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¿Quién multiplicó por seis el precio de la colección de Carmen Thyssen?

La baronesa Carmen Thyssen asiste a la firma con el Ministerio de Cultura del acuerdo de alquiler de su colección en el Museo Thyssen-Bornemisza.

Peio H. Riaño

16 de febrero de 2022 23:02 h

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“Son mil y pico”. Millones. Ese es el precio que Carmen Cervera le puso a su colección mientras andaba por las salas del Museo Nacional Thyssen-Bornemisza, en respuesta a Jordi Évole. El periodista le preguntó cuánto costaba su colección. Tres años después, la viuda del barón Thyssen ha alquilado 330 obras de un conjunto que supera las mil piezas y que pagará el Estado español por 6,5 millones anuales durante los próximos 15 años. El contrato contiene un anexo capital, en el que se pone precio a cada una de las obras y al conjunto, que llega a los 1.700 millones de dólares, 1.490 millones de euros. Es una cantidad que multiplica por más de cinco los 330 millones de euros en los que el Estado español había valorado y asegurado las 425 obras que Carmen Thyssen prestaba al museo hasta el nueve de febrero. ¿Qué ha pasado para que la cantidad se haya disparado a un número más próximo al deseo de la arrendadora (y por menos obra) que al precio marcado hasta el momento por los arrendatarios?

Es una cantidad estipulada de mutuo acuerdo por ambas partes firmantes: de un lado, Carmen y Borja Thyssen y, de otro, la Fundación Thyssen-Bornemisza. Hay que tener en cuenta que esta fundación es la responsable de la gestión del museo con fondos públicos. Su presidente es el ministro de Cultura de turno y la vicepresidenta vitalicia es la propia Carmen Thyssen. La única persona que no cambia en el Patronato de la institución pública es ella y esto provoca una circunstancia un tanto conflictiva: arrendatario y arrendador son la misma persona. Las negociaciones por el alquiler, que cerró el exministro de Cultura José Manuel Rodríguez-Uribes durante ocho horas en la mansión de La Moraleja de la coleccionista, dejan en evidencia qué intereses han primado, si los de Carmen Cervera, presidenta de la Fundación Thyssen, o los de Carmen Cervera, coleccionista.

Ninguna de las partes ha querido valorar el resultado del acuerdo con este periódico. Prefieren “pasar página” y no aclarar el precio que propusieron en el inicio de las negociaciones. Por el lado de Carmen Cervera, las fuentes que han participado de la firma explican que han sido “expertos internacionales” y las “ofertas por obras concretas” las que han marcado el precio de las 330 obras. No aclaran qué tipo de expertos ni de ofertas, aunque sí indican que Cervera está “satisfecha”. “No es relevante aclarar si la cantidad [los 1.700 millones de dólares] la propusimos nosotros, porque ya se ha llegado a un acuerdo y firmado el contrato. No nos interesa ahora abrir este asunto. Es una colección con muchas ofertas”, añaden las fuentes que han negociado los intereses de la baronesa.

El menosprecio a la Junta

Este periódico ha preguntado al Ministerio de Cultura sobre los mismos aspectos y esta ha sido la contestación por correo electrónico: “El precio al que se hace referencia no es un precio de mercado ni de compra, es un importe a efecto únicamente de la concesión de la Garantía del Estado, que remite al valor de aseguramiento de la colección. La cantidad se determina previo acuerdo entre la institución que acoge la obra y colección y el propietario de la obra. El criterio para determinar la cuantía de la Garantía del Estado es únicamente a efectos de establecer el aseguramiento público de la obra o colección”.

Con esta contestación es imposible saber cuál ha sido el criterio con el que han valorado la colección y el procedimiento que se ha seguido para marcar su precio y negociar con la coleccionista. El alquiler es una opción a compra una vez finalice y el precio, el “millón y pico”, es el marcado. El propio Ministerio de Cultura aclara que no han sido los expertos que se dedican a ello en la Junta de Calificación, Valoración y Exportación. Este organismo declaró el “valor excepcional” de la colección, pero “no en términos económicos sino de unicidad, calidad artística y especial interés”. Llama la atención que un organismo independiente y vinculado a Cultura, cuyos componentes salen al mercado a adquirir bienes en subastas para el patrimonio español, no hayan sido consultados para esta tarea.

Y es todavía más llamativo que en el punto 7.3 del contrato se indique que el precio de las obras a asegurar por el Estado español se actualizará de mutuo acuerdo cada dos años. Y en el caso en que hubiese desacuerdo entre las partes sobre la actualización de los precios de alguna obra, entonces sí, “las partes solicitarán a la Junta de Calificación, Valoración y Exportación del Patrimonio Histórico que informe sobre el valor de mercado internacional en euros de esa obra”. Pero el contrato aclara en el siguiente punto que el organismo con los mayores expertos en tasación del país no resolverá el desacuerdo. La desavenencia la resolverá “una de las agencias de mayor prestigio internacional elegida de común acuerdo”. Es decir, Christie's o Sotheby's. “Dicha valoración será vinculante para las partes, sin que pueda ser objeto de impugnación y sin necesidad de ninguna formalidad”, puede leerse en el texto.

Desde la Fundación Thyssen-Bornemisza aseguran, en contra de lo que indica el Ministerio de Cultura, que fue “la Junta de Calificación, Valoración y Exportación de Bienes, con fecha del siete de febrero de 2021 [un año antes de la firma del contrato], quien estableció un valor a la Colección Carmen Thyssen de 1.469.398 euros para el otorgamiento de la Garantía del Estado”. El director gerente de la fundación es Evelio Acevedo, que fue el “maestro de ceremonias” el día de la firma del contrato de alquiler, delante de Mata Mua y ante una nube de cámaras. Entonces, ¿quién le ha puesto precio a la colección de Cervera? Todo parece indicar que la propia propietaria ha marcado su precio. De esta manera, Mata Mua ha pasado de estar valorado por la Garantía del Estado en 40 millones de euros a 250 millones de dólares.

Un “escándalo”

“Este es el gran problema de todos estos años y de este contrato: ningún ministro se ha atrevido a ponerle precio a la colección de Carmen. Nadie le ha hecho frente y todos se han dejado chantajear. El gran problema es que no hemos tenido ministros valientes que hubiesen recurrido a la Junta o a organismos independientes para hacer una tasación real de mercado. Esos precios del contrato no son reales. Nadie se ha atrevido a hacer una valoración de mercado sensata y, al final, ha impuesto la que deseaba ella”. Este entrecomillado pertenece a la persona responsable de una de las más importantes casas de subastas de arte en España. Carmen Thyssen es clienta de ellos y deja muy claro que no quiere aparecer con su nombre porque no puede permitirse estar “en la lista negra del Ministerio de Cultura”.

No es la única persona que reclama el anonimato para opinar sobre la operación. Un anticuario muy afamado define la firma del alquiler como “absurda”. “Solo interesan un 10% de las obras de esa colección. Hay 20 cuadros de primerísimo orden y el resto es relleno de segunda fila de autores famosos, como el cuadro de Van Gogh. Son cosas muy residuales”, indica. Cuando le decimos que ese lienzo, titulado Molino de agua en Gennep (1884), lo ha valorado en 25 millones de euros, grita de indignación y señala que ella lo compró por medio millón de libras tras haberse quedado sin comprador en la subasta. “Mata Mua no vale 250 millones de dólares”, asegura el especialista en arte moderno. “La Administración se ha bajado los pantalones delante de esta señora. Es un escándalo”, remata en conversación telefónica.

El contrato también marca que “el beneficiario de la garantía del Estado serán siempre los arrendadores [Carmen y Borja Thyssen], quienes percibirán, en caso de siniestro, el importe en euros”. Un antiguo directivo de la Fundación comenta a este periódico que “les conviene prender fuego a la colección y cobrar el seguro porque ese precio es una quimera”. Nos ponemos en contacto con un reconocido marchante de arte que tampoco quiere ser citado. El clima en la que se mueve y se ha movido esta operación ha beneficiado el cierre de un contrato lleno de escollos para la Administración.

El marchante señala que habría bastado pasarse por las publicaciones especializadas Artprice o Artnet para cotejar los precios que Cervera reclamaba para sus obras. Y pone un ejemplo: a los 20 millones de dólares en los que se ha valorado El hombre blanco (1907), de Lyonel Feininger, “les sobra un cero”. “Debería haber sido la Junta la encargada de ponerle precio a la colección. Son muy conscientes de lo que cuesta el arte. El problema es que nadie en Cultura ha tasado la colección, nadie le ha puesto un precio real y ha hecho lo que ha querido. Porque eso de las ofertas internacionales es muy difícil de demostrar”, añade el marchante.

Una tasación exprés

Acudimos a la tasadora profesional Sara Rodríguez Canal, directora de ArtePeritaje. Le pedimos que haga una tasación exprés de algunos de los cuadros más valorados. Cuenta que el método de trabajo de su oficio es comparar precios en el mercado. “Obviamente tiene que ser el mismo material y técnica de trabajo (en este caso todos son óleo sobre lienzo), además de buscar obras que posean un contenido similar (figurativo, retrato, paisaje...) y, si el artista posee una gran obra y suele ir cambiando el estilo, procurar centrarnos en las obras que más se parezcan a la que deseamos peritar o tasar”, indica la experta. Con esos datos comprueban el precio de su venta. Una tasación, dice, es un precio base objetivo aunque nunca se puede saber si una subasta acabará triplicando su precio.

A partir de estos datos señala que el precio de Pesca (pescadores) (1909), de Natalia Goncharova, sería en torno a los 256.008 euros. En la lista está fijado en 20 millones de dólares. La obra más cara de Goncharova se ha vendido en 6,5 millones de euros. De Jean-Honoré Fragonard aparece Retrato de joven dama (1770-1772), valorado por Cervera en 10 millones de dólares y la especialista dice que en el mercado rondaría los 277.686 euros y 458.721 euros. De Jean Corot la colección cuenta con La soledad. Recuerdo de Vigen. Lemosín (1866), y también está tasada en 20 millones de dólares. “Corot, por ejemplo, es un artista que ha descendido mucho en el mercado, bajando casi un 50% desde 2021. Por lo que esta obra hace dos años la podríamos encontrar en el mercado por 413.848 euros y ahora mismo estaría en torno a 181.758 euros”, indica Sara Rodríguez. También en 20 millones de dólares aparece El hombre blanco (1907), de Lyonel Feininger, pero para la especialista este cuadro rondaría el millón de euros.

Según la lista del contrato, Portuguesa (La gran portuguesa, 1916), de Robert Delaunay, costaría en el mercado, de nuevo, 20 millones de dólares; la experta asegura que no pasaría de los 2,3 millones de euros. En 5 millones de dólares está apuntada la obra de Frederic Church Paisaje sudamericano (1856): “De Frederic es importante ver que la obra es del periodo de 1850, cuyas obras son las más valoradas, por lo que lo encontraríamos entre los 950.450 euros”.

Coincide con la tasación en un cuadro, el de Vincent Van Gogh, Molino de agua en Gennep (1884), al que la lista de Cervera le pone un precio de 25 millones de dólares. “Esta obra en 2004 la podríamos encontrar en el mercado entre los 5.754.583 euros y los 7.354.591 euros. Ahora mismo es un artista que está en alza, por lo que estaría tasada en torno a los 28.374.591 euros”, explica Sara Rodríguez. Cuando descubre el precio en el que han sido tasados todos estos cuadros no sale de su asombro. Ella tampoco entiende cómo es posible que el peritaje de esta colección no lo hayan realizado varios expertos.

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