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Las siete razones por las que te encanta Wes Anderson

The Darjeeling Limited

Mónica Zas Marcos

Contra todo pronóstico, Wes Anderson no está diseñado para gustar. El club de intocables de Hollywood venden su alma al diablo por estar en sus cintas, pero sus diálogos protocolarios, las historias peripatéticas y el abuso del color pastel le auguraban un estatus de culto, artífice de placeres reservados para unos pocos capaces de congraciarse con su libro de estilo. Los personajes nerd y la estética sesentera resconquistados por Spike Jonze son parte del imaginario del texano desde finales de los 90. Y emanan esa dulzura bobalicona que gusta, y mucho.

El propio cineasta es una personificación de sus películas. Le define un carácter anacrónico, hipster y profundamente nostálgico que parece comprado en Camden Town. Sus peculiaridades, en ocasiones incomprendidas, nos recuerdan a otros estilistas como Baz Luhrmann, a Nicolas Winding Refn o Wong Kar Wai: o comulgas o te parecen insufribles. Si ya has decidido pertenecer al grupo de fanáticos incondicionales, debes seguir un manual de instrucciones para disfrutar de sus películas con los cinco sentidos.

Un universo de caja de música

1. Fíjate bien en los comienzos. Planos 'travelling' en cola, música britpop y un cuentista que abre la narración. Al inicio de The Royal Tenenbaums Alexandre Desplat recupera el Hey Jude de los Beatles como recién salido de una lenta caja de música. Pero en cuanto comienza la acción, su banda sonora se torna cómica y rabiosa como en un show de Benny Hill. Al principio de Moonrise Kingdom, un grupo de niños se reúne alrededor del sonido de Benjamin Britten. Aunque la asociación que más se reconoce es la de Anderson y Desplat, la llegada a Benaras en The Darjeeling Limited pertenece al compositor hindú Satyajit Ray.

La música inicial es el preludio de lo que te vas a encontrar y es una primera impresión que no miente. Lo más probable es que caigas rendido ante el Shazam o los títulos de crédito para descubrir todos y cada uno de los temas. Cabe mencionar la impostada modernización del Fantástico Mr. Fox con Madonna y los Black Eyed Peas. Cabe mencionar también que fue un fiasco en la taquilla. Para todo lo demás, Rolling Stones, David Bowie, The Kinks, Beach Boys, Francoise Hardy...

2. Haz inventario de los objetos analógicos. O vintage, como mola decir ahora. Anderson es el maestro de los bodegones de mercadillo y su mirada horizontal da buena cuenta de ello. Estos trastos rebosan en la familia Tenenbaum: el tocadiscos y la máquina de escribir de Margot, el proyector de diapositivas de Chas y el teléfono rojo de Etheline. Pero también la Polaroid de Steve Zissou, las maletas para el viaje a la india de los hermanos Whitman o los artículos scouts del pequeño Sam.

El diseño de atrezzo está tan milimétricamente medido que da una sensacion de artificialidad que, sin embargo, no chirría en el universo Anderson. Esta virtud analógica también se traslada al soporte de sus películas, rodadas casi todas en 35 mm. La única excepción fue la mencionada Fantástico Mr. Fox filmada en digital...y ya conocemos su final infeliz.

3. Una película, un color. En el libro de estilo Anderson el color chorrea por los cuatro costados. Su estética es carne de cartel, animación y álbum de Pinterest. De hecho, tanta fascinación despiertan sus paletas que hay un Tumblr que se ha dedicado a desgranar los tonos de cada fotograma. Wes Anderson Pallette desvela el misterio de ese caleidoscopio añejo que se nos presenta durante los 120 minutos de metraje. Un estudio de sets de rodaje y vestuarios que ha tenido una gran acogida entre los seguidores del cineasta y una moda a la que se han sumado también algunos diseñadores de interior, que copian cada detalle de sus filtros Instagram.

El hecho es que, cuando finaliza la película, nuestro cerebro la relaciona automáticamente con un color. Rushmore es blanco crudo, La vida acuática con Steve Zissou es azul, The Darjeeling Limited son el naranja y fucsia de las especias hindúes, Fantástico Mr. Fox es amarillo, Moonrise Kingdon es verde y Gran Hotel Budapest es morado y rojo.

4. Mete su universo en una bola de nieve. En su imaginario de merengue tiene lugar la comedia, pero también la acidez. Posiblemente el ejemplo más ilustrativo de esto es The Royal Tenenbaums, que bebe directamente de la familia Glass de J.D Salinger. La infancia naif es la única protagonista de Moonrise Kingdom y, si para eso hay que desdibujar los papeles adultos, se hace. Aunque esta melancolía y determinación no alcanza las cotas excepcionales de Rushmore, también es un universo minúsculo que disfruta su propio microclima, como el tren de Viaje a Darjeeling o la cándida Mr.Fox. Anderson sólo ha querido experimentar una vez, con Life Aquatic, y no le salió bien. Se quedó en ensayos con su banda sonora y con el humor surrealista.

Decimos que nos encontramos ante una bola de nieve porque, aunque con su propio microambiente extraterrígena, al agitarla se dan situaciones que te generan una empatía irreal. Su filmografía es una oda a la excentricidad por capítulos pero que jamás traspasa los cristales de la esfera. Estamos ante productos desmesurados que paradójicamente nunca se exceden en sus pretensiones y eso provoca el buen sabor de boca. Es un efecto paralelo al de Her que, sin embargo, va en dirección contraria: Jonze parece frivolidad artística y sorprende con un grato contenido. Anderson parece exagerado pero nunca se sobrepasa.

Si materializásemos esta bola de nieve, el resultado sería el corto (precuela de The Darjeeling Limited) de 13 minutos, Hotel Chevalier.

5. Enamórate de sus heroínas. Bueno, y de todos sus personajes porque no hay ninguno malo. Clave: eternamente uniformados, excéntricos, complejos y con un punto pueril. Owen Wilson y Roman Coppola son sus inseparables amigos y colaboradores, que le ayudan a hacer guiones fundamentalmente masculinos. Pero cuando han decidido incluir aire femenino, el resultado son musas instantáneas que rozan la genialidad como Margot Tenenbaum, Suzy Bishop e incluso Mrs. Fox.

6. Hallo, dream team.dream team “Es llegar, disfrazarse y hacer el tonto”, dijo una vez Edward Norton. Y esa es la pócima secreta para tener planteles como de los que puede presumir el joven Wes. Jude Law, Ralph Fiennes, Angelica Houston, Bill Murray, Willem Dafoe, Harvey Keitel, George Clooney o Meryl Streep. Basta con echar un vistazo al póster promocional de Grand Budapest Hotel para que se te haga la boca agua.

7. Mide tu pantalla con una regla y descubrirás que Wes Anderson es un chico centrado. Casi todos sus planos están concienzudamente calculados y el culpable de ello es Robert D. Yeoman. El director de fotografía -que también ha trabajado con Gus Van Sant- es muy limpio y ordenado, se cuida de tener cada elemento colocado en el lugar que le corresponde antes de gritar “¡acción!”. Tampoco deja titubear la cámara, pero sí que hay movimiento gracias a los ya mencionados travellings y a los zooms sobre los protagonistas. Otro punto, muy en relación con el de los objetos analógicos, es el alto grado de simbolismo en el que este tándem incide.

De su obsesión por la simetría a partir de un eje vertical, nace este estupendo vídeo recopilatorio.

Wes Anderson // Centered from kogonada on Vimeo.

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