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Ensaladas envasadas: ¿comida sana para el precariado?

Foto: 玄史生

Jordi Sabaté

José Antonio, lector y socio de eldiario.es nos escribe el siguiente texto: “quería proponer un tema del que me interesaría estar informado: son las ensaladas envasadas que se venden en las grandes cadenas de supermercados. Me refiero a estas ensaladas individuales que van en envases de plástico, con nombres como César, California, Ranchera, etc., y normalmente llevan aliños en forma de salsas. Me preocupa la cantidad de azúcar y sal que puedan llevar estas salsas. Además, algunas llevan trozos de pollo. Por otro lado, el tema de ir en grandes envases de plástico también me parece un gran desperdicio para una ensalada, por no hablar del precio”.

¿Comida sana para el precariado?

José Antonio tiene razón: este tipo de ensaladas que él cita, y otras que aseguran tener “superalimentos” o “antioxidantes”, etc., no son lo más recomendable ni para la salud ni para el bolsillo ni tampoco para el medio ambiente, ya que aportan más plástico a la cadena de deshechos. No obstante para muchas personas son casi el único recurso para tener acceso a una comida rápida de una cierta calidad nutricional, es decir que incluya fibra vegetal y algunos otros componentes típicos de las verduras y hortalizas como vitaminas, antioxidantes -folatos, licopeno, polifenoles, carotenoides, etc.- y antiinflamatorios como flavonoides, vitamina E, antocianinas, etc.

Vivimos una vida cada día más acelerada que apenas nos permite pararnos un rato a cocinar o a juntar cuatro verduras de hoja con unas pocas hortalizas y algo de proteína y organizar una ensalada como mandan los cánones de la dieta mediterránea. Llegamos a casa agotados, con apenas fuerzas para prepararnos una tortilla, ver un poco la tele y acostarnos; por eso este tipo de ensaladas nos pueden parecer un mal menor, al fin y al cabo llevan verdura.

Además, las podemos comprar el fin de semana en la gran superficie y nos aguantan en la nevera toda la semana porque el aire de su interior se ha sustituido por helio, de modo que no permite el crecimiento bacteriano. Así, vamos sacando los envases de plástico cada día y los llevamos al trabajo como si fueran un táper de plástico, en el bolso o la cartera.

Como también llevan tropezones para aportar proteína e hidratos de carbono, pueden pasar por una comida completa y, en consecuencia, a medio día las comemos aliñadas en las salsas que traen en el vending de la oficina o en la calle, a pie de acera o sentados en una escalera. Se podría decir que constituyen la comida sana del precariado y que la otra opción es el McDonalds. ¿Es así?

Los números no salen

Si lo miramos de este modo es cierto que es un mal menor, pero si nos consideramos parte del precariado, desde luego económicamente haremos un mal negocio abrazando la opción de las ensaladas envasadas compradas el fin de semana en el súper. El motivo es la unidad sale más cara que comprar los ingredientes por separado, aunque sea ya cortados y en bolsas de plástico, y luego en casa repartirlos en táperes a partes iguales.

Esta última opción, además de cuanto menos igual de sana, es mucho más económica y nos permite controlar los ingredientes de la ensalada, que son su verdadero punto flaco. Debemos pensar que están pensadas para ser rentables económicamente, no para ser equilibradas nutricionalmente, por lo que es muy probable que tengan poco producto bueno y caro, y mucho producto barato y nutricionalmente poco recomendable.

Por ejemplo, es probable que incluyan pocos vegetales de fibra, porque su procesado es caro y por que la fibra es incómoda de masticar y sacia. El tomate o la zanahoria tampoco son hortalizas baratas, así que no esperemos grandes cantidades. A lo sumo habrá algo de lechuga, algo de col lombarda, un poco de tomate y unas rodajas de zanahoria.

Las salsas, el punto flaco

En cambio los tropezones que tenga, como pan tostado, pollo, bacon, surimi, queso, etc., son muchas veces productos de baja calidad nutricional y altos en calorías, además de muy apetitosos al paladar. Para mejorar su gusto y untuosidad suelen llevar algún aceite vegetal que les empapa y actúa de conservante, además de tener, por supuesto, su punto de sal adicional a la que queramos añadir.

Pero el punto más delicado de estas ensaladas está en las salsas que les suelen acompañar y que curiosamente vienen en cantidades abundantes. En realidad sustituyen al aceite para hacer más pasable “el verde”, pero no son nada saludables. Suelen ser ricas en aceites vegetales hidrogenados o bien, en los últimos tiempos, usan aceite de palma como base estabilizante y espesante, además de añadir cantidades de azúcar nada recomendables escondidas en su etiquetado nutricional.

En resumen, las ensaladas envasadas solo serán sanas si prescindimos tanto de los tropezones, como fuente de proteína e hidratos, como de las peligrosas salsas que las aderezan. Pero entonces veremos que la porción saludable es más minoritaria de lo que aparenta. Y si hacemos números, comprobaremos que nos salen mucho más a baratas si nos las preparamos nosotros mismos.

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