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Un país que se hunde

Rafael Baladés / Sergio Gay

Diego está en el paro y siempre se atraganta con las uvas. Luisa, su mujer, limpia una oficina y saca unos mil euros al mes. La abuela está en silla de ruedas y da patadas a los niños, Pipo y Sandra, porque hacen esgrima con las servilletas. ¡Niños! ¡No me tiréis las uvas! ¡Jo!, van a dar las doce y tu hermano sin llegar. Es temprano todavía. Dong... Dong... Ya, mira, los cuartos. ¡Ding, dong!, el timbre. ¡Joder, qué oportuno! Dang... Dang... las campanadas. ¡¡¡CUÑAO!!! ¡Feliz Año Nuevo! ¿Dónde están mis uvas? ¡Toma, tío! Pero a Sandra se le caen. Su madre le da un pescozón. ¡Plaf! Los cristales saltan por el aire. Las uvas ruedan por el parqué. Doce perlas verdes. Diego se pone rojo, se ahoga: ¡Huy! ¡Esto es de mal agüero! ¡Esto es buena suerte!, grita “el cuñao” tirándose a por las uvas. Pipo, más rápido, salta sobre ellas, las espachurra: ¡Navidad, Navidad! ¡Pipo, estate quieto! ¡Déjalo que se divierta! ¡¡¡Callaros, coño!!! La abuela tira las uvas: ¡Qué mierda de fiestas! ¿¡Qué dice, abuela!? ¡¡¡FELIZ AÑO NUEVO!!! gritan todos los locos de la tele. (¿Dónde está el que ama?)

No nos gustan esos vecinos del sur feos e ineficientes. Queremos la independencia. Aunque sabían que todo lo que vive depende de todo lo que vive, querían la independencia. Así que durante cientos de años afanosamente cavaron un gran foso de separación, y un día, empujando todos a la vez (bueno, no todos, para ser exactos), consiguieron separarse de la pobre y fea España. Y se convirtieron en una isla. ¡¡Hurra!!... Sí, sí, pero después de otros cuantos cientos de años había ciertas cosas que tampoco les gustaban: esos boquerones que vienen de las costas de Málaga, esas molestas pijotas de Almería, ese olor a naranja de las costas valencianas, esas pateras de Marruecos... Y construyeron un globo gigante, un globo formidable capaz de levantar su isla e independizarla de ese mar de mala vecindad. El globo funcionó, les llevó muy alto, y estalló. Y allí se quedaron, girando libremente alrededor de la tierra. ¡¡Hurra!!... Así nació nuestra segunda luna, la Luna Cata, ¡ay!, la bella Cata,... Sí, sí, pero ahora dicen que no quieren girar alrededor nuestro, que no quieren ser un satélite, que quieren ser un planeta independiente y girar alrededor del rey sol. ¡Ay!, esto no se se acaba nunca. (¿Dónde está el que ama?)

Esta noche “el que ama” no ha podido dormir. Tenía que hacer una lista de ejemplos ejemplarizantes. Para la marca España. Y daba vueltas y vueltas en la cama. ¿La Roja? Vale. ¿Belén Esteban? Vale. ¿El Barsa? Vale. ¿Y el Madrid? También. Pero, ¿dónde están los ejemplos de honra y grandeza? ¿Dónde, los héroes pata negra? Harto de dar vueltas en la cama se fue a dar vueltas a la calle. Era una noche negra. Las luces relucían en los charcos. El camión de la basura le mojó bien. ¡Quítate de en medio, idiota! Una panda de borrachitos le tiró sus vasos de plástico medio llenos de alcohol: ¿A dónde vas, Barrabás? “El que ama” no reaccionaba, andaba dando tumbos, con la cabeza gacha. ¿Dónde están los sabios del sur? ¿Dónde, los Sanchos y los Quijotes? Vio unos cartones en un banco y se arrebujó con ellos. En menos de un minuto se quedó frito. Pero no había pasado ni media hora cuando llegó el propietario y le despertó a patadas. ¡Eh, tu! ¡Vete de aquí! ¿A dónde? ¡Fuera! ¡Venga! ¡Vete! Pero... (¿A dónde irá el que ama?)

Blas el viejo no es de este mundo. Es feliz. Siempre sonríe. No se entiende con los semáforos. ¡Pasa ya, viejo! Ni con las puertas. ¿Quiere usted pasar de una vez? Pero él siempre te mira y te sonríe dulcemente. En la farmacia le temen. Porque organiza atascos monumentales. Una receta, un euro, tres recetas, la del azúcar, la de la tensión y la de los dolores, tres euros. Y saca el saco los céntimos: 5, 7, 12,... 108, 113, 115... Joder, con el viejo. Y Blas se para y se vuelve, y sonríe dulcemente. Venga, hombre, que es para hoy. Hoy ha salido en la tele, en una encuesta al salir de la farmacia. ¿Que le parece a usted lo de un euro por receta? ¡Una receta, un euro, tres recetas, tres, y al que no le guste que se toque un pié! Y se ríe. A Blas le gusta hacer chascarrillos. Este de hoy ha sido trending topic total. Por la noche, Sabrina Superstar lo oyó. Y lo hizo una canción. Y ganó Eurovisión (por fin). Y se forró (por fin). Y el Ministerio de Cultura le concedió la Medalla del Mérito al Esfuerzo: “Por haber sabido convertir un abuso en una

oportunidad“. Y el viejo Blas sin pillar. Ahí está: sonriendo en los semáforos, contando en la farmacia: 101, 103... Y haciendo chascarrillos: ¿101 o 103?, si me equivoco, empiezo otra vez. No, por Dios. Qué alguien lo mate. (¿Dónde está el que ama?)

¿Tu cuánto te has “llevao”? ¡300! ¡Joder! ¿Y tu? ¡Bah!, poco, unos 50. ¡Si es que eres bobo! Ya, es que está todo tan mal. ¿¡El qué está mal!? Mira Chema, ¡200! Y eso de indemnización, después de todo lo que se llevó. ¡Ya! ¿Y Arturo? ¡500! ¡De una sola operación! Ese sí que sabe. Ya, pero yo no se qué hacer. Déjate de mariconadas, joder, que ya lo sabes: que al final no pasa nada. ¡Ya!... la verdad es que tengo unos 600, medio “apartaos”... pero no acabo de decidirme. ¿¡Por qué!? Porque tendría que cargarme un par de asesores. Pues cárgatelos. Es que tienen

hijos, hipotecas...¡Cárgatelos, coño! (¿Dónde está el que ama?)

Un país entero se ahoga. Fue hace dos noches cuando todo el mundo estaba viendo los informativos y los diferentes miembros del gobierno dieron explicaciones sobre un nuevo caso de corrupción. No me consta. No me temblará el pulso. Se investigará a fondo. Se hará una auditoria. Respetemos la presunción de inocencia. Dejemos que los jueces hagan su trabajo. En ese momento toda la población sufrió un ataque de náusea de tal magnitud y tan brutal que cuarenta y cinco millones novecientos treinta y siete mil doscientas setenta y cuatro personas murieron ahogadas en sus propios vómitos. Fue un estertor en cadena que lleno el país de muertos. Pero la pesadilla no terminó ahí. Mas bien, empezó. Porque unas horas mas tarde los muertos se levantaron y empezaron a caminar. Esa fue la primera noche en el país de los muertos vivientes. Y como todo el mundo sabe, los muertos no pagan a hacienda, no compran en las tiendas y no van a trabajar, solo devoran a los seres vivos que encuentran. Es atroz. Que Dios nos proteja. (¿Dónde está el que ama?)

Yo viví 40 días con los zombis. Veía la televisión con ellos, buscaba carroña con ellos, dormía en los cementerios con ellos... Daba un poco asco, eran todos tan feos, y tan idiotas. Además, tenía que hacerme el muerto si quería no ser comido. Y te juro que lo hice bastante bien. La prueba es que sigo vivo. Porque andaba como ellos y me arrastraba como ellos y una noche incluso amé a una zombi. No estaba mal, pero olía a muerto y le salía sangre por la boca cada vez que resoplaba. Lo peor fue que un zombi que nos estaba mirando se vino a por mi. Tuve que saltar y correr como un vivo. Afortunadamente no me descubrieron. Y después, poco después, llego el día 41. No se por qué pasó lo que pasó. Pero fue un hermoso día. El famoso día 41. (El que ama)

Un grupo de zombis se cayó a un pozo. Se destrozaron las uñas y los dientes trepando por las paredes pero no lograron salir. Pensaron que necesitarían ayuda. De alguien superior: un líder protector, un padre. Eso jamás. Nunca pediremos ayuda a quién nunca nos ayudó. Nunca llamaremos a quién nunca nos oyó. Pero quizá la desesperación, quizá una fuerza desconocida que había en el fondo de sus tripas, algo imparable hizo que sus bocas emitieran un gemido: ¡Pa!... ¡Pa!... E inmediatamente una mano de luz les sacó del pozo. Y una vez fuera vieron que sus heridas se curaban y que estaban... vivos, vivos de verdad, y vieron los colores y la luz y todo ese puto rollo de los pajaritos y las flores resplandeciendo bajo un sol de oro, y según iban caminando, una luz blanca barría el mundo en ondas expansivas que resucitaban a los muertos vivientes: ¿Qué ha pasado? ¿Dónde estoy? ¿Porqué tengo esta ropa hecha polvo y la carne desollada? Sin saber responderse y sin poderlo evitar, cada uno se dirigió a su sitio y nuestro querido país empezó a funcionar de nuevo y todos decían: yo soy el que ama, yo soy el que

ama... Fue muy hermoso aquel primer nuevo día, aquel último día en el país de los muertos vivientes. El famoso día 41.

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