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Una operación antidemocrática en gestación

Boris Johnson y Donald Trump, en una imagen de archivo.
14 de julio de 2022 23:20 h

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Los Estados Unidos de América y el Reino Unido de la Gran Bretaña no son dos Estados democráticos más, sino que son los Estados a los que se debe que la democracia constitucional pudiera imponerse primero y consolidarse después como la forma política más importante en el siglo XX. El proceso de imposición de la democracia tras el final de la Primera Guerra Mundial se vería cuestionado tanto desde la derecha en la parte occidental del continente europeo –fascismo y nacional socialismo– como desde la izquierda –comunismo– en la parte oriental. Sería necesaria una Segunda Guerra Mundial para que la amenaza por parte de la derecha desapareciera en la parte occidental, aunque con los restos de Grecia, Portugal y España, que únicamente se incorporarían en la década de los setenta del pasado siglo. Los países de la Europa oriental tendrían que esperar a la caída del Muro de Berlín para iniciar su proceso de constitucionalización democrática. De todos los Estados del mundo occidental, únicamente Reino Unido y los Estados Unidos fueron los indispensables, sin los cuales la democracia como forma política no habría podido imponerse y consolidarse.

La victoria sobre la Alemania nazi en la Segunda Guerra Mundial, con la contribución decisiva de la Unión Soviética en una primera instancia y la victoria en la Guerra Fría sobre la Unión Soviética posteriormente, fue posible por la contribución de muchos Estados, pero únicamente dos de ellos, Reino Unido y Estados Unidos, fueron los indispensables. Han sido la garantía de la supervivencia y extensión de la democracia hasta el extremo de llegar a ser considerada dicha extensión como el “fin de la historia”.

Esta es la razón por la que la fuerte erosión en los sistemas políticos británico y estadounidense desde 2016, tras el resultado del referéndum del Brexit el mes de junio y la llegada a la Presidencia de los Estados Unidos de Donald Trump en el mes de noviembre, no supone un momento más del proceso de regresión democrática que se empieza a observar desde 2006 en los centros de estudios más reconocidos de todo el mundo, sino que tiene una importancia capital.

Tanto Reino Unido como Estados Unidos se encuentran ante una crisis constitucional que nadie había pensado que podría jamás producirse. No se trata de crisis como consecuencias de ataques desde el exterior, sino de crisis internas del conjunto del sistema, pero de manera muy especial de los partidos más importantes de ambos países, el Partido Conservador y el Partido Republicano.

David Cameron estaba instalado sólidamente en el poder tras haber ganado con más holgura de la esperada unas elecciones generales y decidió temerariamente convocar un referéndum sobre la permanencia del Reino Unido en la Unión Europea para resolver un problema interno de su partido. El resultado todo el mundo sabe cuál fue. Ya han sido tres los primeros ministros a los que la gestión del resultado del referéndum se ha llevado por delante. Y todavía está por resolver tanto la desvinculación del Reino Unido de la Unión Europea como su propia integridad territorial, cuestionada desde Escocia de manera expresa, pero no únicamente desde Escocia.

Más grave es la situación en los Estados Unidos, en los que la Presidencia de Donald Trump acabó con un intento de asalto al Capitolio para impedir la elección de Joe Biden. Y en los que se está gestando una operación desde la dirección del Partido Republicano, con el concurso de la mayoría de seis jueces del Tribunal Supremo y los gobernadores y legislaturas de los Estados con mayoría republicana, para aprobar legislación que permita en una futura elección presidencial que lo que Donald Trump ha intentado hacer y no ha podido se pueda hacer de manera jurídica inatacable. 

La operación antidemocrática de mayor alcance que se está programando en el mundo es la que se está produciendo en los Estados Unidos para hacer imposible que un partido minoritario, como es el Partido Republicano, pueda perder las elecciones presidenciales. Lo que empezó en las elecciones del año 2000, en las que el Tribunal Supremo robó la elección a Al Gore y entregó la Presidencia a George Bush hijo al interrumpir el recuento en Florida, se ha seguido perfeccionando de manera ininterrumpida por la derecha republicana y está a punto de consagrarse con la mayoría en el Tribunal Supremo.

Estos Estados Unidos son los que están revitalizando la OTAN y subordinando a los países europeos a su estrategia global. No es a una operación democrática, sino una más que posible operación antidemocrática a la que nos estamos apuntando. Me temo mucho que la Unión Europea no resista la tensión a la que puede verse sometida por los Estados Unidos, cuya degradación democrática empieza a ser inocultable.

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