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Contrapoder es una iniciativa que agrupa activistas, juristas críticos y especialistas de varias disciplinas comprometidos con los derechos humanos y la democracia radical. Escriben Gonzalo Boye (editor), Isabel Elbal y Sebastián Martín entre otros.

El caso Cremisan: una milagrosa victoria palestina

Xavier Abu Eid

¿Qué puede significar una victoria para un palestino frente al sistema judicial israelí? Esa pregunta puede ser respondida invocando la excepción a la regla. Así como el 99% de los palestinos que son detenidos son declarados culpables de algo, no es fácil para los aldeanos palestinos recurrir a la llamada “justicia” israelí para defender sus propiedades, retener sus derechos de residencia o pedir el retorno de familiares que han sido expulsados. Sin embargo, de vez en cuando se dan excepciones, como la que ha sucedido con el caso de Cremisan. Si usted cree en los milagros, Cremisan es uno, ocurrido en plena Semana Santa.

En el año 2002 Israel comenzó a construir el Muro de Anexión en Cisjordania bajo la excusa de la seguridad. Declarado ilegal por la Corte Internacional de Justicia en 2004, ordenando a Israel desmantelarlo y compensar a los palestinos así como prohibiendo la asistencia internacional en su construcción, este Muro de 711 kilómetros de largo (alrededor del doble de la frontera entre Cisjordania e Israel, que tiene 325 kilómetros), penetra como una serpiente en Cisjordania hasta 22 kilómetros, como es el caso de las colonias de Ariel y Kedumin en su parte norte. Más aun, el 87% del Muro no está construido en la frontera sino dentro de territorio palestino, separando efectivamente a palestinos de palestinos y no a palestinos de israelíes. Los casos más dramáticos con el Muro se dan dentro y alrededor de la Jerusalén Ocupada, donde Belén y Jerusalén han sido separadas por primera vez en miles de años, barrios como Monte de los Olivos se dividen en dos (así, tal y como ha leído: el Muro pasando literalmente por el medio de la calle) y decenas de miles de palestinos de Jerusalén quedando separados del resto de la ciudad.

En 2004, el entonces ministro israelí encargado de Jerusalén, Haim Ramon, declaraba que el Muro en Jerusalén y alrededores había sido construido para tener una ciudad “más judía”. Aquello desveló los propósitos reales, pues el trazo del Muro empuja a los palestinos fuera de Jerusalén, tomando sus tierras para la expansión de la propia ciudad. Ello es consecuencia de los planes llevados a cabo por la ocupación israelí de 1967 para hacer la “Gran Jerusalén”, ensanchando los límites municipales desde los 6 kilómetros alrededor de la Ciudad Antigua que había en 1948, hasta más de 20 kilómetros en algunos casos después de la ocupación de 1967, expandiendo Jerusalén sobre tierras de Qalandia, Hizma, Abu Dis, Beit Sahour, Belén y Beit Jala, entre otros pueblos. Para tal efecto, se construyeron tres cinturones de colonias en y alrededor de la ciudad, el último de ellos robando más de 22 mil dunums (cada Dunum son mil metros cuadrados) al norte de Belén, sobretodo de Beit Jala.

Cuando se presentó el Muro en 2002, el Valle de Cremisan, la última área verde de Beit Jala donde palestinos podrían salir a caminar, donde existe un kindergarten de monjas salesianas y  un viñedo, además de tierras de 58 familias palestinas llenas principalmente de olivos, albaricoques y almendros, quedaba del lado “israelí”. En otras palabras, Israel avanzaba hacia la anexión de más territorio ocupado con el fin de unir las colonias de Gilo y Har Gilo, ambas ubicadas en lo alto de los dos lados del Valle, en tierras palestinas ocupadas de Beit Jala. Esa pesadilla, que podía convertirse en el golpe de gracia para una comunidad que ya había perdido dos tercios de sus tierras para la construcción de infraestructura de la colonización israelí, dejaría a muchos sin esperanzas.

Para Israel, Cremisan probablemente se transformaría en un caso más donde, tras un periodo limitado de apelaciones, se podría construir el Muro. Pero en Beit Jala había quienes estaban dispuestos a dejarlo todo para salvar al pueblo. El primero de ellos fue el sacerdote Ibrahim Shomali, quien decidió celebrar la eucaristía todos los viernes entre los mismos olivos que Israel pretendía cortar. Movilizando a toda la comunidad, la presión fue tal que pronto la prensa internacional y los diplomáticos acreditados en Palestina se hicieron presentes en el Valle. A pesar de que Israel pidió a la Iglesia Católica en Palestina terminar con las misas (no sé exactamente cuál fue su excusa, no creo que la seguridad), el Padre Shomali decidió no escucharlos y seguir su marcha. En Cremisan hicieron misa sacerdotes de más de 30 países, grupos de diferentes religiones e incluso figuras del mundo católico como el patriarca Michael Sabbah o el cardenal de Westminster Vincent Nichols. Esto llego hasta los oídos mismos del Papa Francisco, quien se entrevistó con el Padre Shomali, con el alcalde de Beit Jala, con una familia afectada e incluso con el mismo Presidente Abbas, que le pidió su intervención. La presión diplomática sobre Israel en relación a ese caso subía a medida que el caso se extendía.

El pasado jueves, en vísperas del Viernes Santo, tras 9 años de incertidumbre, la Corte Suprema Israelí emitió un fallo de esos que pasan cada muchos años: el Muro no podría construirse de la forma pedida por el Gobierno Israelí. Fue un respiro para un pueblo entero. La alcaldesa de Belén Vera Baboun, una devota católica, con lágrimas de emoción, diría: “lo logramos, por fin una pequeña victoria después de haber perdido tanto por la ocupación”. Y es que Vera pone las cosas en contexto: independientemente de la victoria, el 87% del distrito sigue en manos israelíes, que rodean a Belén por todos lados con 22 colonias, incluyendo a distinguidos colonos como el ministro Avigdor Lieberman, al presidente de exteriores de la Knesset Ze'ev Elkin y al portavoz del Knesset Yuli Edelstein.  

El día siguiente se celebró la procesión de Viernes Santo en Cremisan con cientos de personas, en su mayoría mujeres y niños, que orgullosos levantaron banderas palestinas en las cruces para celebrar lo sucedido. Un reflejo del Vía Crucis palestino, avanzando entre dos colonias. Más aun, al poco caminar, fuerzas de ocupación israelíes rodeaban a la pacifica procesión, como queriendo recordarles que la ocupación no se ha acabado. Si bien es cierto que probablemente la potencia ocupante buscaba mostrar su frustración al no haber podido construir el Muro, la gente ya no se asustaba. Sabían cuál es el poder que podían lograr si mantienen una lucha constante y si la comunidad internacional actúa de verdad, pues el fallo habría sido claramente distinto si el Juez no hubiese entendido que los ojos del mundo estaban fijados en su corte. Un milagro de Semana Santa.

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