Fracturas por estrés, ¿por qué se producen?

Un tramo del circuito runner del jardín del Túria

Marta Chavarrías

0

Los huesos están en constante renovación: son un tejido dinámico y activo desde el punto de vista metabólico que están en un continuo proceso de remodelación y otorgan así al esqueleto su capacidad regenerativa. En condiciones normales, y en líneas generales, los huesos se desgastan un poco y, al descansar, nos recuperamos. 

Pero si realizamos demasiada actividad, el hueso se degrada y puede ser que supere la capacidad del cuerpo para repararlo y reemplazarlo. Por tanto, el hueso se debilita y es más vulnerable a las fracturas por estrés.

¿Qué es una fractura por estrés?

Cuando hablamos de lesiones por estrés nos referimos a fracturas de hueso “que se dan sobre todo en los de los pies, aunque también pueden aparecer en otras zonas”, nos explica el fisioterapeuta Borja Maza Toledano. En la gran mayoría se dan porque el hueso no es capaz de mantener la tensión y ya no puede absorber el estrés y el impacto repetitivo.

De hecho, no es una fractura completa sino que se trata de pequeñas fisuras causadas por tensiones repetidas que, de forma individual, no bastarían para fracturar la zona. Por tanto, no se trata de una rotura total ni se deben a un golpe traumático, sino que se clasifican en fracturas por debilidad, por algún tipo de deficiencia ósea, o en fracturas por fatiga, es decir, causada por una actividad exagerada y repetitiva, común sobre todo en deportistas.

Cuando los músculos se fatigan o se sobrecargan, transfieren esta tensión al hueso cercano y el resultado es una pequeña grieta o fractura en el hueso. Ocurre, por tanto, cuando la actividad física ejerce demasiada presión sobre un hueso y este no tiene tiempo suficiente para recuperarse.

Con el tiempo, el músculo fatigado pasa la sobrecarga de estrés al hueso y provoca una pequeña grieta. Esto suele ocurrir sobre todo en las extremidades inferiores: metatarsianos, tibia, tarso, fémur y peroné, seguidos de la pelvis. En el caso de las fracturas en las extremidades superiores, aunque son menos comunes, se han detectado en gimnastas y en deportes como levantamiento de pesas. En este caso, la clavícula, el húmero o la muñeca del gimnasta son los huesos que más se fracturan.

Debilidad o fatiga, las dos principales causas de las fracturas por estrés

En el origen de las fracturas por estrés están implicadas tanto las fuerzas de los músculos contráctiles que actúan sobre el hueso como el aumento de la fatiga de las estructuras de soporte. Entre las principales causas, Maza enumera como las más habituales el cansancio muscular, tendinitis repetitivas, ejercicios repetitivos o cambios de superficie de blando (tierra) a duro (asfalto). También enfermedades como la osteoporosis, diabetes o el sobrepeso ayudan a que aparezcan este tipo de fracturas.

Cuando realizamos una fuerza repetitiva, las pequeñas grietas en los huesos que soportan peso pueden estar provocadas por una fuerza repetitiva sobre los huesos, como cuando realizamos largas caminatas, saltamos repetidamente o corremos largas distancias. Suele ocurrir cuando aumentamos la frecuencia de la actividad, como hacer ejercicio más días a la semana.

Una técnica de entrenamiento errónea afecta sobre todo a partes óseas como la tibia, los metatarsos del pie, la fíbula o peroné, el navicular del tarso, el fémur y la pelvis. Este tipo de fracturas suponen, según la Asociación Española de Lesiones Deportivas (AELD), entre el 1% y el 20% de todas las lesiones deportivas, sobre todo del atletismo.

Los motivos suelen ser por un aumento o cambio en la intensidad y volumen del entrenamiento, lo que se traduce en mayor estrés a nivel óseo; desbalance postural o muscular; o actividad o gesto repetitivo, como el caso de  los miembros inferiores de los corredores.

Por otro lado, un calzado inadecuado constituye una causa que puede predisponer a las fracturas por estrés óseo o sobrecarga. Las fracturas por estrés en los pies son, según el Ilustre Colegio Oficial de Podólogos de la Comunidad Valenciana (ICOPCV), algo “relativamente frecuente que puede darse sobre todo tras periodos de parón, principalmente en deportistas o profesionales que sobrecargan mucho los miembros inferiores”, explican en su web. También un calzado con poca suela o una suela rígida, sin amortiguación, puede hacer que un metatarsiano se rompa.

Qué se siente con una fractura por estrés

Es fácil que una fractura por estrés se pase por alto en sus inicios ya que los síntomas pueden ser muy sutiles y cueste identificar la fuente del dolor, que aparece en una zona difusa alrededor de la lesión.

Este malestar, que suele aparecer de forma gradual, “no impide caminar o movilizar la articulación” al principio, explica Maza, pero después evoluciona hacia “un dolor más profundo que, a la palpación duele mucho más en el foco de la fractura e impide realizar movimientos con normalidad, apareciendo inflamación, edema en el tobillo o en la cara dorsal del pie”, nos dice Maza. 

Se trata de un dolor que se alivia haciendo reposo. Por el contrario, suele volverse más intenso con la actividad física. En palabras de Maza, “siempre tenemos que escuchar a nuestro cuerpo, en este caso el pie, que es el que nos manda información al cerebro de que algo le gusta o le disgusta”,  

Las imágenes a través de rayos X, resonancia magnética o gammagrafía ósea nos darán información precisa sobre si tenemos una lesión de este tipo. 

Cómo se tratan las lesiones por estrés

Ante una fractura por estrés es aconsejable hacer reposo, aplicar hielo y tomar antiinflamatorios, “entre cuatro y seis semanas, en función de la evolución”, recalca Maza. También es importante mantener el pie en alto para evitar edemas y flebitis, así como ayudarnos con muletas al caminar “para no cargar el pie” o usar una bota ortopédica para “reducir o evitar la atrofia muscular”.

La ayuda de un fisioterapeuta en la fase de recuperación nos permitirá “aumentar la fuerza muscular, no solo del pie o la zona lesionada sino de todos los grupos musculares de ambas extremidades inferiores, para liberar la sobrecarga que ha llevado la otra extremidad, dando movilidad y liberando articulaciones”, detalla Maza.

Por otra parte, el masaje linfático nos ayudará a evitar edemas crónicos. Otros posibles tratamientos también incluyen puntos de láser, magnetoterapia o tratamiento con diatermia. Es importante también “enseñar al paciente ejercicios con goma para que realice en casa”, afirma el fisioterapeuta, así como reeducar la marcha, fortalecer la musculatura y equilibrar bien el cuerpo.

“Si no se tratan de forma adecuada, las fracturas por estrés pueden acentuar la fractura”, advierte Maza. Aplicar tensión sobre un hueso ‘agrietado’ puede hacer que la lesión empeore y provoque dolor crónico. Para reducir la carga que soporta el hueso hasta que se cura es necesario realizar reposo mientras el médico lo indique. Al volver a la actividad, es importante hacerlo de forma paulatina, poco a poco. 

Siempre, en todos los casos, es importante acudir al especialista fisioterapeuta para que nos ayude no solo a “recuperar la lesión, sino también a prevenir secuelas que se puedan instaurar en otra parte del cuerpo a causa de compensaciones ya que este se ha tenido que adaptar a una nueva situación”, advierte Maza. Según el experto, “muchas fracturas por estrés en el pie dejan secuelas a la larga en rodillas, caderas o pelvis, lo que se puede prevenir llevando un buen protocolo de prevención y tratamiento”.

De no actuar, la fractura puede complicarse y, en algunos casos incluso es necesario que “el traumatólogo tenga que intervenir la fractura”, resalta Maza, según el cual también puede aparecer reuma como artritis o artrosis si no se trata como es debido. Sin embargo, con el tratamiento adecuado y escuchando en todo momento lo que nos dice nuestro cuerpo, “la recuperación es total”, tranquiliza Maza. 

Etiquetas
stats