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Barenboim dirige su primer Falstaff en la restaurada Ópera Estatal de Berlín

Barenboim dirige su primer Falstaff en la restaurada Ópera Estatal de Berlín

EFE

Berlín —

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El director argentino-israelí Daniel Baremboim dirige por primera vez la ópera “Falstaff”, de Giuseppe Verdi, en la Staatsoper de Berlín, una nueva producción que reproduce el contraste entre lo sórdido y lo lujoso y lo adapta a la actualidad.

La obra representa uno de los platos fuertes de la programación de la Ópera Estatal de Berlín, que incluirá óperas como “Parsifal” de Wagner o conciertos de Mahler y Debussy hasta el 2 de abril.

“Durante muchos años he querido hacer Falstaff, pero por distintas razones nunca acababa de encontrar el momento”, aseguró Barenboim en un encuentro con los medios, en el que calificó el libreto de la ópera como “obra maestra” y mejor que “Otelo”.

La nueva producción recrea una ambientación con guiños a las protestas estudiantiles del 68, en el año de su 50 aniversario, y a los círculos alternativos del Berlín hippie, con el toque de Mario Martone en la puesta en escena y la decoración de Margherita Palli.

Falstaff, el barrigón granuja de la clásica obra de Shakespeare “The merry wives of Windsor” (“Las alegres viudas de Windsor”) es encarnado aquí por un vibrante Michael Volle, reconvertido en el líder de un grupúsculo de okupas, mientras que la taberna del libreto original pasa a ser una suerte de comuna.

Esta adaptación de la comedia italiana de Verdi vuelve a demostrar su vis cómica con el rol destacado de las melodías pegadizas y la hilaridad del personaje de Falstaff, mérito del libreto de Arrigo Boito.

Especialmente bien funciona la interacción de los personajes con la plasticidad de una piscina hasta arriba de agua, escenario ideal para la única pareja enamorada - y remojada - de la adaptación y que logra brindar un momento de alto erotismo.

Las mujeres - brillantes Nadine Sierra, Barbara Frittolli o Nadine Sierra - se erigen aquí en protagonistas de una historia de gran vigencia que mezcla acoso físico y postal, falsas declaraciones de amor y los desesperados intentos de Falstaff de hacerse con el dinero de los maridos.

La batuta de Barenboim y el acompañamiento de la Orquesta Estatal de Berlín recorren la hilaridad y el drama, sucediéndose lo uno y lo otro a lo largo de la obra, punteando lo que nunca llega a ser cinismo sino retrato fiel del espíritu de Verdi y las contradicciones de la sociedad.

Concluye el tercer y último acto con el característico clímax, puestas las voces del Coro de la Ópera Estatal al servicio de los primeros espadas, con fiesta de disfraces incluida.

El remolino de máscaras y trajes de cuero del clímax final se suman a un excelente decorado de hierros y vestigios de edificio industrial venido a menos, otro aparente guiño a la escena alternativa que recuerda a Berghain, discoteca berlinesa y uno de sus buques insignes.

“¡Todo en el mundo es burla!”, grita Falstaff a modo de despedida hacia el público, en una expresión del propio sentir de Verdi y en resumen de la historia, en la que tampoco los hombres que quieren ser burlados por Falstaff a través de sus esposas parecen ser amadas por ellas.

La Staatsoper, escenario de la obra y que cuenta con Barenboim como director musical, reabrió sus puertas en octubre del año pasado tras siete años de obras en lo que el presidente alemán, Frank Walter-Steinmeier, calificó de “acontecimiento nacional”.

Barenboim aprovechó para recordar “el importante cambio en la acústica” tras las reformas realizadas, aumentando la reverberación del sonido del 0.9 a 1.6 segundos, aunque el codirector artístico de la Staatsoper señaló los planes de cerrarla el próximo verano durante cinco semanas para acabar de completar las reparaciones pendientes.

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