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Consejos infalibles de un avispado productor de telerrealidad

"En la cama con Torito". Esto ha pasado

Enric Lloveras

- El presentador debe ser alegre, un payaso con toda la dentadura, un mister musculitos adorable y sin seso, peinado impecable aunque se tire por una catarata, ropa de marca y bronceado de rayos Uva.

- Los concursantes serán malos malísimos, con capacidad de manipulación, mezclados con fanáticos, psicópatas, violentos, enanos, gigantes, feos, homosexuales con mucha pluma, cocainómanos, y adictos a cualquier cosa a los que se provocará síndrome de abstinencia.

- Las pruebas serán delirantes. Lo importante es someter a los concursantes a situaciones imposibles que provoquen fracaso, vergüenza, humillación y enfrentamientos.

- Como en las novelas, el guionista debe pensar en un giro de tuerca inesperado. ¡Provoque!. En For love or money, el dilema era “¿qué prefieres, el dinero o la chica?”. En Boy meets boy, un juego de parejas para homosexuales, la revelación final no era menos cruel: “Ese chico que te gusta y piensas que es gay, en realidad es heterosexual”.

- Recicle a antiguos concursantes, a los más locos. Al más chiflado, al más exhibicionista, al que tiene menos escrúpulos. Al que esté dispuesto incluso a matar para ganar. Mezcle a enemigos, rivales o novios peleados y tendrá conflicto garantizado.

- Convierta la sinceridad en un arma letal. Obligue a hacer declaraciones públicas de enemistad o, en el peor de los casos, de preferencia. Exagere todo lo que provoque malos rollos y, si hace falta, invente cosas que nunca han pasado pero que parezcan verosímiles. Convenza a los concursantes que les está pasando lo más importante de su aburrida vida.

- Garantice broncas familiares. Las crisis tienen que estallar en directo: una chica “cornuda” que sufre la revelación de las infidelidades de su novio adicto al sexo, o un padre que tenga a una hija muy enferma. Si las concursantes son putas es importante que, llorando, confiesen públicamente su profesión o, si se resisten, que un cliente habitual lo revele. Si el familiar enfermo muere mientras dura el concurso y se da la noticia en directo, la audiencia está garantizada.

Sanclemente: “No contaminemos los informativos”

Sanclemente entiende que las leyes que rigen los realities estén basadas en las emociones, pero se resiste a admitir que los informativos apuesten también por explotarlas para captar audiencia, y que sirvan como cebo de los programas de realidad de las cadenas. En su novela se vive la lucha del director de informativos con los ejecutivos de la cadena para evitar que los espacios de noticias se conviertan en una continuación del reality.

Sanclemente cuenta que para escribir su novela ha visto todo tipo de programas amarillos y que se ha encontrado con momentos sangrantes, como enfrentar a un violador con su víctima, o a una chica que acabó admitiendo en televisión ante su familia y su novio que era prostituta. Poco después, el novio la asesinó. Para seguir el guión, los informativos de la cadena que emitieron en reality entrevistaron al asesino, que contó el crimen con detalle.

El tercer caso del inspector Julián Ortega

En Esta es su vida el protagonista es, una vez más, el inspector de la Brigada de Investigación Criminal, Julián Ortega, que se enfrenta de nuevo a los intereses económicos de los grandes grupos de comunicación, pero que incorpora entre sus enemigos a otro poder, menos evidente, pero no menos opresivo: la Iglesia.

José Sanclemente recupera para esta novela a la pareja de Ortega, la joven periodista Leire Castelló que ya tenía un papel principal en la primera novela de la saga, Tienes que contarlo, y que en esta entrega es la presentadora estrella de los informativos de ADN TV.

Ortega y Castelló investigan aquí a la orden religiosa Los Mártires de Cristo, expulsada de la Iglesia tras conocerse cientos de casos de pederastia de su fundador, Mario Medel (inspirada en la Legión de Cristo, de Marcial Maciel).

Los Mártires de Cristo controlan empresas como Simentia y Agra que, curiosamente, son accionistas de ADN Televisión.

Las condiciones para participar en el programa investigado estremecen: “Los concursantes firmaron un contrato donde aceptaban sin límites que se podría hurgar en internet y hasta en sus cuentas corrientes. De hecho facilitaron las contraseñas, que pueden ser usadas por los responsables del programa para acceder desde su email hasta sus páginas de Facebook y Twitter”. “Gana quien ha llevado un fraude de vida, quien ha sido engañado en más ocasiones”.

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