Marc Almond, el múltiple: del tecno-pop a la balalaika pasando por Jacques Brel
Una de las grandes cosas que trajo el largamente denostado tecno-pop (synth-pop en parla internacional) de los 80 es la emergencia desinhibida de muchos artistas homosexuales. Algo que había existido siempre pero que, incluso en los casos más palmarios, se disimulaba con aquello de la bisexualidad (véase Elton John). La generación surgida tras el punk -esto se ha repetido hasta la saciedad- puso más en cuestión las historias de género de lo que el pop-rock lo había hecho nunca. Y no fueron uno o dos, sino legión. No hay que pensar más que en Bronsky Beat, luego The Communards, Visage, Culture Club, Erasure… nunca se había visto nada así porque, no solo es que esos grupos existieran, sino que triunfaban de forma masiva. Dentro de ellos, hay dos nombres que destacan: Pet Shop Boys y Marc Almond.
Almond y David Ball vinieron a España muy pronto. El dúo se llamaba Soft Cell y se acercaron a Madrid a raíz de la publicación de su álbum Non Stop Erotic Cabaret. Entonces Marc Almond era lo que se podía llamar un marica con actitud. Afectado en los gestos pero lo justo. Nada afectado en la conversación y dejando la impresión de que, con todo lo pequeño que era, si se llegaba a las manos podrías ser tú quien acabara llorando.
En esa época de tumultuosas salidas del armario, algunas no más inteligentes por ser salidas, Marc Almond ya tenía claro su papel icónico y cómo enfocarlo: “Sí, Jimmy Sommervile dice que no hago lo suficiente por la causa gay. Tiene razón, aún no le he estrangulado”.
Todo lo anterior va por delante porque es significativo, pero sobre todo para quitarlo de en medio. Marc Almond, a sus 59 años, es un artista y una personalidad que van bastante más lejos de la casilla “ídolo gay”.
Un chico de provincias
Almond nació en 1957 en Southport, una ciudad inglesa media cerca de Liverpool. Estudió Performance tanto en su ciudad natal como en Leeds y aun como estudiante montó una serie de piezas que no pasaron (muy negativamente) desapercibidas para los diarios de Yorkshire. Lo cual Almond consideraba un triunfo. Lo de la actitud. Pero le gustaba la música, una perspectiva profesional relativamente viable en la Inglaterra de los 60-70. Su formación era normal, pop-rock y jazz de la discoteca de su padre. Pero también dos influencias tempranas y permanente T. Rex y David Bowie, a través de quien también descubriría a Jacques Brel.
Tainted Love, lanzado tras algún que otro grupo formativo, tomó el mundo por sorpresa. Aventurar que un oscuro clásico del Northern Soul (Gloria Jones, 1964) con el acompañamiento de una caja de ritmos y de un sintetizador nada bombástico iba a ser un súperéxito mundial, habría requerido mucha imaginación. Incluso aunque no cayera sobre vacío. Pero lo fue y esa canción transformó a Marc Almond en un fenómeno global. De todo esto hace más de 30 años. Una eternidad. Al mismo tiempo de Soft Cell, Almond mantenía el grupo Marc and the Mambas, con temáticas no muy alejadas de Soft Cell pero musicalmente más en la onda de unos Throbbing Gristle o Foetus, el primer hardcore industrial.
Tras la desaparición de Soft Cell, Almond pasó por una interesante fase de canción francesa. Primero grabó un álbum con canciones del Brel y luego versionó un álbum de chanson bastante oscura que apareció bajo el nombre de Absinthe. Están bien, muy respetable, pero muy lejos de pathos que ya le había dado a eso mismo un intérprete como Scott Walker.
No obstante, no tuvo muchos problemas para regresar al éxito en los 90 sobre todo con un álbum como Tenement Symphony (1991) y su versión de The Days of Pearly Spencer, un éxito solitario pero bueno de un tal David McWilliams que sonaba mucho a lo que harían 10 años más tarde Flash and The Pan. La de Almond era buena, tal vez más previsible.
El crooner que volvió del frío
croonerDe todas formas, lo realmente curioso vino luego. De alguna manera Almond se vio embarcado en una gira por Siberia y no precisamente en plan de lujo. Regresó a Occidente pero, extrañamente, en el año 2000 se asentaría en Moscú donde trabajó muy en serio su recién descubierta pasión por un determinado tipo de canción folklórica rusa. El resultado de tres años de trabajo fue Heart of Snow, un trabajo de lo más interesante que no pretendía tener éxito y que no lo tuvo.
Poco después, en el 2004, Almond sufrió un aparatoso accidente de moto en pleno centro de Londres, a causa del cual estuvo a un paso de morir y de cuyas secuelas tardó casi tres años en recuperarse. Pero lo hizo y desde entonces ha lanzado discos de versiones, ha salido de gira con Jools Holland, participado en un tributo a la cantante folk Sandy Denny… mucha colaboración y carpe diem, pero habría que esperar al 2010 para que editara un nuevo álbum de material propio, Varieté.
Todo esto tendría su importancia, pero Marc Almond es mucho más que un compositor, es ante todo un intérprete y un catalizador. Solo en 2014 editó tres discos con temáticas como el Londres histórico (versión sórdida) o las diez plagas de Egipto. Y el año pasado lanzó uno más, The velvet trail, que es el nombre de la gira que le trae a España este fin de semana. Como el mismo decía “he tenido una satisfactoria vida profesional y una confortable vida privada”. No es necesario sentirse fatal para hacer buen arte.
Marc Almond tocará el viernes 12 en la Sala Arena de Madrid y el sábado 13 en la sala Sala Razzmatazz 2 de Barcelona.
Marc Almond tocará el viernes 12 en la Sala Arena de Madrid y el sábado 13 en la sala Sala Razzmatazz 2 de Barcelona.