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Opinión - Vivir sobre un polvorín. Por Rosa María Artal

Depeche Mode o el paradigma del espectáculo

El líder de Depeche Mode, Dave Gahan, durante su actuación

Jesús Travieso

Cuando tienes la vida resuelta gracias a la música, ya lleves cinco o treinta años sacando discos y llenando conciertos, tienes dos opciones: relajarte, sabedor de que vas a triunfar y vender hagas lo que hagas; o seguir dándolo todo en cada nuevo trabajo o concierto, que es la fórmula más arriesgada pero a la vez la más agradecida por el público. Muchas bandas jóvenes pecan de lo primero, aun con la energía evidente que atesoran por lo obvio de la edad o por no haberse dado tanto a los excesos al haber dispuesto de pocos años para ello.

Las que curiosamente siguen entregándose y buscando la forma de hacer disfrutar a sus seguidores son las que ya han vivido todo lo que les ha tocado en el negocio musical. Su experiencia les permite dar en la tecla adecuada y nunca fallar a la hora de enfrentarse al escenario. En definitiva, les facilita no desgastarse haciendo lo justo. Quizá éstas sean las razones de que Depeche Mode solo sepa dar conciertos espectáculo, en los que hasta el que conoce pocas canciones sale encantado y con ganas de más.

El conjunto británico de cincuentones liderado por Dave Gahan y Martin Gore tiró de oficio y complicidad con el público para salir ovacionado de Madrid, donde actuaron las noches del viernes y el sábado ante un Palacio de los Deportes a reventar. Y entre los bailecitos amanerados de Gahan, clásicos alargados y canciones de su último disco, Delta Machine, los miembros de Depeche Mode se bastaron para ofrecer una exhibición de dos horas.

Con un inicio en el que tiraron de lo reciente, al apostar por Welcome to my World para abrir y por Angel para continuar, ya se veía de qué iba a ir la historia: Gahan presumiendo de movimientos cuasi de ballet, Gore centrado en su guitarra (cuando no cantaba), mientras los otros tres protagonistas de la noche tocaban y alentaban al público en cuanto podían. Y así durante 120 minutos. No les hizo falta más.

Entre Gore y el temazo

Porque fue cuando empezaron a rescatar sus éxitos de antaño, como Walking in my shoes o Precious, con los que engancharon del todo a la mayoría de treintañeros y cuarentones que llenaban la pista y las gradas del recinto. Después, y mientras Gahan se cambiaba su chaleco, sonaron Black Celebration, Should be Higher o Policy of Truth.

Ahí se paró todo para que Martin Gore tirase de galones por ser el compositor de la banda durante tres décadas para quedarse solo en el escenario e interpretar temas en acústico en dos tandas. Los elegidos fueron Slow, But Not Tonight y Shake the Disease.

Los momentos intimistas acabaron ahí, ya que el resto del concierto, que fue el paradigma del espectáculo, estuvo centrado en la búsqueda de la comunión con el público por parte del grupo y en temazos que todo el mundo conoce. Antes de todo eso, a la fiesta se sumó Heaven, una de las mejores de este último disco de Depeche Mode que supuso el inicio de unos minutos de explosión.

Y es que tras Behind the Wheel, A Pain That I'm Used To y A Question of time, llegaron las estrellas de la noche.

La primera en sonar fue Enjoy the Silence, para la que se aprovechó el dinámico escenario con varias naves de luces que subían y bajaban, así como las pantallas gigantes dispuestas por el recinto, para que su interpretación fuese más visual. Conscientes del poder de una canción así, la alargaron hasta casi el doble de su duración normal, lo que Gahan aprovechó para seguir con sus gestos amanerados con los que incitaba al público a aumentar la intensidad de sus gritos. Lo mismo ocurrió con Personal Jesus, con la que se hicieron de rogar al no “romper” hasta que pasaron algunos minutos y muchos pedían a gritos poder saltar con su reach out and touch faith.

Un bis de media hora

Tras enardecer al público con dos piezas históricas, y tras otro cambio de chaleco y más bailecitos de Gahan, regresaron para finiquitar el directo de la forma más extendida posible: cinco canciones. Un bis de media hora en el que hubo de todo y que, tras otro solo de Gore, comenzó con Halo.

El baile se desató posteriormente, con I Just Can't Get Enough. La que quizá sea la más discotequera de Depeche Mode, ese grupo al que intentaron imitar, sin éxito, los españoles OBK.

La despedida con I Feel You y Never Let me Down Again prácticamente sobró, ya que no fue comparable a los momentos previos y de más intensidad. Así cerraron una demostración de música en directo que generó sonrisas y satisfacción. Algo previsible desde el primer minuto.

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