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'El agente topo', el documental sobre la soledad en las residencias de ancianos que ha conseguido llegar a los Oscar

Sergio, protagonista de 'El agente topo'

Francesc Miró

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Sergio Chamy tenía 85 años, y llevaba ya un buen puñado de ellos jubilado, cuando enterró a su mujer. El duelo le sumió en un estado de pesadumbre que le atrapaba. Se sentía enjaulado en su apartamento: todo lo que allí había le recordaba a ella. Necesitaba romper con su rutina.

Un día le llamó la atención un anuncio de un periódico: “Se necesita jubilado entre 80 a 90 años. Autovalente, de buena salud, discreto y con manejo en tecnología. Para realizar investigación, con disponibilidad para vivir fuera de su casa por tres meses”. Se presentó como candidato y consiguió el trabajo.

Dos años después de responder a aquel anuncio, Sergio protagoniza un documental nominado al Oscar. Hablamos de El agente topo, un largometraje dirigido por la realizadora chilena Maite Alberdi que llega este viernes a nuestros cines. Una cinta narrada con sensibilidad y humor que sigue las andanzas de Sergio en una residencia de ancianos. Coproducción entre cinco países, cuyas integrantes españolas han resultado ser las únicas representantes de nuestro país en esta edición de los premios de la Academia de Hollywood.

La pandemia de antes del coronavirus

En El agente topo, Sergio tiene una misión: hacerse pasar por un recién llegado a una residencia de ancianos. Allí tendrá que integrarse, grabar e informar de lo que vea. Su objetivo es reportar el estado de salud de una mujer llamada Sonia que vive allí, así como describir los cuidados que recibe.

La cámara sigue sus pequeños lances cotidianos en la residencia, conociendo a sus compañeras, entablando conversaciones, tejiendo amistades. Todo sin abandonar su misión: Sergio se escabulle por las noches para grabar y enviar audios de WhatsApp a Rómulo, su jefe, de la agencia de detectives que le ha contratado.

Con el paso del tiempo, el agente de casi noventa años infiltrado se percata de que a Sonia, y al resto de los y las residentes, los tratan genial. Les cuidan y atienden con la cercanía que necesitan. En cambio la persona que contactó con la agencia de detectives para saber cómo estaba Sonia no ha pasado ni un solo día a verla. Los familiares de muchas de las personas que viven allí les visitan poco y mal. Los residentes afrontan, casi todos por igual, un mal muy difícil de combatir: la soledad.

Lo que ha ocurrido con nuestros mayores ha sido tan dramático que es inevitable verla con otros ojos

“Cuando proyectamos la película en Sundance, en enero de 2020 con el coronavirus a la vuelta de la esquina, las risas eran amables y distentidas. Nadie se imaginaba lo que iba a pasar”, cuenta la productora del filme Marisa Fernández Armenteros. “La recepción de la película en el Festival de San Sebastián, con la pandemia ya en nuestra vida, fue absolutamente distinta”.

“Esta película, como defiende su directora, habla de una pandemia que quizá era anterior a la del coronavirus: la pandemia de la soledad”, opina Armenteros. “Dicho esto, también habla de la capacidad de amar, nos habla de quién son nuestros mayores, de lo que sienten y del papel que ocupan en nuestra sociedad”.

El agente topo ahora se ve y se siente de otra forma”, coincide María del Puy Alvarado, también productora de la cinta. “Tras lo que hemos vivido se conecta con otras emociones que se captan en ella. Lo que ha ocurrido con nuestros mayores ha sido tan dramático que es inevitable verla con otros ojos”, explica. Aunque puntualiza que “no es un drama, al contrario es una película amable con mucho sentido del humor. Si conectas con la propuesta, lo que puede ocurrir es que tengas ganas de llamar a tus mayores al salir de la sala. De saber cómo están y si puedes hacer algo por ellos”.

Si conectas con la propuesta, lo que puede ocurrir es que tengas ganas de llamar a tus mayores al salir de la sala

De una residencia de ancianos chilena a los Oscar

El agente topo se pudo ver por primera vez en Sundance en enero de 2020. Allí tuvo una acogida más que positiva que le auguraba un buen porvenir por festivales de todo el mundo. Pero en marzo comenzaron las cancelaciones, anulaciones y retrasos de los certámenes cinematográficos, y la película pasó desapercibida. Parecía condenada a un injusto olvido.

“Si resucitó fue por el Festival de San Sebastián”, cuenta Marisa Fernández. Allí la película ganó el Premio del Público y tuvo una acogida espectacular que la volvió a colocar en el mapa internacional. “Es un claro ejemplo de cómo los festivales, en un año tan difícil, han ayudado a proyectos como este”.

Tras su paso por Donostia, la cinta no ha cesado de hacer méritos: nominada a Mejor Película Iberoamericana en los Goya —que por cierto se llevó el madrileño Fernando Trueba, que ya poseía nueve cabezones—, a Mejor Documental en los Independent Spirit Awards, una de las mejores películas del año según la National Board of Review y, ahora, también una nominación a los Oscar.

“No nos lo esperábamos pero es cierto que se ha trabajado mucho en la campaña: cinco países remando en la misma dirección para darle visibilidad”, explica María del Puy Alvarado. “Estamos encantadas porque era una producción liderada por cuatro mujeres, directoras y productoras chilenas y españolas, algo que no suele ocurrir a menudo”, reflexiona, “además haciendo una apuesta muy decidida por una realizadora como Maite Alberdi, que es una de las voces más importantes del cine latinoamericano actual”.

El resultado de su esfuerzo es una película sencillamente emocionante. Un relato cuya proximidad y veracidad desarman las defensas más elaboradas del espectador cínico. Un documental que apuesta por la sensibilidad, que no la sensiblería, para acercarnos a una realidad que hoy necesita urgentemente nuestra atención.

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