. 

Jevons observó que el consumo de carbón en Inglaterra se disparaba a medida que se producían mejoras en las máquinas de vapor. Esta es la paradoja de Jevons: cuando se consigue una mayor eficiencia energética, aumenta el consumo. 

Cuando Jevons escribió sobre esta paradoja por primera vez en su libro de 1865 “La cuestión del carbón”, también observó que a medida que el carbón se abarataba gracias a las técnicas modernas de minería, su consumo aumentaba. La mayor disponibilidad del carbón permitía encontrar nuevos usos para él, como la automatización de las fábricas.

Es fácil comprender cómo los avances en eficiencia pueden provocar este efecto con un ejemplo cotidiano. Supongamos que una familia tiene un solo aparato de aire acondicionado porque no puede permitirse poner más unidades en la casa por el elevado consumo.

Si, por ejemplo, sale al mercado un nuevo aparato de aire acondicionado que cuesta y consume tres veces menos, no pasará mucho antes de que la misma familia instale tres unidades o más, anulando el efecto del ahorro energético.

Los estudios han encontrado numerosos ejemplos. Cuando se amplían carriles de las autopistas para evitar atascos: más gente decide utilizar el coche y los atascos vuelven al cabo de poco tiempo. Otro tanto con las mejoras en los ordenadores y teléfonos móviles.

Aunque las baterías son más eficaces y los nuevos componentes electrónicos hacen más con menos electricidad, el aumento de la capacidad de proceso y las prestaciones hacen que los teléfonos inteligentes actuales necesiten cuatro veces más capacidad de batería que un Nokia 3310 del año 2000 (el que tenía el juego de la serpiente).

La eficiencia es necesaria, pero no suficiente

Esto no quiere decir que haya que dejar de perseguir la eficiencia. El mundo se enfrenta a una crisis energética sin precedentes. El cambio climático, la disminución de los recursos y las turbulencias económicas han puesto de relieve la necesidad de un uso más eficiente de la energía y reducir el despilfarro. 

La forma más importante de eficiencia son las redes eléctricas inteligentes (smart grid) que reducen las pérdidas de potencia, utilizando sensores (Internet de las cosas, IoT) para controlar el flujo de electricidad.

Esta gestión inteligente es imprescindible para integrar las fuentes de energía renovables, como la energía solar y eólica, que son intermitentes, en el suministro eléctrico. 

La otra gran apuesta es el desarrollo de edificios energéticamente eficientes, que consumen menos energía en calefacción y refrigeración sobre todo. Usando sistemas como las bombas de calor se puede reducir el consumo hasta en tres cuartas partes.

Sin embargo, con el cambio climático y el desastre ecológico inminente, los teóricos avisan de que, a causa de la paradoja de Jevons, la única solución viable es la reducción del consumo.

Por ejemplo, no es suficiente con que el aparato de aire acondicionado consuma menos (lo que llevaría a más uso de refrigeración) sino construir casas que apenas necesiten energía, como las casas pasivas.

Vivir en la economía del donut

La economista británica Kate Raworth, que centra su trabajo académico en desbancar la idea del crecimiento económico perpetuo, presentó en OXFAM su modelo de economía donut.

En este modelo, el consumo de energía está sujeto a unos mínimos que deben garantizar el bienestar de los seres humanos, como la comida, agua, vivienda, educación, sanidad, trabajo, justicia, participación política e igualdad. 

El círculo externo pone los límites al consumo energético, que corresponden a la capacidad ecológica máxima del planeta: cambio climático, acidificación del océano, pérdida de biodiversidad, explotación de acuíferos, y distintos tipos de contaminación. 

Según el modelo de economía donut, las eficiencias deben permitirnos vivir entre esos dos círculos, en lugar salirnos del círculo exterior y usar las eficiencias para explotar mejor la naturaleza.

La ciudad de Ámsterdam decidió en 2019 adoptar esta política como el principio de todas sus actuaciones, desde la regulación de las empresas hasta el desarrollo urbanístico. 

¿Qué podemos hacer como consumidores para reducir el consumo de energía?

Lo cierto es que, a nivel individual, lo que hacemos tiene poca influencia, y lo que influye más es aquello que la gente se resiste a hacer. Por ejemplo, tener un hijo menos o vivir sin coche es muchísimo más efectivo que poner bombillas LED o usar bolsas de lona para la compra.

Pero no se puede despreciar el efecto acumulativo de comprar menos cosas, y en su lugar reciclar, reutilizar, reparar o intercambiar. Las acciones más importantes están en las manos de los gobiernos y empresas.

Por ejemplo, abandonar los combustibles fósiles, dejar de incentivar el crecimiento económico y el consumo, gravar con impuestos que compensen el daño medioambiental que producen las actividades de las empresas, y sancionar a quienes más emiten. Como ciudadanos, también podemos votar a quienes se comprometan con ese camino. 

Si no te quieres perder ninguno de nuestros artículos, suscríbete a nuestros boletines

Etiquetas
stats