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Contrapoder es una iniciativa que agrupa activistas, juristas críticos y especialistas de varias disciplinas comprometidos con los derechos humanos y la democracia radical. Escriben Gonzalo Boye (editor), Isabel Elbal y Sebastián Martín entre otros.

BDS, diez años de una estrategia exitosa para Palestina

Luz Gómez

Se cumplen hoy diez años del llamamiento de la sociedad civil palestina al BDS, siglas por las que se conoce la demanda de Boicot, Desinversión y Sanciones a Israel en tanto no cumpla con tres condiciones reconocidas por el Derecho internacional: el fin de la ocupación de Cisjordania, Gaza y Jerusalén Oriental; la satisfacción del derecho al retorno de los refugiados palestinos dispersos por el mundo; y el fin de la discriminación que sufren los palestinos de nacionalidad israelí.

En la década transcurrida, la campaña BDS ha transformado de manera radical el panorama de la lucha por la justicia en Palestina, tanto en el interior de la propia sociedad palestina como a nivel internacional. Su éxito se fundamenta en cuatro principios estratégicos. Los enemigos del BDS, sabedores de su efectividad, se afanan en enterrarlos bajo un montón de lugares comunes, pero la fórmula del BDS es tan sencilla como eficaz.

1. Inclusivo y no violento. El BDS es un movimiento civil y pacífico, cuyo protagonismo está en manos de los ciudadanos.

El Llamamiento de la sociedad civil palestina al Boicot, Desinversión y Sanciones contra Israel hasta que cumpla con la ley internacional y los principios universales de los derechos humanos se publicó el 9 de julio de 2005 con el respaldo de 172 asociaciones, sindicatos, ONGs y partidos de toda tendencia, representantes de los distintos sustratos de la sociedad palestina (mujeres, jóvenes, trabajadores, refugiados, palestinos del interior de Israel, de los Territorios Ocupados y de la diáspora). Si bien las organizaciones palestinas abanderaron el Llamamiento, ninguna de ellas ha sustraído el protagonismo a los individuos, que de forma horizontal y en todo el mundo se organizan y protagonizan las distintas campañas de BDS. De este modo, dependiendo del contexto, se lanzan campañas de los distintos tipos de boicot (comercial, académico, cultural, deportivo), de desinversión (bancaria, financiera, empresarial) o para forzar a los organismos internacionales a que hagan efectivas las sanciones a Israel por el incumplimiento de sus compromisos legales. El Comité Nacional del Boicot (BNC, según sus siglas en inglés), con sede en Ramala, se encarga de la coordinación general.

En España las iniciativas son diversas y autónomas, si bien la Red Solidaria Contra la Ocupación de Palestina (RESCOP) las canaliza. En América Latina, a raíz de la demanda de varias agrupaciones nacionales de una plataforma común para impulsar el BDS en la región, el BNC pondrá en funcionamiento el próximo mes las páginas web en español y portugués del BDSmovement.net, que se sumarán a las que ya existen en árabe e inglés. Para los activistas de esta parte del mundo, cuyo peso en el boicot económico es cada vez mayor, esta iniciativa no solo es importante en términos estratégicos, sino que además refleja la sensibilidad del BNC para superar viejos vicios “eurocéntricos”.

Pero sin duda lo que mejor ejemplifica el carácter inclusivo del BDS es la participación en sus campañas de judíos de distinto origen, tanto israelíes (como los del grupo Boycott from Within) como estadounidenses (Jewish Voice for Peace) o de todas partes (Red de Judíos Antisionistas).

2. Históricamente oportuno. El BDS nació en una coyuntura crítica para Palestina, y desde sus inicios en 2005 ha mantenido un marcado sentido de la responsabilidad histórica.

Todo empezó, hablando en términos generales, un año antes, en 2004. El embrión del BDS fue el llamamiento al boicot académico que los profesores e investigadores palestinos hicieron aquel año a sus colegas, sobre todo europeos. Les instaban a romper las relaciones institucionales con sus homólogos israelíes en tanto estos no denunciaran a sus universidades y centros de investigación por su complicidad con la ocupación y la discriminación. En su reflexión destacaban la necesidad de implementar formas de desobediencia civil que rompieran con la espiral de violencia fruto de la Segunda Intifada. El 9 de julio de 2004 la Corte Penal Internacional estipuló la ilegalidad del Muro de Cisjordania, que por entonces aún estaba en su fase inicial. El Muro, de modo simbólico, materializaba el fracaso de los Acuerdos de Oslo y la incapacidad de la Autoridad Nacional Palestina (ANP) para hacer efectivo el cumplimiento de unos derechos nacionales mínimos.

También en 2004, en noviembre, falleció Yaser Arafat, quien, a pesar de diferencias y disputas, había aglutinado la voluntad nacional y devuelto a Palestina al trasiego mundial, tras haber sido borrada del mapa en 1948. Sin Arafat la ANP perdió buena parte de su legitimidad. Fue en este contexto, caracterizado por una colonización galopante y una total falta de expectativas, en el que los palestinos de los Territorios Ocupados lanzaron la campaña BDS al margen de la política seguidista de la ANP: se trató de una apuesta a largo plazo que ya ha demostrado su efectividad en términos de movilización y logros. Basta escuchar las recientes declaraciones del primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, poniendo al BDS a la altura de Irán y Hezbolá, las grandes obsesiones de Israel en su particular retórica nacionalista, para calibrar el avance del movimiento.

Con todo, Gaza ha marcado los puntos de inflexión de la campaña BDS. La brutalidad de la guerra de 2008-2009, televisada como no había sucedido antes, levantó una oleada de solidaridad popular a nivel mundial que el BDS canalizó en medidas concretas de boicot comercial y cultural. Empresas como Veolia, SodaStream o Mekorot, cómplices con la ocupación, vieron cómo en distintos países (Francia, Argentina, Holanda, Estados Unidos) perdían contratos tras las campañas de presión de activistas locales. También el BDS cultural vio crecer el número de artistas que se negaron a actuar en Israel (Elvis Costello, Carlos Santana), en la estela de la campaña iniciada por Roger Waters o Ken Loach. La agresión contra Gaza de 2014 allanó el camino del BDS en dos ámbitos que hasta la fecha habían resultado más complicados: el de las desinversiones y el de las sanciones. De forma más o menos encubierta, el impacto de las desinversiones se reflejó en la reducción del 50% de las inversiones extranjeras en Israel en la segunda mitad de 2014. En cuanto a las sanciones, tras la adhesión de Palestina a la Corte Penal Internacional en enero de 2015, las autoridades palestinas acaban de presentar la primera acusación formal contra Israel por crímenes de guerra y contra la humanidad.

3. Performativo. El BDS incide en la realidad en la misma medida en que la realidad, palestina y mundial, le condiciona y conforma.

Desde que el BNC lanzó el llamamiento original, el modelo sudafricano de lucha no violenta contra el apartheid fue una referencia. Son conocidas las excelentes relaciones entre Mandela y Arafat, pero existían además vínculos personales e institucionales de los activistas palestinos con los líderes antiapartheid, que estimularon el primer marco de actuación. Como ha indicado en diversas ocasiones Omar Barghouti, uno de los cofundadores del BDS, la interlocución con Sudáfrica y su experiencia han facilitado durante estos años la redefinición crítica del BDS en términos propiamente palestinos. La campaña está siempre en proceso de evaluación y adecuación. Y quizá sea esta capacidad de repensarse lo que ha asegurado al BDS, por encima de sus muchos enemigos (desde la élite israelí a los lobbys sionistas de Washington y París), la supervivencia en un contexto regional e internacional cada vez más hostil a la lucha por la emancipación de los pueblos, y en particular de los pueblos árabes.

En concreto, el BDS ha tenido que encarar el colapso de las negociaciones entre la ANP y el Gobierno israelí, y se ha visto confrontado a la realidad sobre el terreno de la inviabilidad del paradigma de los dos Estados. Porque la ANP y las instituciones internacionales son cómplices por igual de la política de hechos consumados de Israel: aumento de la colonización (de 190.000 colonos en 1989 a 600.000 en 2014); aumento de la confiscación de tierras (el Muro, las carreteras, los asentamientos “ilegales” y el terreno sustraído para dar servicio a las colonias se han comido una buena parte del ya exiguo 18% del territorio de Cisjordania que quedaba bajo control palestino directo en Oslo); aumento de la represión (hay 6.900 presos palestinos en cárceles israelíes, la mayoría en “detención administrativa”); aumento del número de muertos (entre 2000 y 2014, fueron asesinados 9.100 palestinos, de ellos 2.053 menores de edad; o como destaca UNICEF, un niño palestino muere víctima de la violencia cada tres días); aumento del desplazamiento forzoso de población (las víctimas más recientes son los beduinos del desierto del Néguev, sometidos a los planes gubernamentales de reagrupación forzosa); aumento de la guetización de Gaza y de la discriminación institucionalizada de los palestinos israelíes (el último episodio es el proyecto de reforma de las leyes fundamentales del Estado de Israel para declararlo un Estado judío). Como dice con sorna Ramzy Baroud, analista palestino, si algo positivo tiene todo ello es que ha vuelto a situar en el centro del debate, tras el largo interregno “negociador”, los derechos palestinos reconocidos por Naciones Unidas. Y esto es un logro innegable del BDS.

Del mismo modo que la campaña BDS va respondiendo a una realidad cada vez más hostil y en continua mutación, también obliga a las distintas instancias a posicionarse: al gobierno de Israel, a la ANP y a la comunidad internacional. A su manera cada cual se ha pronunciado. Israel, pensando en cómo garantizar una supervivencia imposible en las actuales condiciones, abocado como está a la marginalidad internacional. La ANP, modulando su cicatero discurso antiboicot con distingos improcedentes entre Territorios Ocupados e Israel. Y la comunidad internacional despertando, a la fuerza, de su política del avestruz ante la presión de la demanda de justicia.

4. Transversal. El BDS se asienta en una visión interseccional de la lucha por la justicia en Palestina.

Este carácter de las campañas de boicot y desinversión ha sido clave en su éxito. Si bien resulta evidente la universalidad de las demandas palestinas, vehicular actuaciones concretas en el marco amplio de los derechos universales de las minorías, los desheredados y los oprimidos requería un esfuerzo estratégico que superaba las experiencias previas de boicot en Estados Unidos y Sudáfrica, así como las de la resistencia palestina. El BDS ha sabido mostrar el fondo racista, xenófobo, machista, patriarcal, orientalista y neoliberal que subyace en la persistente colonización de Palestina, y enlazar su denuncia con otras luchas contra estas mismas lacras.

Esta transversalidad ha propiciado el encuentro con activistas de todas las latitudes, lo cual no solo ha servido para dar a conocer y popularizar el BDS (por ejemplo, Naomi Klein y Angela Davis han apoyado el boicot desde su militancia altermundista y antirracista) sino que ha hecho posible algunos de sus mayores logros, incluso en el plano económico, como la pérdida del contrato para las Olimpiadas de Brasil de la empresa G4S, líder en sistemas de seguridad/represión; o el desmantelamiento de la multinacional alimentaria Agrexco, cuyos productos “israelíes” de los Territorios Ocupados competían con los franceses.

A nivel interno palestino, la horizontalidad del BDS ha conseguido movilizar en la lucha contra la ocupación y el apartheid a significativos sectores de la población que antes habían quedado al margen de la resistencia política. Se trata de una de las conquistas más importantes a medio plazo para la sociedad civil palestina. Un caso notable es el del movimiento LGTB palestino, que sumándose al BDS ha denunciado la manipulación de la que venía siendo objeto por parte de sus colegas israelíes, dedicados a convencer al mundo de la existencia de un Israel “rosa” frente a la “barbarie” homófoba árabe.

Un objetivo: el fin de las formas de desposesión polivalentes

Desde 1948 los sucesivos gobiernos israelíes han practicado lo que Judith Butler, filósofa judía estadounidense, ha caracterizado como “formas de desposesión polivalentes”. Los palestinos se han enfrentado a ellas con distintas estrategias de resistencia a lo largo de más de sesenta años. Desde 2005, el movimiento BDS articula sus campañas directamente contra los grandes vectores de esta desposesión sistemática: la ocupación, el apartheid y la negación de los derechos de los refugiados, recurriendo a la legislación internacional y a la lucha común por un mundo más justo.

El BDS es una estrategia, no un fin. Si triunfa, está llamado a desaparecer, pues halla su razón de ser en la lucha por la justicia y la reparación histórica en Palestina. En la medida en que se obtengan, el boicot, la desinversión y las sanciones no tendrán objeto, porque la justicia habrá llegado a Palestina.

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