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Cómics de temporada para un otoño magnífico

cowboy henk

Rubén Lardín

Esto es mentira, claro, el pueblo no reclama nada, pero los editores de cómic son seres cándidos que viven de la ilusión, no temen a la realidad cultural del país y esta temporada la empiezan con el listón muy arriba. Al menos así lo indican las últimas novedades que hemos leído, entre las cuales hay varias que tienen números para perdurar en el recuerdo (ya que no en las librerías) durante mucho tiempo.

Una de ellos es Quai d’Orsay. Crónicas diplomáticas (Norma Editorial), serie de dos álbumes ahora recogida en un solo volumen que cuenta la circunstancia que vive un talentoso joven “de izquierdas” a su entrada como asesor de lenguaje en el Ministerio de Asuntos Exteriores francés, donde deberá redactar discursos para un ministro “de derechas”, un trasunto de Dominique de Villepin que merece un retrato fascinante en sus cualidades accidentales.

Abel Lanzac, seudónimo tras el que se oculta el diplomático Antonin Baudry, colabora en este guión impetuoso y arrollador (que además trae la noticia refrescante de que no es novela gráfica sino uno dispuesto a reponernos toda la fuerza de la historieta corta y seriada) y somete sus vivencias en primera persona al dibujo culto y sensacional de uno de los mejores lápices del momento, el de Christophe Blain, que aquí se explaya en recursos hasta el espectáculo.

El tándem, que aprueba con nota la compleja maniobra de vestir de seda la mordacidad para así hacerla más corrosiva, elude posicionamientos ideológicos y habla de frente de lo que hay que hablar: de la palabra. Y lo que se lee entre líneas y entre peripecias de pasillo y despacho es estremecedor en su constatación del lenguaje como perversión, como arma de poder, de embrujo y de manipulación. Todo ello hace de Quai d’Orsay (que cuenta con una adaptación cinematográfica a cargo de Bertrand Tavernier) un libro excelente y una tremenda sátira -amable sólo en apariencia- de la infame pantomima política.

Cuentas pendientes

Errata Stigmata (Fulgencio Pimentel) es un tebeo exiguo pero de poder, un libro marcado por la sangre que pierde su protagonista cada vez que asiste a las injusticias de un mundo en descomposición. Errata es una muchacha que lleva más de tres décadas correteando la arboleda de vidas que pueblan el territorio Love & Rockets, aquella revista legendaria que sirvió a los hermanos Beto y Jaime Hernandez para sacudir el cómic contemporáneo con sagas corales como Locas o Palomar.

El talento de Beto, que hace unos meses nos ofrecía unas espléndidas memorias de infancia en Tiempo de canicas (Ediciones La Cúpula), ha residido siempre en una narración visceral que respeta y amplifica las costumbres del medio, pero sobre todo se ha hecho notar en la construcción de unos personajes que viven, aman e incluso se desangran con rigores de realidad un poco mágica. Así lo hace Errata, una criatura en principio anecdótica, que hizo su primera aparición allá por 1982 y que hoy persiste como icono de una generación, quizás no perdida pero sí algo extraviada, que con esta antología de intervenciones podrá acreditar que no, que a esta niña luminosa y post punk no la habíamos soñado.

Entre las recuperaciones, recibimos también de rodillas y con los brazos abiertos a Cowboy Henk (Autsaider Cómics), clásico moderno del tebeo belga que en nuestro país sólo había asomado, si no recordamos mal, en alguna página aislada de El Víbora. Hoy por fin cabalga el libro de lujo que merecía. Cowboy Henk recoge una selección de las historietas de este vaquero y logra dar una idea de su trayectoria, desde que fuera creado a principios de los años 80 hasta la actualidad.

Sus autores, Kamagurka y Herr Seele, son dos absurdistas apasionados de las vanguardias (esa cosa que ya quedó atrás) que nos conducen al estupor con mecanismos como las literalidades, la paradoja espacial, la extenuación del gag, la pura barrabasada o la escatología recurrente, que es lo mismo que decir el chiste de caca, un humor hoy desasistido pero de importancia vital.

La lectura intensiva se diría irregular pero sin embargo se hace adictiva, y si no nos seduce en una pieza lo va a hacer por borrachera y acumulación hasta hacernos comprender, de sopetón en sopetón, que estamos ante un personaje flamenco como él solo que porfia en la broma definitiva porque sabe que ésta no será otra que aquella capaz de cuajarse en poesía.

Juventud sónica

Si alguien podía superar en extravagancia a un belga, e incluso a dos, ése era el barcelonés Gabriel Corbera, que así lo hace en DLTLPS (Days Longer than Long Pork Sausage), un dispositivo extraterrestre, editado por Space Face Books. En DLTLPS, que es un pedazo de mundología extrañada que nos propone rebañarnos hasta nuestro confín como lectores, un par de desgraciados vagan como almas en pena por los corredores de un castillo del que no parece haber salida.

La peripecia, llena de resonancias y sonoridades, les llevará a saquear el cadáver de la muerte, a combatir hordas de demonios interiores e incluso a brindar por lo que son, poca cosa, dos marionetas de la dicha y del tedio. Las maneras de Corbera, un autor asociado a corrientes subterráneas que en otras épocas llamábamos underground, se amparan en un dibujo feísta y pasan por experimentales aunque en verdad son lo opuesto, toda una experiencia.

A la espera de que algún editor local tenga la audacia de publicarle en nuestro país, el primer trabajo largo de este autor ajeno a modas, modalidades y hasta a sí mismo cuando se pone, llega en edición norteamericana y fabulosa, en glorioso inglés macarrónico y en un blanco y negro analgésico que si a uno le viene en gana puede colorear al dictado de algún arcángel. Lo sirven aquí.

Como guinda al menú imperial de este mes, se nos ocurre que podría funcionar muy bien Pimo & Rex, un álbum presentado por la joven editorial DeHavilland, en su colección La mansión en llamas, y protagonizado por otros dos seres animalicios que comparten amistad, aventuras y el alirón alirón de vivir. Pimo & Rex, que en breve tendrá en la calle segunda entrega, es obra del alemán Thomas Wellmann, pero se sobrepone al tópico y trae humor planetario.

Evoluciona en ese contexto hibrido y colorista con ascendencia en el serial y el dibujo animado, y en su código genético mezcla la fantasía heroica, el té con gotas, el romance eventual y un mar de fondo agitado y dionisíaco. Un chupito digestivo de licor ideal antes de que el lector salga de casa con las papilas (y las pupilas) receptivas, decidido a hacerse con al menos uno de los platos que aquí estamos recomendando.

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