Luxaciones: cómo actuar ante ellas y cómo prevenirlas

Luxación de hombro

Cristian Vázquez

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Una luxación es una lesión que se produce cuando, en una articulación, dos o más huesos pasan a estar en una posición que no es la normal, casi siempre como resultado de un golpe o una caída. De ahí que también se conozca con el nombre de dislocación, que etimológicamente quiere decir “separado de su lugar”. 

Las articulaciones donde con mayor frecuencia se producen luxaciones son los hombros, los codos y los dedos, aunque también suelen darse en caderas, rodillas y tobillos. De acuerdo con la gravedad del caso, puede ser una lesión muy dolorosa, que impida mover la articulación y cause que la zona se vea inflamada o deformada.

Lo positivo es que, en la mayoría de los casos, la atención médica permite recomponer la articulación sin que queden consecuencias permanentes, salvo -en ocasiones- una mayor propensión a que la dislocación se repita.

En casos más graves, las luxaciones pueden ser acompañadas de otras lesiones musculoesqueléticas, como fracturas, esguinces o roturas de tendones. Tales lesiones pueden afectar -además de los huesos- a los músculos, los ligamentos, los tendones e incluso la piel, que en ocasiones se desgarra.

Cuándo se produce una luxación

En general, para que se dé una luxación debe aplicarse una fuerza intensa, repentina y brusca sobre la articulación. Esto suele ocurrir ante una caída o un golpe que genere un traumatismo importante, como el derivado de un accidente de tráfico.

También la práctica de deportes puede causar estas lesiones. En particular, deportes en los que puede haber golpes derivados del contacto físico, como el rugby, el fútbol o el baloncesto, o aquellos en los cuales las caídas son muy frecuentes, como la gimnasia, el patinaje o el esquí, por mencionar solo algunos.

Además, los deportes con balón hacen que sean muy comunes las luxaciones en las articulaciones de los dedos de las manos (por golpearse con el propio balón). Y en otros casos el origen de esta lesión puede estar no en golpes sino en giros bruscos u otra clase de movimientos forzados de la articulación, como sucede a menudo con las dislocaciones de rótula.

¿Hay personas con mayor predisposición a sufrir luxaciones?

Sí: quienes padecen de debilidad muscular (o al menos no la suficiente fortaleza o resistencia para determinados esfuerzos), problemas de coordinación en los movimientos, con algunas alteraciones anatómicas o con hiperlaxitud articular.

Tal hiperlaxitud es la característica de las personas muy “elásticas”, cuyas articulaciones permiten movimientos más amplios que en la mayoría de las personas. En algunos casos, tal cualidad se deriva de trastornos hereditarios, como por ejemplo el poco frecuente síndrome de Ehlers-Danlos.

El síndrome de Ehlers-Danlos es un trastorno hereditario muy poco frecuente del tejido conjuntivo que ocasiona una flexibilidad inhabitual en las articulaciones, piel hiperelástica y tejidos frágiles.

Como ya hemos mencionado, el haber sufrido una luxación aumenta las probabilidades de que se produzcan otras en el futuro, pues la zona queda debilitada. Y también -aunque en pocas ocasiones- la zona se debilita o se desgasta por un movimiento repetitivo y frecuente, como el que exigen ciertos deportes. Este es otro factor de riesgo.

Qué hacer ante una luxación

Los síntomas de una luxación son bastante notorios. Sobre todo el dolor, que depende de la gravedad de la lesión pero en general impide el uso normal -y a veces requiere la inmovilidad total- de la articulación.

También se pueden producir inflamaciones o deformaciones en la zona de la lesión, con cambios de color (la piel adquiere tintes violáceos o amoratados, típicos de los cardenales y hematomas), y generar una sensación de entumecimiento u hormigueo, tanto en el área afectada de forma directa como en sus alrededores.

Cuando se detecta o se sospecha la existencia de este problema, es importante acudir al médico cuanto antes. La primera medida que tendrá que tomar el traumatólogo u otro especialista es reubicar el o los huesos en su lugar normal.

Es fundamental no intentar nada parecido a recolocar o “enderezar” los huesos si no se poseen los conocimientos específicos, pues el único resultado seguramente sería agravar el problema y extenderlo a los tejidos cercanos. Y además se causaría un dolor muy intenso a la persona que ha sufrido la luxación.

De hecho, en muchas ocasiones es necesario anestesiar la zona antes de reubicar los huesos, y en los casos más graves se aplica anestesia general. Realizado este proceso, se debe procurar un reposo de entre seis y doce semanas para la articulación, para dar tiempo a que los tejidos adyacentes cicatricen.

El médico puede considerar necesaria la realización de estudios complementarios (radiografías o resonancias magnéticas de contraste), para valorar posibles daños en los ligamentos, que son las estructuras que unen y conectan los huesos.

Como los ligamentos y también los nervios y vasos sanguíneos pueden verse afectados por una luxación -y esto sí dar lugar a consecuencias negativas más duraderas o incluso permanentes- el especialista puede recomendar una cirugía para reparar los daños. Esta intervención también puede estabilizar la zona y reducir el riesgo de que la dislocación se repita.

¿Es posible prevenir las luxaciones?

Las luxaciones se pueden prevenir. Sobre todo, a través de medidas que reduzcan el riesgo de accidentes, tanto hogareños como en la vía pública: crear un entorno seguro en casa (evitar los obstáculos o los desniveles en el suelo, utilizar alfombrillas antideslizantes en la bañera o el plato de ducha, etc.), realizar exámenes visuales con regularidad, conducir con precaución, entre otros.

Esos riesgos también se pueden reducir al practicar deportes. Por un lado, por medio del uso de los equipos de protección correspondientes. Por el otro, procurando conocer el propio cuerpo y tener claros sus límites. Muchas lesiones -no solo en el deporte de competencia, sino por ejemplo al salir a correr- se derivan de excesos fácilmente evitables.

Y otro consejo es tener especial cuidado en el caso de haber sufrido alguna dislocación previa. En ese caso, no solo conviene evitar los excesos en la zona, sino también realizar ejercicios de fisioterapia para fortalecer y estabilizar la articulación.

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