¿Deben fregarse los platos con agua caliente para que queden desinfectados?

Foto: Shira Gal

Marta Chavarrías

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A pesar de que la presencia del lavavajillas es cada vez más habitual en los hogares españoles (más de la mitad tienen un lavavajillas en su cocina), y por mucho que nos encantaría ponerlo todo en el lavavajillas y terminar con la limpieza, la verdad es que aún son muchas las ocasiones en las que no podemos escaparnos de tener que pasar por el fregadero. 

Lavar los platos no es seguramente una de las tareas domésticas favoritas para muchas personas: es monótono, no puedes escaparte de ello a menos que dejes de comer, es un proceso laborioso, etc. Por todo ello, lo que buscamos es encontrar una manera fácil y efectiva y, para conseguirlo, la temperatura del agua juega un papel fundamental. 

¿Agua fría o caliente?

En algunos casos, cuando lavamos a mano, lo hacemos simplemente enjabonando un poco y pasando por agua fría. Creemos que solo porque la suciedad ha desaparecido de nuestras vajillas ya están 100% limpias.

Pero lavar nuestros platos con jabón y agua fría no es suficiente; solo eliminamos la suciedad visible, ni higieniza ni desinfecta los platos de gérmenes y otras formas de bacterias. La Food and Drug Administration (FDA) recomienda lavar los platos con agua tibia y jabón. El objetivo es acabar con los restos de comida en los platos, caldo de cultivo para las bacterias. 

Ventajas del agua caliente:

  • Elimina la grasa y las manchas con más facilidad: el agua caliente “afloja” las moléculas de grasas para que el detergente pueda agarrarla y no soltarla. 
  • Mata bacterias y microorganismos: el agua caliente tiene capacidad esterilizadora, lo que disminuye mucho el riesgo de posibles bacterias e intoxicación alimentaria. 
  • Tiene mayor poder de limpieza: además de que el agua caliente no se detiene frente a un plato grasiento, incluso para los que no lo están tiene un poder de limpieza superior al agua fría porque acelera el proceso de disolución de los alimentos y la suciedad de los platos. Esto se traduce también en pasar menos tiempo fregando. 
  • Reduce el tiempo de secado: el agua caliente se seca mucho más rápido en los platos que el agua tibia o fría y esto reduce el riesgo de que se propaguen microorganismos por la presencia de humedad.

Los límites del agua fría:

  • No mata los gérmenes ni las bacterias: aunque puede inactivar muchas bacterias y gérmenes y evitar que se propaguen, no los mata. Para hacerlo, tendríamos al menos que enjuagar los platos con agua caliente al final. 
  • No elimina la grasa: las grasas de mantequillas y aceites se vuelven espesos y viscosos a bajas temperaturas. 
  • No elimina por completo el jabón: lavar los platos con agua fría puede dejar una fina capa turbia en la superficie. Además, y debido a que no disuelve los jabones y detergentes con tanta eficacia como el agua caliente, puede quedar una capa de jabón. Al secarse, el plato quedará turbio. 
  • No elimina la viscosidad: muchas sustancias espesas se vuelven viscosas a bajas temperaturas (grasas, mermeladas, miel, etc.) y son difíciles de quitar.

Además, y a diferencia del agua caliente, la fría no es un buen disolvente para muchos solutos presentes en los detergentes. Lo que hace es endurecer el jabón. Esto no significa que no sea útil en algunos casos: los restos de productos lácteos como helado, yogur y leche se limpian mejor con agua fría. 

En definitiva, el agua fría no tiene una buena capacidad de limpieza si se compara con la caliente, aunque puede ser efectiva si se usa el detergente adecuado

Otros aspectos importantes, además del agua

  • El detergente: tan o más importante que la temperatura es el jabón que usamos. Este contiene tensioactivos, compuestos cuyas moléculas tienen efecto en la grasa y el aceite de los platos sucios; estos compuestos requieren calor para una limpieza rápida y eficaz de grasas y manchas. 
  • La esponja: tan importante es cómo lavamos los platos como la manera en la que lo hacemos. Es recomendable usar una esponja que tenga algún tipo de superficie de fregado, como cerdas de nailon. Pero, sea cual sea la que elijamos, debemos limpiarla a menudo con una solución desinfectante y reemplazarla con frecuencia (por algo están consideradas uno de los utensilios con más gérmenes de una casa). 
  • El remojo: dejar los platos en remojo durante unos minutos en agua caliente y jabón da tiempo a los solventes a comenzar a eliminar la suciedad y facilita el trabajo. 
  • El orden: es importante empezar a lavar con las piezas menos sucias y grasientas (cristalería, vasos, etc.), y después pasar a los platos y cubiertos. Ollas y sartenes es preferible dejarlas para el final porque suelen estar más sucias.
  • El secado: es preferible dejar que los platos se sequen al aire, en lugar de hacerlo con un paño o toalla, sobre todo si no están del todo limpios porque esto favorece la propagación de gérmenes. 

Según lo que recomienda la organización de salud pública Stop Foodborne  Illnes, hay dos formas eficaz de desinfectar los platos

  • Ponerlos en agua caliente, a unos 75ºC durante al menos 30 segundos.
  • Remojarlos en una solución desinfectante de lejía y agua. 

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