Síndrome de Münchausen: el trastorno que obliga a simular síntomas ante los médicos

Síndrome de Münchhausen

Cristian Vázquez

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Fingir o inventar síntomas, infligirse lesiones o causarse enfermedades a uno mismo, someterse a toda clase de estudios e intervenciones, hacer todo lo posible para que los médicos y las demás personas crean que uno está enfermo: en eso consiste una extraña patología conocida como síndrome de Münchausen.

Simular problemas de salud de esa manera está considerado un trastorno mental grave y de muy difícil tratamiento. El propio paciente no puede explicarse su conducta.

No finge para obtener un beneficio (faltar al trabajo, ganar una demanda judicial, eludir un alistamiento militar o ir a la cárcel, etc.), sino porque simplemente no puede evitarlo.

El síndrome de Münchausen es la forma más grave del llamado trastorno facticio, incluido en el ‘Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales’, obra editada por la Asociación Estadounidense de Psiquiatría y considerada la principal referencia en la materia.

La patología fue descripta por primera vez en 1951 por el psiquiatra británico Richard Asher. El nombre del síndrome alude al alemán Karl Friedrich Hieronymus, barón de Münchhausen, quien vivió en el siglo XVIII y fue famoso por las aventuras increíbles que decía haber protagonizado, como montar una bala de cañón o viajar a la Luna.

El síndrome de Münchausen o cómo simular problemas de salud

Es muy difícil reconocer a una persona con el síndrome de Münchausen porque los pacientes “llegan muy lejos para ocultar el engaño”. Siguen adelante “incluso sin recibir ningún beneficio o recompensa evidente o cuando se enfrentan con pruebas objetivas que no respaldan sus dichos”.

Así lo explica un artículo de la Clínica Mayo, de Estados Unidos, el cual describe también algunas de las principales pautas de conducta de las personas con este trastorno. Son las siguientes:

  • Exagerar síntomas. A veces existen síntomas verdaderos, pero estos pacientes los “agrandan” para parecer más enfermos de lo que en realidad están. Además, suelen tener un gran conocimiento de enfermedades y términos médicos y ser muy astutos y convincentes para describir sus supuestas dolencias.
  • Simular síntomas. En otros casos, los síntomas son completamente falsos: desde dolores de cabeza, de estómago o cualquier otra parte del cuerpo hasta convulsiones o pérdida del conocimiento.
  • Causarse daños. El paso siguiente ya no es solo fingir los síntomas o las lesiones sino causarlas: cortes o quemaduras en la piel, ingerir medicamentos, inyectarse bacterias u otras sustancias, reabrir o infectar heridas, etc. Este es uno de los mayores riesgos para estas personas, pues pueden infligirse daños graves e incluso provocarse la muerte.
  • Inventar historias. A menudo no se limitan a mentir respecto a síntomas, sino que detallan -tanto a los médicos como a los propios familiares- un historial clínico en el que incluyen dolencias que no tienen ni han tenido; incluso enfermedades graves, como cáncer o VIH.
  • Adulterar pruebas o documentos. Alteran las pruebas que se realizan para que los resultados se ajusten a sus versiones; por ejemplo, calientan los termómetros para que indiquen una supuesta fiebre. También suelen contaminar las muestras que serán sometidas a análisis de laboratorio, e incluso falsifican documentos médicos.

Consecuencias del síndrome de Münchausen

Las supuestas enfermedades que manifiestan las personas con síndrome de Münchausen no responden según lo previsto a los tratamientos -lo cual es normal, por supuesto- y en ocasiones parecen empeorar sin causa alguna. Esto puede hacer que los médicos sospechen de la veracidad del cuadro. Pero a veces solo los desconcierta.

Según diversos trabajos científicos, los pacientes tienen por lo general un alto nivel intelectual y -como se ha mencionado- un “conocimiento minucioso sobre las prácticas médicas”. Esto les permite, en muchos casos, manipular de tal modo que “consiguen hospitalizaciones e intervenciones mayores que pueden ser riesgosas”.

Un estudio de 2013, por ejemplo, refiere dos casos de pacientes que fueron diagnosticados con síndrome aórtico agudo y sometidos a operaciones complejas, cuando en realidad no padecían de ese problema sino de síndrome de Münchausen.

Además son frecuentes las discusiones entre estos pacientes y los médicos. En algunos casos, porque sienten que los especialistas no dan a sus problemas la importancia que merecen; en otros, porque estos desean hablar con familiares o amigos del paciente y este se resiste a ese contacto.

En consecuencia, muchas veces las personas con síndrome de Münchausen se convierten en “pacientes peregrinos”, que consultan a muchos médicos en centros de salud diferentes, en ocasiones incluso utilizando nombres falsos. También es común que, durante el tiempo en que están ingresados, reciban escasas o ninguna visita.

Cuando el trastorno es grave, no bastan ni siquiera pruebas contundentes de que el paciente ha mentido. Por ejemplo, si se le muestra un video en que se observa cómo se causa daños a sí mismo, es posible que siga negándolo todo, se muestre ofuscado y, sin más, acuda a otro médico, como si todo lo anterior no hubiese ocurrido.

Existe, por cierto, una variante de este trastorno, conocido como síndrome de Münchausen por poderes: en este caso, los síntomas se inventan (o se infligen) en otra persona, por lo general en niños. Esta es una forma de maltrato infantil de alto riesgo, ante la cual los pediatras y otros profesionales deben estar muy atentos.

Qué hacer ante la sospecha

Las causas del síndrome de Münchausen, y en general de trastorno facticio, son desconocidas. Se han identificado algunos factores de riesgo, como la existencia de traumas desde la infancia (una enfermedad grave, abusos, maltratos), la pérdida de un ser querido, baja autoestima, trastornos de la personalidad o depresión.

Como no se conocen las causas, tampoco se puede prevenir. Y no solo el diagnóstico es difícil: también lo es el tratamiento. En primer lugar, porque estos pacientes desean que las atiendan por la enfermedad o los síntomas que dicen tener, y no por un trastorno que los presenta como fabuladores o mentirosos.

Si la persona se siente acusada, lo más probable -señalan desde la Clínica Mayo- es que reaccione con hostilidad, tal como ya se mencionó: que se enfade, se ponga a la defensiva, interrumpa de forma brusca la relación con ese médico o ese hospital y vaya en busca de otro profesional.

Lo más apropiado, por lo tanto, es que el médico procure ganar la confianza del paciente y sugiera otras posibilidades, como que la falta de una explicación para los síntomas le produce estrés y, a su vez, este estrés sea la causa de problemas físicos.

O proponer que, ante el fracaso de los tratamientos, exploren la posibilidad de que el origen de la enfermedad sea psicológico. De ese modo, se puede lograr que la persona acepte un tratamiento distinto, adecuado a su problema real.

Este tratamiento consiste sobre todo en el trabajo con un solo médico (es decir, evitar que la persona visite a muchos profesionales exponiendo sus síntomas exagerados o inventados), terapia psicológica y, si es necesario, el uso de fármacos para aliviar otros problemas como la ansiedad o la depresión.

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