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Diez años de una generación que nunca fue tal

El escritor Agustín Fernández-Mallo.

Paula Corroto

Ni nació del bote de untar, ni fue una generación literaria, ni lo vieron nunca como una etiqueta comercial. Agustín Fernández-Mallo (A Coruña, 1967) y Eloy Fernández-Porta (Barcelona, 1974) formaron parte de aquello que a mediados de los años 2000 se llamó Generación Nocilla, epónimo tomado de la primera novela de Fernández-Mallo, Nocilla Dream, publicada por Candaya en 2006. Aun hoy, cuando ya han pasado casi dos lustros, luchan por desligarse de aquellos conceptos que durante mucho tiempo impregnaron la prensa cultural.

“Que yo sepa, dos personas que se llevan 16 años [1960-1976], como [Germán] Sierra y [Robert] Juan-Cantavella, no forman parte de la misma generación. La primera vez que me preguntaron por eso fue en 2007, y dije que había una serie de corrientes creativas que atravesaban los terrenos del arte, la narrativa, la poesía, la música y otras manifestaciones culturales, y en las que participan autores diversos. Sigo pensando igual”, afirma contundente Fernández-Porta a eldiario.es. El otro Fernández no le va a la zaga: “Fue una etiqueta desafortunada porque particulariza en mi obra. Lo que sí hubo fue una corriente narrativa nueva. No se puede hablar de generación, pero sí de nuevos presupuestos y una nueva forma de narrar”.

Esta vista atrás procede de la reciente aparición en un solo volumen del proyecto nocillero –Nocilla Dream, Nocilla Experience (2008) y Nocilla Lab (2009)– de Fernández-Mallo en Alfaguara. El título de los libros, en realidad, surgió a partir de una canción de Siniestro Total de 1982 que decía ‘nocilla, qué merendilla’. “Es bastante absurda, pero muy inteligente porque practica una especie de punk dadaísta”, explica Mallo.

Pero el bautismo del grupo supuestamente generacional y en el que también se incluyó a escritores como Jordi Carrión, Javier Calvo, Lolita Bosch, Juan Francisco Ferré o Álvaro Colomé, tuvo que ver con la etiqueta de los periodistas. Fernández-Porta incluso apunta al nombre de la periodista Elena Hevia, quien lo veía más comercial que denominarlo ‘Generación afterpop’; para otros fue Nuria Azancot la autora del apodo. Durante un tiempo también se barajó el nombre de ‘Mutantes’, que venía de un libro homónimo en el que se incluía a una veintena de jóvenes escritores.

Carne fresca

No obstante, tanto Mallo como Porta reconocen que bajo aquellos epígrafes sí había algo de carne fresca en la literatura del momento que también aprovechó lo que estaba sucediendo en la industria del libro. “Sí es cierto que aquello tuvo que ver con una época en la que aparecieron multitud de pequeñas editoriales, muchas de las cuales continúan, y con que había un hartazgo del público y de la crítica por una literatura que llevaba mucho tiempo haciéndose y que era estéticamente conservadora. Faltaba algo para completar el mapa”, sostiene el autor gallego.

También era la primera vez, según Porta, en la que “aparecieron en escena los hijos del giro cultural, esto es, la primera promoción de escritores que se habían formado en carreras como Teoría Literaria, Literatura Comparada o Humanidades, y que abordaban el posmodernismo como un fenómeno que ya había ocurrido y no como una novedad”.

Ellos trajeron una nueva forma de narrar, fragmentada, con muchas alusiones eruditas y otras relativas a la cultura más pop, como la publicidad y la música, llena de metáforas poéticas, que, más allá de los artículos en la prensa, tuvo una buena recepción entre los lectores que buscaban frescura, nuevos símiles y estructuras. Fue, además, en un momento en el que, por otra parte, España vivía una burbuja económica, una bonanza del ladrillo y un boom de relatos épicos e históricos. Porque España era grande. Y, de repente, esta corriente hablaba de otra realidad.

“Yo creo que todos estos libros empatizaron porque no hablaban de grandes acontecimientos, de grandes hacedores, ni grandes momentos del consumo universal. Son pequeñas historias de mucha gente del planeta que vive casi siempre en soledad y que se dedica a vivir su soledad de manera tranquila y va haciendo actos morales y estéticos muy importantes. No tenía nada que ver con el momento hiperconsumista. Era un contrapunto a todo aquello”, manifiesta Mallo.

Porta explica el éxito desde un terreno más socio-económico: “Si libros como estos alcanzaron una difusión mayor de la que cabía esperar, se explica en parte por la reorganización de los canales que se da a finales de la década pasada. Cuando el concepto de escena indie se traslada al campo literario, se define un target de lectores que no estaba identificado hasta aquel momento y ganan cada vez más importancia las secciones de libros en prensa de tendencia y musical, además de los blogs, que aquí han tenido mucho más peso que en ningún otro país del ámbito hispánico”.

Entre malentendidos y enfrentamientos

Esto también puede explicar en cierta medida por qué a la Generación Nocilla se la denominó fenómeno comercial y extraliterario. Si bien Mallo empezó publicando en Candaya, pronto sus libros fueron adquiridos por Alfaguara. Y el resto de autores también comenzaron a publicar en grandes editoriales. Parecía que había que aprovechar el momento y, si la música indie –desde Los Planetas a Sidonie– comenzaba a ser mainstream –al menos en ciertos círculos– y podía dar dinero, ¿por qué no, la literatura?

No obstante, el autor gallego niega la mayor. “Las obras están ahí. Un fenómeno comercial se produce cuando se lanza desde un lugar muy determinado de poder porque puede fomentar ese fenómeno. Y además eso no perdura. Pero el proyecto Nocilla sigue teniendo muchos lectores. Se hacen incluso tesis doctorales. Se puede engañar a alguien un día, pero no puedes estar años engañando porque la gente no es tonta”, afirma. “Lo de ‘fenómeno’ lo entiendo como un modismo comunicativo, y no como un juicio acerca de mi trabajo”, añade Porta.

Pese a la negación del concepto ‘generación’ y de otras tantas etiquetas y “malentendidos, porque hubo unos cuantos que como que dijeran que mi literatura no era realista, que no tenía ideología y que era frívola”, apunta Mallo. Ambos escritores coinciden en que aquel grupo también consiguió ser, hasta la fecha, la última corriente literaria realmente nueva en España, o, al menos, como apostilla el autor catalán, “una de las primeras de la era digital. Y que hizo posible que entraran en relación autores de varios puntos del país y diera lugar a una dinámica deslocalizada que, a diferencia de la mayor parte de las corrientes literarias, no nació en Madrid ni tuvo su sede allí ni fue protagonizada por autores de allí, lo cual explica algunas de las reacciones que se dieron”. O ‘malentendidos’.

Para los dos, todos aquellos postulados literarios continúan vigentes casi diez años después. “Un lector que no supiera nada hoy vería mi proyecto totalmente actual. Lo más destacado de mis libros es cómo todas esas historias se unen mediante una especie de corriente poética, que es lo que aporta consistencia a la trilogía. Y se sentiría identificado, porque hay muchas historias que apelan al sentimentalismo, al odio, la muerte y otros temas clásicos”, confirma Mallo. De hecho, el proyecto sigue con el espectáculo de Spoken Word, Fernández & Fernández, que llevan años desarrollando ambos y en el que juegan con la poesía, la música y demás presupuestos de la cultura pop.

Es su pica en un momento en el que, para el autor gallego, se respira menos inquietud literaria que en años precedentes: “En tiempos de crisis económica, pero también extendida a todos los ámbitos, aparece el miedo, y el miedo nos lleva a todos a presupuestos estéticos más conservadores. Aunque también sería falso decir que eso equivale a volver a una narrativa conservadora de hace treinta años, ya que nos estaríamos olvidando de que el terreno experimental que se ha ganado queda ahí y es un poso. El nuevo realismo también lo ha adoptado y lo va metiendo en su ADN cultural”, sostiene Mallo.

Nunca nada es igual que lo que había antes. Tampoco para los dos escritores. “Lo que ya está hecho no me apetece repetirlo. Lo que me interesa es la investigación poética de la realidad y voy ensayando cosas que pueden alcanzar metáforas interesantes”, apunta el escritor gallego. Su nuevo libro, el próximo enero. Mientras tanto, aún queda bote del que leer.

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