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La Feria del Libro de Madrid capea en esta edición los errores del año pasado: “No cabe todo el mundo”

Begoña Villacís, Marta Rivera de la Cruz, la reina Letizia y José Luis Martínez Almeida, en la inauguración de la Feria del Libro este viernes.

Mónica Zas Marcos

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La Feria del Libro de Madrid 2022, la primera con una mujer directora al frente, abre sus puertas del 27 de mayo al 12 de junio en su habitual espacio del Retiro. La periodista Eva Orúe llegó en enero con muchas ideas, poco tiempo para ejecutarlas y el fantasma de la caótica última edición pululando entre las conversaciones del gremio literario. El músculo organizativo de la feria se enfrió tras estar dos años sin actividad por culpa de la pandemia y se sumaron varias polémicas que enturbiaron la versión otoñal del evento el pasado septiembre.

Colombia, el país invitado en 2021, fue foco de conflictos políticos. La reducción del espacio provocó colas de hasta un kilómetro en algunas firmas de youtubers y superventas que colapsaron las casetas e impidieron el paso hacia otras. Pero, sin duda, el golpe definitivo lo propinó una decisión de la anterior dirección que enfureció a las editoriales pequeñas. La feria creó un llamado Espacio Experimental –más conocido como isleta– donde reunió a algunos sellos editoriales de menor tamaño. A los visitantes les costó reparar en ellos y las ventas constataron que había sido una mala idea, pues arrojaron cifras de hasta un 40% menos que el resto de casetas.

“Ahora solo espero sanar heridas que se produjeron entonces y escuchar las reivindicaciones de todos”, prometió la nueva directora, Eva Orúe, al tomar el relevo de su antecesor. Seis meses más tarde y con la primavera, la Feria del Libro recupera su aroma prepandémico. Este año no hay isleta. La 81 edición trae novedades, pero no grandes inventos. Son detalles que la hacen sostenible, conciliadora y menos controvertida, pero Orúe reconoce que el trabajo gordo les espera a partir de julio, cuando se reúnan para afinar la edición del año que viene.

“La reflexión que tenemos pendiente es cómo hacer que el inmensamente rico y diverso sistema editorial español esté bien representado. No nos ha dado tiempo este año antes de la feria, porque levantarla ya ha sido un esfuerzo ímprobo”, reconoce la directora a elDiario.es. “Nuestra idea es trabajar durante julio para preparar las condiciones nuevas, de manera que en septiembre tengamos un reglamento adecuado”, desvela, y añade: “No somos ciegos. Vemos perfectamente los problemas”.

La solución que encontraron el año pasado no gustó en absoluto a los afectados, pero Eva Orúe la sopesa desde dentro. “Yo también fui crítica cuando pasé por aquí, pero cuando te explican las condiciones en las que se hizo, lo cierto es que no había posibilidad de hacer otra feria”, dice comprensiva hacia su equipo predecesor. Y, aunque suene dura, es tajante: “La otra opción para esas editoriales era no estar”.

Un parche temporal

La Feria del Libro se sustenta sobre su aspecto económico y ninguno de los equipos directivos, ni antiguos ni nuevos, lo han negado nunca. “Hemos mantenido lo sustancial y lo sustancial es que esto es un mercado de libros. La gente viene aquí a vender y a muchos expositores les salva el año”, explica Orúe. Con ese objetivo en mente, el reto está en lograr un equilibrio entre la presencia de librerías, editoriales y pequeños sellos que pujan y hacen una inversión importante para conseguir una caseta y lograr cierta visibilidad.

Las 30 editoriales de la isleta sintieron que el año pasado salieron perjudicadas de manera consciente y firmaron un comunicado. “Para no repetirlo ha sido muy fácil: nos han dejado hacer la feria larga y así se acabó la isleta”, responde la directora. Además, la organización les ha pedido a algunos libreros y editores que cedan parte de su espacio para dar cabida a más sellos. En total habrá 378 casetas para 423 expositores en un espacio de 1,3 kilómetros, “el más grande del siglo XXI”.

“Las casetas pueden ser de tres metros o de cuatro, y todos los editores van a tener de tres. Los grandes grupos, como Planeta, también. Y los libreros, que por norma tienen casetas de cuatro, han aceptado reducir su espacio”, enumera Orúe. “Todo ello es de manera excepcional, lo que no quiere decir que el año que viene todo el mundo vaya a renunciar a sus metros para que quepa más gente”, admite. Es decir, han puesto una tirita al problema de la representación, pero el año que viene el fantasma de las ediciones pasadas volverá a sobrevolar.

No quiere decir que el año que viene todo el mundo vaya a renunciar a su espacio en la caseta para que quepa más gente

Eva Orúe Directora de la Feria del Libro de Madrid

“Necesitamos decidir qué feria queremos ser, porque esto no puede crecer indefinidamente. La evidencia es que no todo el mundo cabe, entre otras cosas porque el espacio del que disponemos en el Retiro es el que es y va a seguir siéndolo hasta 2024”, admite la directora. También es consciente de que tienen que trabajar para “sacar el mayor partido posible y dar satisfacción a cuanta más gente, mejor”, y aún así es difícil que llueva a gusto de todos. Este año, a pesar de los parches, algunos se han quedado fuera por un nuevo requisito.

Este año no pueden acceder a una caseta aquellas editoriales que hayan publicado menos de seis novedades en el ejercicio anterior, en 2021. “Me hace gracia que la nueva directora de la Feria del Libro de Madrid presuma de la presencia de editoriales pequeñas precisamente el año que nos han dejado fuera a unas cuantas con un nuevo reglamento”, se quejó el sello Es Pop Ediciones en Twitter. “Y van y lo implantan este año, sabiendo cómo fue 2021”, decían en referencia a la caída de ventas, la crisis del papel y la competencia feroz de las grandes empresas. Es Pop no ha querido profundizar en su caso al ser contactado por este diario.

“Para estar en la feria tienes que estar metido en la red de librerías o en un gremio de editores o de distribuidores. Y las editoriales pequeñitas ni siquiera tienen distribuidora que les pueda vender en una caseta”, justifica Eva Orúe. Esta es una de las cosas que van a repensar de cara a septiembre, porque sabe que algunos microsellos que no hacen una producción masiva “eligen mucho, trabajan muy bien” y a veces no tienen fondos para agremiarse o para alquilar una caseta. El precio de este arrendamiento es 1.670 euros para los libreros —pues obtiene un margen menor en la venta de cada libro— y 2.434 euros para los editores. “Hay que buscar una fórmula para ver qué cabida se les puede dar”, confía.

Sin megafonía, planos impresos ni país invitado

Esta edición fue diseñada realmente en tres meses, porque en “Semana Santa ya estaba todo organizado”. Entre los pocos cambios que Orúe pudo introducir estaba algo que tenía en mente desde el principio: eliminar la megafonía y los planos en papel. “Es verdad que mucha gente lo pedía, pero lo usaba el rato que andaba por la feria y luego lo tiraba a la basura”, dice sobre los últimos. Para evitar ese gasto de papel, los han sustituido por puntos de información, planos en pantallas, códigos QR y un servicio de empleados con polo naranja que resolverán in situ todas las dudas.

Más controvertido ha sido el fin de la megafonía: “Hay un componente nostálgico en la cantinela que nos ha acompañado durante años en la feria”, reconoce. Pero el bucle de autores y firmas podía durar una hora y cuarto, y Orúe defiende que nadie esperaba ese tiempo a que saltase el nombre de su escritor o escritora.

“La feria es muy invasiva porque montamos cientos de casetas, entramos con camiones y la visita un montón de personas –384.000 en la de septiembre– y necesitamos ir avanzando en el tema de la sostenibilidad y de la contaminación acústica”, asegura, aunque le quedó pendiente incluir la energía solar para no llenar todo el parque de generadores. “Tenemos que cuidarlo porque el Retiro es un jardín histórico”, apunta.

La feria es muy invasiva y necesitamos ir avanzando en el tema de la sostenibilidad y de la contaminación acústica

Eva Orúe Directora de la Feria del Libro

En cuanto a la falta de país invitado, la razón no ha sido otra que accidental. En el último momento, los representantes del país con el que se había cerrado el acuerdo se echaron para atrás por la incertidumbre pandémica. “Si ponían en marcha todo el plan y, por lo que fuera, los autores no podían venir, les suponía un gran trastorno”, explica Orúe, que prefiere no dar pistas sobre la nacionalidad invitada por si pudiera volver a participar en un futuro.

Para compensar, la invasión de Ucrania estará presente con un coloquio sobre cómo el ataque de Putin ha llevado a la Unión Europea a poner el foco en el Este y se celebrará otro sobre la desinformación. Habrá “menos presentaciones de libros y más debates” y se completará la feria con acuerdos con otras instituciones cercanas, homenajes a autores fallecidos y en especial uno a Almudena Grandes. “Como diría mi abuela, hemos hecho de la necesidad, virtud”, resume Eva Orúe.

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