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La misteriosa desaparición de Sofia Pitcher de Spotify

El disco fantasma de una tal Sofia Pitcher

Nando Cruz

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Este reportaje debería referirse a ‘la artista canadiense Sofia Pitcher’ o a ‘la joven creadora Sofia Pitcher’. Pero resulta imposible determinar si Sofia Pitcher es canadiense, si es joven o incluso si es creadora. Todo apunta a que se trata de una artista inventada para subir a Spotify un extraño disco titulado Stone Age sin despertar sospechas. Extraño porque lo compone una decena de canciones que, pese a ser piezas instrumentales de estructura eternizable, adjudicables a una hipotética sobrina de Mike Oldfield, nunca superan el minuto y medio. Extraño porque pese a su anodino aspecto, en dos meses acumula 3.000 oyentes mensuales. Extraño porque las canciones no existen en ninguna otra plataforma. Y extraño porque en internet no hay ninguna información sobre la tal Sofia.

Sofia Pitcher podría llamarse Laura Moyano o Françoise Clement y nada cambiaría. Su música carece de voz, idioma o cualquier elemento que permita ubicarla en el planeta musical. Otros detalles invitan a sospechar de ella. El disco se incorporó al catálogo de Spotify en una fecha francamente inusual: el 24 de diciembre de 2023, Nochebuena. En la portada que ilustra el disco no aparece la autora, aunque esto también ocurre con muchos otros artistas. De hecho, muchos otros artistas se incorporaron al catálogo de Spotify ese mismo día: Jefferson Petersen, Zolia Zayas, Alvaro Cantu, Isabella Carpinelli, Diego Tobia, Craig Penry, Saul Deleon… Y, atención, todos ellos tenían algo más en común: sus grabaciones pertenecían al mismo sello discográfico: Citrus Reticulata.

No existe en la red ningún tipo de información sobre estos artistas. Tampoco, sobre Citrus Reticulata Records, más allá de que citrus reticulata sea el nombre científico de una fruta: la mandarina. Los discos de estos artistas tenían títulos tan sugerentes y anodinos como el Stone Age de Sofia Pitcher: Arctic Glow, Audience Applause, Vivid Petal, Spotlight, Rose Garden, Quantum… Todos los discos tenían solo 10 canciones. Todas las canciones duraban como las de Sofia Pitcher: algo más de un minuto, pero siempre menos de minuto y medio. (Spotify no paga royalties a las canciones que duran menos de un minuto). ¿Y cómo se llaman las canciones? Para no aburrir demasiado, decir que las 10 que integran ‘Edad de Piedra’ de Sofia Pitcher se titulan: ‘Roca’, ‘Llama’, ‘Cueva’, ‘Mamut’, ‘Cazador’, ‘Neolítico’, ‘Punta de flecha’, ‘Clan’, ‘Petroglifo’ y ‘Piedra de afilar’. (Los títulos originales son en inglés). Todo es muy conceptual, sí. Como el resto de discos publicados por Citrus Reticulata.

¿Cuál es el concepto real?

¿Dónde está la gracia de todo esto? ¿Qué hay detrás de tantos discos similares? La respuesta conduce a otra pregunta: ¿porqué artistas de nombres tan anodinos con discos tan anodinos han generado tantísimas escuchas? Los 3.000 oyentes mensuales que llegó a sumar Sofia Pitcher son todo un hito para una artista de la que no se ha escrito una sola reseña o entrevista hasta la fecha. Varios artistas de Citrus Reticulata Records mostraban un número similar de oyentes mensuales e índices de popularidad en Spotify en torno al 30%. Estas cifras reportan ya ingresos significativos en concepto de royalties. Y si un sello publica decenas de álbumes similares y todos generan miles de escuchas en tan poco tiempo, los royalties no pararán de crecer. Pero, ¿quién está escuchando estas canciones?

Enric Calabuig, experto en análisis de escuchas en plataformas de streaming, explica que hay varias fórmulas para lucrarse de forma poco lícita a través del reparto de royalties. “Las plataformas tienen una forma de funcionar y cuando la gente ve un agujero se lanza de cabeza. El sistema de búsqueda puede ser uno de esos agujeros”, expone. Para entenderlo mejor, aporta dos ejemplos: “Si yo grabase una mierda de canción, la subiese a Spotify con el título Michael Jackson y la acreditarse a un autor llamado ‘Thriller’, ni siquiera sería ilegal”, explica. Pero si alguien buscase en Spotify el Thriller de Michael Jackson podría dar con esta otra canción y, con el paso del tiempo, generaría ingresos a Calabuig gracias a ese equívoco malintencionado.

“También hay gente que crea listas con títulos que puedan ser interesantes”, sigue. “Por ejemplo, abres una lista con el título del disco de Rosalía que se publicará en unos días esperando que alguien pique. Colocas dos canciones antiguas de Rosalía y luego añades muchas otras que quieres que la gente oiga”. De nuevo, ingresos legales para esas canciones que no son de Rosalía, mediante una sencilla treta.

Las plataformas tienen una forma de funcionar y cuando la gente ve un agujero se lanza de cabeza. El sistema de búsqueda puede ser uno de esos agujeros

Enric Calabuig Ingeniero

Estas triquiñuelas buscan simplemente que el público escuche canciones que no tenía intención de escuchar. No es nada ilegal: es simplemente utilizar el motor de búsqueda de la plataforma en beneficio propio. Otro método, bastante más lucrativo, es “farmear streams a través de cuentas premium”, explica en analista. En este caso, se trata de generar mucho más dinero del que cuesta pagar una suscripción premium mediante cientos de terminales de móviles ubicados en una nave (de ahí el término farm: granja en inglés) que generan incesantemente reproducciones automatizadas de determinadas canciones; canciones que reportarán ingresos en cascada a la persona que las ha subido a Spotify. Si cada día se incorporan a esta plataforma de streaming más de 120.000 canciones es porque algunas se han creado para generar este tipo de negocios.

Una carrera musical de 59 días

“Spotify está bastante encima de esos álbumes que generan una misma cantidad de streams en todas las canciones y lo investigan”, explica este experto. Cuando todas las canciones de un disco tienen un número similar de reproducciones, algo huele mal. Cuando todas las canciones duran poco más de un minuto, más sospechoso, porque Spotify solo remunera las canciones de más de un minuto de duración. Eso significa que una canción de ocho minutos cobrará lo mismo que una que dura 60 segundos, aunque haya supuesto mayor esfuerzo componerla y grabarla. Fuese o no generada de forma artificial, el pasado 20 de febrero el debut de la misteriosa Sofia Pitcher desapareció de Spotify. El suyo y el de todos sus colegas de sello. El catálogo de Citrus Reticulata Records se esfumó. El poco rastro que había en la red de esta música queda ahora limitado a las fichas del portal SongData.io. La carrera de Sofia y sus amigos son hoy solo datos.

Cuando todas las canciones de un disco tienen un número similar de reproducciones, algo huele mal. Cuando todas las canciones duran poco más de un minuto, más sospechoso, porque Spotify solo remunera las canciones de más de un minuto de duración

Tal vez sus canciones siempre fueron solo eso: datos. Pero, ¿por qué debería esta música ser generada mediante Inteligencia Artificial? ¿Qué pistas existen de ello? Es más, ¿se ha inventado alguna herramienta capaz de determinar de forma inequívoca si una canción ha sido creada con IA o no? Esa herramienta todavía no existe, pero lo que sí existe es la lógica financiera. Y para que subir canciones a Spotify y generar royalties mediante granjas de bots sea un negocio rentable, componer esas canciones no debe haber supuesto apenas esfuerzo. Un disco como el Stone Age de Sofia Pitcher puede reportar varios cientos de euros anuales en concepto de royalties. Si componerlo y grabarlo ha costado mil euros, poco negocio hay ahí. Para que los ingresos superen con creces la inversión, la inversión debe ser mínima. Y ahí entra en juego la generación de archivos sonoros mediante Inteligencia Artificial.

En mayo de 2023, Spotify retiró decenas de miles de canciones generadas mediante Inteligencia Artificial por la compañía Boomy. Respondía así a las presiones de la multinacional del disco Universal. Suena a castigo monumental, pero se estima que Spotify solo retiró un 7% del repertorio creado por esta empresa. El pasado julio, Boomy aseguraba haber generado ya más de 14,5 millones de canciones mediante inteligencia artificial. En la web de Boomy cualquiera puede crear tu propia canción. Incluso se puede elegir entre distintos estilos: electrónica de baile, ritmos rap, meditación relajante, lo-fi, sonidos globales… Dentro del ‘género’ lo-fi puedes escoger entre tres ambientes: ‘sol mañanero’, ‘siesta de mediodía’ y ‘noches lluviosas’. Con solo dos clics tienes tu canción; una canción en la que, como autor, no has hecho nada. Siete meses después, aquellos 14,5 millones de canciones habrán quedado ampliamente superados.

Es un fraude poner un nombre y apellido a pistas de audio como si fueran interpretaciones de un artista

Ainara LeGardon Experta en derechos de autor

“Llamémoslas pistas de audio; no quiero llamarlas canciones”, propone la artista y experta en derechos de autor Ainara LeGardon, que en uno de sus últimos artículos hacía hincapié en esta obviedad: “Por mucha maestría que tenga (una persona), una obra original no es posible crearla en cuestión de segundos. Se tarda un poco más. Como mínimo, lo que dure la propia canción”. Respecto a los discos de Citrus Reticulata, en su opinión, “es un fraude poner un nombre y apellido a pistas de audio como si fueran interpretaciones de un artista”. En este caso, ya no es solo que los royalties que generen esas grabaciones distorsionen el reparto que corresponderían a otros autores de música real, sino que “cuando haces una búsqueda un poco concienzuda en Google de estos artistas no hay ni redes sociales, ni biografías... A menudo lo que encuentras son tracks de un minuto, artistas falsos y empresas detrás monetizando lo que puedan”.

Si el debut y desaparición de Sofia Pitcher y sus amigos ya es sospechosa por sí misma, las declaraciones de Glenn McDonald, extrabajador de Spotify, resultan aún más inquietantes: “Desde fuera no hay forma de saber porqué algo ha sido eliminado (de Spotify) o incluso quién lo eliminó”. Lo que viene a decir es que las normas que rigen la plataforma de streaming más poderosa del planeta son tan opacas que las decisiones que se toman en base a ellas apenas son comprensibles o rastreables por sus usuarios. Pero una consulta a Spotify tampoco resulta mucho más aclaradora. La única respuesta que ofrece a este diario los portavoces de Spotify en España es que no pueden confirmar que la desaparición de estas grabaciones se deba a un caso de Inteligencia Artificial o de fraudulencia. Solo, que Spotify “invierte mucho en detectar, prevenir y eliminar el impacto del streaming ‘artificial’ en los derechos de autor” y que este año “empezará a cobrar a los sellos discográficos y distribuidores por canción cuando se detecten reproducciones artificiales evidentes en su contenido”.

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