El Triángulo de Hojalata de Lavapiés
Todavía es un lugar bastante comanche, cosmopolita de todo tipo de etnias inmigrantes y de orientaciones en el underground. Un Triángulo que hoy sigue mostrando una actividad cultural intensa y viene a ser como una especie de salón de los rechazados (en referencia a los pintores rechazados en los Salones oficiales del XIX) de estos tiempos.
Hace unos días se presentaba en la galería y tienda de cómic e ilustración Swinton & Grant una iniciativa llamada C.A.L.L.E. Es su segundo año y la idea es muy sencilla: a partir de una iniciativa apoyada por la Asociación de Comerciantes de Lavapiés y la colaboración de colectivos como StreetArt, 42 negocios del barrio han visto decoradas/intervenidas sus fachadas por sendos artistas que podrían agruparse bajo el término callejeros. Por lo general se trata de pintadas que suelen ir más allá del grafiti tradicional, pero también hay grabados, ejercicios de decoración creativa…
No es que la iniciativa haya teñido la zona de una nueva luz, hay demasiados negocios y locales como para que 42 de ellos cambien la fisonomía del vecindario. Pero lo importante es la colaboración de diferentes colectivos o asociaciones para poner en marcha iniciativas de orden estético. Todo esto, con o sin crisis, no tendría cabida en las vías establecidas del arte. Unas vías cristalizadas muy cerca de aquí en las galerías de Dr. Fourquet y el mismo Reina Sofía. Aquí no hay ayuda más que la bastante moderada de una marca de cerveza y ninguno de estos artistas tiene, al menos por ahora, mayores perspectivas de encontrarse en uno de esos lugares donde se valida el arte para ser tomado en serio.
Los artistas de la C.A.L.L.E
Hablando de los artistas, ¿son buenos? Tras haber visto casi un tercio de las intervenciones, puede decirse que hay de todo. En el ámbito conceptual, la mayor parte no tiene mucho que ver con el arte sesudo y mayusculado. Son mundos de imaginación que pueden ir de lo fantástico-onírico a lo étnico o lo directamente decorativo. Mundos ausentes por lo general de los discursos dominantes, deudores de sucesivas modas y su correspondiente ropaje intelectual. Técnicamente hay quienes claramente saben lo que se hacen y otros cuyo primitivismo no se sabe si es siempre voluntario. ¿Importa esto? Probablemente, porque el interés de una iniciativa no puede limitarse a la iniciativa misma, sino a lo que genera. Pero sin duda aquí hay una vía. Por cierto, hay recorridos guiados.
Entre otras muchas propuestas de todo orden en esas mismas calles ya las hay con un recorrido. Permaneciendo en el ámbito del arte, In-Sonora, una muestra bianual de parecido corte, ha tratado en sus ya ocho ediciones de integrar el sonido en entornos alternativos, más cercanos a la cotidianidad de las personas. Una actividad que se ha ido expandiendo dentro de unos niveles de gasto siempre muy discretos y que ha supuesto la posibilidad de exhibición para un buen número de jóvenes artistas sonoros que si no fuera por ello apenas tendrían posibilidades de mostrar sus trabajos. Otro ejemplo de colaboración, de crear lazos entre el arte y la comunidad.
Pero el Triángulo no acoge solo este tipo de propuestas de colaboración entre artistas, promotores locales y asociaciones o individuos del vecindario. Justo a Swinton se alza la antigua sede de La Tabacalera, hace unos años centro de todo tipo de actividades de base, desde danza experimental hasta sesiones de gimnasia y parte de la cual persiste hoy como salas de exposición, habilitadas muy a la berlinesa (es decir, fregadas y acondicionadas en cuestiones como electricidad). Estas salas dependen directamente de la subdirección general de BBAA del ministerio y desde hace ya unos años acogen muestras de artistas de cierta edad y trayectoria, cuya valía no niega nadie pero que tampoco han logrado dar el salto a la Meca del Reina Sofía.
Tenemos que hablar de Tabacalera
Las muy largas tapias de Tabacalera aún muestran los residuos de la muestra Muros llevada a cabo hace justamente un año y en la que artistas urbanos como los que intervienen en Calle, tuvieron a disposición ese enorme lienzo para, en contra de la doctrina oficial del Ayuntamiento, “buscar la recuperación de los muros del perímetro exterior del patio del edificio de Tabacalera, con el objetivo de convertirlos en espacios de arte para disfrute de todos los ciudadanos”. Tiene guasa que esto emane de este ministerio, pero incluso en este ministerio hay personas con ganas de hacer cosas. ¿Por qué no?
Hace pocos días se inauguraron en Tabacalera dos exposiciones, una es Escenarios para la confrontación, la muy concentrada y actual muestra del fotógrafo Cuico Gutiérrez, uno de los más personales e interesantes surgidos en los 80 y otra, llamada Media Mutaciones de Concha Jerez y José Iges. Concha Jerez (Las Palmas de Gran Canaria, 1941) es una de nuestras artistas conceptuales más respetadas, tanto en su obra como en su actitud. Pertenece a la generación de artistas tan notables como Nacho Criado (1943 - 2010) que solo pocos meses antes de su muerte se vio reconocido con un Premio Nacional. Eran y son artistas fuera del canon, rasgo que se acentúa en Jerez por su insistencia en la utilización de todo tipo de recursos tecnológicos, lo que suele llamarse intermedia desde que el artista Fluxus (anarcoide en sentido amplio) Dick Higgins inventara esa palabra a mediados de los años 60 del siglo pasado.
Por su parte, José Iges (Madrid, 1951) es una de las personalidades más importantes de la música experimental y el arte sonoro en España. No solo fundó y mantuvo durante más de dos décadas el programa Ars Sonora en Radio Clásica de RNE, sino que ha organizado varias de las más importantes exposiciones de arte sonoro en nuestro país, ha actuado como editor y, por si fuera insuficiente, tiene una larga obra propia que abarca desde la electrónica casi pura al uso de instrumentos tradicionales, pasando por todo tipo de técnicas posible a lo largo del tiempo.
Jerez e Iges llevan colaborando desde 1989 y a día de hoy han fundido sus trabajos de manera inextricable. Tras agotadores problemas de orden administrativo, Jerez e Iges, junto a la comisaria de la exposición Karin Oehlenschlager, han puesto en pié una exposición centrada en esa obra conjunta y con aire de antología temporal.
Los elementos más utilizados son los vídeos, la luz, la interacción (digital) y el sonido. No se agotan ahí los recursos, como en las dos piezas dedicadas a la relación de fuerzas y desencuentros a nivel internacional. Una de ellas Terre di nessuno son diez y seis banderas imaginarias que surgen de las permutación de cuatro colores bajo los cuales se distinguen escenas terribles de esas que vemos todos los días en un telediario. Bazar de utopías rotas, sobre la incapacidad de la sociedad internacional para entenderse y respetarse es una mesa con las banderas de un par de docenas de países y en cuyos platos de cristal hay solo fragmentos de cristal escritos…
Otra característica, su preocupación por la comunicación, la información y el espionaje aparece ya en obras tempranas como El Ojo de Polifemo o Dentro fuera. Por cierto, aunque esos y otros temas aparezcan con una fuerza subjetiva, cierto aire de enfado ante lo que hay, el trabajo en sí tiene poco de expresivo y las más de las veces utiliza material preexistente, tanto en lo visual como en lo auditivo.
Una nueva obra, Viaje a ninguna parte, un homenaje explícito a Fernando Fernán-Gómez sirve de nexo, curiosamente no textual en una muestra que descansa mucho en textos, en su mayor parte escuchados, entre las 18 obras de la exposición.
Los espacios son complicados técnicamente, pero parecen vivos, no esterilizados por otra capa de pintura blanca y discurrir por ellos es algo que se hace con naturalidad, sin el afán completista de “haberlo visto todo”. De hecho las visitas deambulan por las salas con cierta relajación, como si no estuvieran en un templo (del arte).
Último ángulo: La casa encendida
Se trata de una exposición de gran interés, situada en un plano muy diferente al de las intervenciones en el barrio antes descritas. Puede parecer incoherente e incluso enfrentado. Pero solo para quienes tienen una idea tan estrecha como excluyente de lo que debe/puede ser arte. Hay una palabra llamada diversidad.
Uno de los límites y ejemplo del Triángulo, sería La Casa Encendida, donde suelen realizarse exposiciones muy interesantes de orden “serio” pero que, ante todo, es un lugar abierto al vecindario a través de cursos, talleres, actividades medio-ambientales, educativas... Aunque en si misma sea una institución (superviviente de Bankia), demuestra que, como el mismo Triángulo, es posible hacer coincidir diferentes áreas de la creación en un mismo ámbito. Desde lo muy simple a lo muy complicado, desde lo inmediatamente placentero hasta lo que hace reflexionar.
El Triángulo de Hojalata es todavía un lugar donde realmente crecen mil flores. Durará lo que tenga que durar: cada día se arreglan más portales y se ponen más puertas de seguridad. Porque la gentrificación del espacio creativo siempre conduce al fin de la creación en ese espacio. Por ahora aún se respira algo parecido a comunidad.