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Más luz sobre las cárceles secretas de la CIA

Dos soldados trasladan a un detenido en un campo de prisioneros de Guantánamo. Foto: Wikimedia

Joaquín Pi Yagüe

La nueva información aportada por el libro Negative Publicity: Artefacts of Extraordinary Rendition, de reciente publicación, sigue sin apartar a España del entramado logístico y de infraestructuras supuestamente utilizado por la CIA para desarrollar su programa de secuestros e internamiento de prisioneros en cárceles secretas repartidas por varios países del globo.

Junto al considerable material documental en forma de facturas, conciliación de las mismas y registros de aterrizaje, entre otros, se ofrece al lector una serie de fotografías aparentemente inocuas, que a simple vista no dicen nada al observador, pero que de alguna manera u otra guardan estrecha relación con este programa concebido y puesto en práctica presuntamente por el espionaje estadounidense.

En una de estas fotografías, tomada en septiembre de 2014, se observa una piscina cubierta rodeada por una terraza acristalada. De acuerdo con la información aportada por los autores en su reseña para la revista del Financial Times, corresponde a una parte de las instalaciones del Hotel Gran Meliá Victoria y en ellas supuestamente se relajaron los miembros del equipo de agentes operativos y de la tripulación que viajaban en el vuelo N313P en enero de 2004, después de trasladar presuntamente a Binyam Mohamed de Marruecos a Afganistán y a Jaled al Masri de Macedonia al mismo país asiático.

No solo un hotel en España

Este hotel no fue el único en el que se alojaron, según confirma a este diario Felipe Armendáriz, periodista que cubre la información de tribunales para Diario de Mallorca y que destapó el caso: “También durmieron en el Son Antem de Lluchmayor y […] en el Royal Plaza, de Ibiza capital”.

Armendáriz recuerda también cómo las informaciones publicadas en el periódico balear dieron pie a las actuaciones legales: “Nuestras investigaciones sirvieron para que se abriera una investigación judicial en el Juzgado de Instrucción 7 de Palma que después se inhibió en favor de un juzgado central de Instrucción de la Audiencia Nacional, cuyo titular es Ismael Moreno. Lamentablemente, este juez archivó el caso años después y la Sala de lo Penal confirmó ese sobreseimiento”.   

Aunque en España la notoriedad y repercusión de los vuelos de la CIA vino dada por las informaciones del Diario de Mallorca sobre todo en 2005; cuando estas cesaron el asunto no terminó en las noticias de actualidad de ese momento, como señala Armendáriz: “Nosotros dejamos el caso en 2006, pero sí que han salido multitud de datos tanto de medios de comunicación como de informes e investigaciones efectuadas por organismos internacionales o entidades protectoras de los derechos humanos”.

“Cooperación necesaria” inexistente

El sobreseimiento del que habla Armendáriz se refiere al llevado a cabo por la Sala Segunda de lo Penal de la Audiencia Nacional. De esta noticia se hizo eco La Marea el 12 de enero de 2015 y, según este medio, el archivo se produjo al entender que no existía “'cooperación necesaria'” en España con los responsables de los vuelos para cometer los delitos que allí se estarían produciendo“. De esta manera se daba carpetazo al recurso presentado por la acción popular compuesta por la Asociación Libre de Abogadas y Abogados, Izquierda Unida y la Asociación Pro Derechos Humanos de España.

De los tres magistrados que se pronunciaron en esa Sala Segunda de lo Penal, hubo uno que votó en contra del sobreseimiento en un escrito razonado de treinta folios, según manifestaba la agencia EFE en una noticia de la que se hizo eco La Vanguardia. Se trata de José Ricardo de Prada quien consideró que no se habían practicado “las diligencias mínimas imprescindibles para la investigación de los hechos” y a su entender se había producido “un cierre prematuro y arbitrario del procedimiento que impide la investigación y persecución penal de crímenes internacionales […]”.

Si aparte de utilizar presuntamente el territorio español para hacer escala con uno de sus vuelos los servicios secretos estadounidenses retuvieron aquí a alguno de sus cautivos, es algo que descarta por completo uno de los autores del libro y responsable de la documentación y de los datos aportados al mismo, Crofton Black, en declaraciones a eldiario.es: “El hotel en Mallorca [Gran Meliá Victoria] fue utilizado por la tripulación en el intervalo de sus misiones. Así que no tuvieron a ningún prisionero allí con ellos”.

Ni siquiera a alguno retenido en el avión, ya que “volaron de Marruecos a Kabul con un prisionero, Binyam Mohamed. Después fueron a Argel, probablemente para depositar algunos prisioneros allí. Y tras esto volvieron a Mallorca para descansar, sin prisioneros. Después fueron a Macedonia el 23 de enero, agarraron a Jaled al Masri y lo llevaron a Afganistán”, detalla Black, para quien es evidente que la labor de periodistas como Armendáriz posibilitaron que el caso tuviera un notable eco a pesar de que Mallorca había sido presuntamente utilizada solo para hacer escala y no para alojar una cárcel clandestina. “A causa de las acciones de periodistas y policías en Mallorca, se grabó a personas que iban en el avión, es decir, a la tripulación y el equipo de agentes operativos. Esto permitió a los investigadores identificar a algunas de las personas que participaban en los vuelos secretos”, dice Black.

Una presunta reclusión ilegal con resultado de muerte

Preguntar por la posibilidad de que Mallorca pudiera haber albergado un centro o, por lo menos, un punto donde supuestamente se hubiera retenido a algún sospechosos de terrorismo tras su captura no parece del todo descabellado si atendemos a lo que cuentan en su reseña del libro Edmund Clark y Crofton Black.

Fue precisamente el caso de Jaled al Masri. Arrestado este por la policía de Macedonia al ser confundido con un sospechoso perteneciente a Al Qaeda que tenía el mismo nombre, se le entregó a la CIA. Según los autores del libro “se le retuvo en una prisión secreta en Afganistán durante cuatro meses antes de que la CIA se diera cuenta de su error”.

Más tarde, Al Masri demandó al que por aquel entonces era director de la agencia, George Tenet, por “encarcelamiento y tortura”, pero EEUU desestimó su caso amparándose en lo que los autores del libro denominan “privilegio del secreto de Estado”. Al Masri no se dio por vencido y el Tribunal Europeo acabó dándole una compensación. El objetivo de la cámara de Clark logró inmortalizar la cama de un hotel en Macedonia donde Al Masri “permaneció atado durante 23 días antes de ser trasladado en un vuelo a unas instalaciones de Afganistán”.

Desde luego el caso de Al Masri no fue el que peor final tuvo. Según cuentan los autores, en el haber del programa de detención, transporte y retención de presos al margen de la ley también hay una víctima mortal. Clark y Black se refieren a Gul Rahman, un joven detenido afgano que “murió de hipotermia en 2002” en “la prisión de Salt Pit, al noreste de Kabul”. “Fue enterrado en una tumba sin nombre”, concluyen en su reseña. El informe del Senado de EEUU en torno al programa de la agencia de inteligencia entra más en detalle en las condiciones de encarcelamiento de los presos en esta instalación en particular.

En el libro también se puede encontrar dos dibujos realizados por Mohammed Shoroeiya que fueron aportados al informe del Senado de EEUU y donde se puede ver una caja de madera con candado y sin ventanas, solo con algunos agujeros practicados, donde lo “encerraban desnudo” y una tabla inclinada donde “lo amarraban con correas” durante su estancia en Afganistán. A pesar de esto, la pesadilla de Shoroeiya no acabó ahí. Opositor a Muamar el Gadafi, “fue trasladado en un vuelo contratado por la CIA a Libia” en agosto de 2004, donde volvieron a encarcelarlo. No salió hasta febrero de 2011.

Los autores juegan con las palabras del título de su libro y las relacionan con el desarrollo posterior de los acontecimientos y con la situación actual en torno a este asunto en EEUU: “Los documentos y fotografías en los que hemos buceado son artefactos físicos de los vuelos secretos. En un momento en el que un presidente de EEUU ha fracasado a la hora de cerrar los campos de internamiento de la Bahía de Guantánamo después de dos legislaturas y en el que uno de sus posibles sucesores [Donald Trump] quiere 'traer un infierno mucho peor que [la tortura del] submarino', la publicidad negativa que suscitan estas imágenes es un indicador de como la ley se ha esfumado”. 

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