Has elegido la edición de . Verás las noticias de esta portada en el módulo de ediciones locales de la home de elDiario.es.
La portada de mañana
Acceder
Feijóo se alinea con la ultra Meloni y su discurso de la inmigración como problema
Israel anuncia una “nueva fase” de la guerra en Líbano y crece el temor a una escalada
Opinión - Junts, el bolsillo y la patria. Por Neus Tomàs

Juan Genovés, la historia del autor que pintó el emblema de la amnistía a los presos políticos en la Transición

'El abrazo', de Juan Genovés. Acrílico sobre lienzo.

Rocío Niebla

2

Durante el primer año de la Transición, 1976, varios hechos dejaron constancia de que la puerta del fascismo estaba abierta y costaría cerrarla. Es el año de “la matanza de Vitoria”, cuando más de cuatro mil obreros se pusieron en huelga encerrándose en la iglesia San Francisco de Asís, en el barrio de Zaramanga, en Vitoria, y el desalojo por parte de la policía, con munición real y gases lacrimógenos, que causó centenares de heridos y cinco muertos. En el 76, el clamor popular pedía cambios firmes hacia las libertades, así como la promulgación de la amnistía que acabase con las penas de miles de presos políticos. He aquí el importante papel de Juan Genovés (Valencia, 1930 – Madrid, 2020) y una imagen, más tarde hecha monumento en recuerdo a los abogados asesinados de Atocha: El abrazo.

Genovés había pintado una serie de cuadros con fondos blancos y figuras de hombres con tonos terrosos. En todos ellos solo hay una mujer en un margen, que espera con los brazos abiertos a alguien que no sabemos si está por llegar o no llegó nunca (según el artista, espera al futuro). El cuadro se llamó El abrazo, y en 1976 se expuso en Zúrich. La Junta Democrática (encabezada por el PCE) lo consideró idóneo para plasmar el sentir popular, así que se imprimieron medio millón de carteles que abrazaron las calles pidiendo la amnistía. Genovés fue detenido durante siete días y un grupo de artistas se encerró en la sala 8B del Museo del Prado para protestar y pedir su libertad.

100%

Juan Genovés. Ciudadano y pintor (Turner, 2021) es una biografía firmada por tres entendidos y maestros del mundo del arte: el crítico Mariano Navarro, la crítica e historiadora Alicia Murría y el especialista en arte contemporáneo Armando Montesinos. Nos cuenta Mariano Navarro que “hace seis años empezamos a trabajar en el libro. Lo fundamental son las entrevistas con Genovés, así como entrevistas a todo su entorno, como su familia o las personas que compartieron con él aventuras políticas o artísticas. También hemos manejado el archivo propio de Genovés situado en su casa de Aravaca”. Las palabras de Juan Genovés se trasladan a veces en un parafraseo que hace que leamos al artista valenciano hablando en primera persona.

Leemos en el libro sus palabras directas: “El abrazo lo compró enseguida un coleccionista de Chicago y, un par de años más tarde, siendo Felipe Garín director de Bellas Artes, propuso comprarlo porque lo consideraba un documento histórico”. Aquí aparece Pierre Levay, director de la galería Marlborough, que convenció al coleccionista de un intercambio: “Se lo cambió por un cuadro mío, solo un poco más grande que El abrazo”. Genovés cuenta que su cuadro volvió a España a finales de 1978 y que los responsables del Museo Español de Arte Contemporáneo “lo sepultaron en sus inagotables y farragosos almacenes”. Cuando se preguntaba por él “nos decían que no lo tenían, que el cuadro no había llegado, y teníamos la factura de la aduana. Se llegó a publicar en la prensa que se había perdido”.

“Lo habían escondido”

Hasta que, por empeño, dos operarios del museo afiliados a CCOO se pusieron a buscarlo y casi dos meses después dieron con el cuadro. Dice Genovés que “lo habían metido dentro de una caja y esta, en otra caja más grande. ¡Lo habían escondido, vamos!”. Se publicó en la prensa el hallazgo, lo expusieron un par de meses y de nuevo de vuelta al almacén. “Venían periodistas de fuera a hablar de la Transición, me ponían el cuadro detrás de la entrevista y luego lo volvían a guardar. Las entrevistas las hacíamos directamente en el almacén”. Genovés asegura que, si alguna institución lo pedía para exponerlo dentro del territorio español, no lo prestaban: “Solo lo hacían para muestras fuera del país, pero aquí no, aquí encerrado”.

El emblema de la amnistía que estaba preso, valga la redundancia. Genovés asegura que El abrazo salió para una exposición en el Museo Thyssen en 2014 (sobre los mitos del pop): “Allí le pregunté a Manuel Borja-Villel, director del MNCARS, que por qué no estaba colgado. Y me contestó: 'Tengo muchas tensiones'. ¿Tensiones de quién? Un cuadro que representa a gente abrazándose, no sé cuál es el problema. Caí luego en que para la extrema derecha ese cuadro significa el triunfo de los rojos”. Genovés sentencia: “Esas tensiones vienen de esas personas importantes del país, de esas oscuridades”.

Finalmente, a propuesta de Izquierda Unida (y con gestiones mediante de CCOO), El abrazo luce en el Congreso de los Diputados desde 2016. Situado en el Salón de los Pasos Perdidos, junto a los retratos de dos presidentes de la Segunda República: Manuel Azaña y Niceto Alcalá Zamora. Antes de fallecer, Genovés mostró en varias ocasiones su rechazo por la dificultad que eso suponía para la ciudadanía, dado que se necesita una instancia por escrito para visitarlo. La burocracia hace que “sea más fácil verlo cuando estaba en el sótano del Reina Sofía”.

El artista confesó a los tres escritores de su biografía: “Siempre he dicho que ese cuadro no me corresponde, lo he pintado yo, pero la imagen la han hecho miles de españoles. Si esa gente lo ha hecho suyo, yo no tengo autoridad para decir '¿qué hay de lo mío?'”. Es por eso que los derechos de autor del cuadro los donó a Amnistía Internacional: “Al tiempo que se hizo el póster de El abrazo, Amnistía Internacional hizo también uno, de peor calidad, pero con cuya recaudación se fundó”.

Juan Genovés también es autor del monumento del número 55 de la calle Atocha de Madrid, lugar en el que asesinaron a los abogados laboralistas el 24 de enero de 1977. El monumento de Atocha es una de las pocas incursiones del artista en la escultura. Y cuenta: “El día de la inauguración, el 10 de junio de 2003 (…) el lugar estaba abarrotado, el alcalde dio su speech y luego yo. Entonces vi que la gente se desconectaba de lo que estaba yo diciendo, incluso la persona a la que miraba, así que acabé de hablar de mala manera en medio del runrún creciente. ¡Lo que ocurría es que acababa de darse el ”tamayazo“ en la Asamblea de Madrid!”.

Etiquetas
stats