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Falta de reflejos

Pedro Sánchez, durante la sesión de control al Gobierno
4 de febrero de 2021 22:40 h

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Lo que más me sorprendió de la sesión de control del miércoles en el Congreso de los Diputados fue la falta de reflejos del presidente del Gobierno. En mi opinión, la trayectoria parlamentaria de Pedro Sánchez ha sido inequívocamente ascendente desde que llegó a la Moncloa con la aprobación de la moción de censura. Y de manera continuada e ininterrumpida. Por eso me sorprendió que, en un día como ese, en que tenía todo a su favor en la sesión de control, interviniera de la forma tan desacertada en que lo hizo.

Pedro Sánchez no podía no saber que el miércoles iba a ser noticia de portada la carta de Luis Bárcenas a la Fiscalía comprometiéndose a colaborar con la justicia no solamente en el caso de la Caja B del PP, cuyo juicio oral empieza este próximo lunes, sino en todos los demás juicios pendientes que afectan al partido del que fuera tesorero. 

Pedro Sánchez, en consecuencia, no podía no saber que no había un día peor que el miércoles para Pablo casado para intervenir en el Pleno del Congreso de los Diputados y que su intervención  no podía tener otro objetivo que distraer la atención no solamente de lo diputados, sino del conjunto de la opinión pública, de la carta de Luis Bárcenas e intentar centrarla en otro “escándalo”, del que pudiera hacer responsable al Presidente del Gobierno. 

No se entiende cómo sabiendo que iba a ser así, el Gobierno ocultara que había solicitado un Dictamen al Consejo de Estado respecto del Decreto-ley sobre los fondos de la Unión Europea. Y menos todavía se entiende que, en el momento en que Pablo Casado lo acusó de haber “arrancado” dicho Dictamen en el expediente de tramitación del Decreto-ley, no se comprometiera a ponerlo en conocimiento de la Cámara de manera inmediata. Le dio la oportunidad al presidente del PP de contraponer el “Dictamen del Consejo de Estado” a la “carta de Luis Bárcenas”. Un escándalo frente a otro. 

Es verdad que en el ordenamiento español no está previsto que el Consejo de Estado emita Dictamen de ningún tipo respecto de un Decreto-ley y, por tanto, no tiene obligación el Gobierno, en el caso de haber estimado oportuno solicitar dicho Dictamen, hacerlo público, pero no lo es menos que, políticamente, es un disparate solicitar un Dictamen y no estar dispuesto a hacerlo público motu proprio o en el momento en que se solicite.

El Dictamen del Consejo de Estado no solamente no puede ser “demoledor”, como se dijo por parte del portavoz de Ciudadanos, que siendo Abogado del Estado, no puede no saber que no es posible que lo sea, sino que se puede apostar doble contra sencillo que es “inocuo”. Políticamente inocuo. Lo máximo que puede haber hecho el Consejo de Estado es manifestar algunos reparos formales de naturaleza exclusivamente jurídica. No es posible que haya podido hacer otra cosa, porque su propia ley reguladora no se lo permite. Sobre el destino que se dé a esos fondos habrá un control por parte de la Comisión Europea, cuando le lleguen los proyectos correspondientes y punto. Sobre eso, el Consejo de Estrado no puede decir ni una palabra. Cuando se haga público, se comprobará. De ahí que no se entienda que no se respondiera con la publicación inmediata.

Pero peor fue, en mi opinión, la referencia a Vox, porque, con ella, el presidente del Gobierno contribuyó a la “normalización” de Vox como un interlocutor más en el sistema político. Y esto es inadmisible. 

Vox es lo que es y en su intervención del propio miércoles lo puso de manifiesto de manera obscena, como muy bien  subrayó Íñigo Errejón. Es evidente que el presidente del Gobierno tuvo que tener una sensación de alivio al comprobar que Vox se abstenía en la votación de convalidación del Decreto-ley sobre los fondos europeos, pero dicha sensación no puede conducir a que el presidente del Gobierno interprete que lo ha hecho por “sentido de Estado”. Ni siquiera para echarle en cara al PP su voto en contra. 

En varias ocasiones Pedro Sánchez le ha recordado a Pablo Casado que ni Angela Merkel ni Enmanuel Macron han aceptado jamás a Alternativ für Deutschland o al Frente Nacional de Le Pen como actores legítimos en el sistema político alemán o francés. Forman parte del arco parlamentario, porque no es posible impedirlo, pero no se puede contar con ellos para nada y no puede considerarse, en ningún caso, que sus actos tienen la finalidad de fortalecer el sistema democrático. A ningún acto de tales partidos puede atribuírsele “sentido de Estado”. Esa es la única posición democrática frente a este tipo de partidos.

De esa posición se apartó inexplicablemente Pedro Sánchez el pasado miércoles. Mi impresión es que Vox se limitó a devolverle al PP en la convalidación del Decreto-ley la bofetada que recibió en la moción de censura, privándole, además, de la ventaja de acudir a las elecciones del 14 de febrero en Catalunya con el plus de haber infligido una derrota en un tema tan importante al Gobierno de la Nación. 

El “sentido de Estado” de Vox no era más que un ajuste de cuentas a posteriori con el PP por el discurso de Pablo Casado en la moción de censura y una puñalada preventiva de cara a las elecciones catalanas. No hay la más mínima “grandeza” en la conducta de ninguno de ellos.

Ese es un terreno que el presidente del Gobierno de un Estado democrático de derecho no puede pisar. Porque, de hacerlo, se introduce en un “charco”, del que únicamente puede salir manchado. 

En una legislatura tan difícil como la actual y en la que lo más difícil todavía está por delante, es de suma importancia que no se cometan errores como los del pasado miércoles. El margen de error del que dispone el Gobierno es mínimo. Y todos los errores suman.

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