Mucha música y poco espectáculo de los Arctic Monkeys
Tener tan presente el anterior concierto de una banda puntera puede ser contraproducente a la hora de volver a verles en directo. Las comparaciones y las dudas sobre si estarán a la altura de la otra vez son inevitables. Así puede resultar más fácil dilucidar cuál ha sido su evolución sobre el escenario. La de Arctic Monkeys ha resultado en una acogida temprana de la madurez en detrimento del descaro juvenil. Y es que los británicos saben que hagan lo que hagan van a lograr encandilar al público por la efectividad de sus canciones. Aunque eso suponga el sacrificio del espectáculo.
La banda que lidera Alex Turner ofreció este viernes en el Palacio de Deportes de Madrid un concierto en el que cumplió musicalmente, pero en el que se echó en falta más energía y menos tranquilidad. Todo porque sus canciones lentas superaron en número a esos grandes éxitos más movidos. Exactamente lo contrario a lo que hicieron en el mismo espacio en enero de 2012, cuando dejaron en la memoria de los asistentes un espectáculo de rock británico apabullante gracias a momentos que desaparecieron de su repertorio en esta ocasión (como la ausencia de When the Sun Goes Down). Y eso que solo con la vestimenta de Turner, Jamie Cook y Nick O'Malley (con la excepción de Matt Helders), mucho más elegante y menos desenfadada, ya se intuia que todo iba a ser distinto.
De más a menos
Los de Sheffield comenzaron la presentación de su último disco, AM, con sosiego, como suele ser habitual. La canción elegida para empezar fue Do i Wanna Know?, que fue sucedida por Brianstorm, uno los temas más pegadizos y eléctricos de la banda. Con el lanzamiento tan pronto de esta canción y la posterior, Dancing Shoes, nadie podía prever un concierto lento. Ni aun cuando de la guitarra principal del cantante salían los acordes de Don't Sit Down 'Cause i've Move Your Chair, una de las mejores de su anterior trabajo, Suck it and See.
La noche siguió con Teddy Picker, una de las más coreadas, y Crying Lightning, con la que se lucieron especialmente. Sin embargo, los Arctic se mantenían en su papel. Estaban contenidos, y salvo las pocas palabras de Alex Turner al micrófono, no interactuaban con los asistentes ni les animaban a implicarse aún más. Se dedicaban a tocar y punto, como hicieron con Fireside, Reckless Serenade y Old Yellow Bricks.
A partir de ahí el directo comenzó a ir a menos, y transcurrió con canciones pegadizas a la vez que lentas, ya fuesen anteriores o de su nuevo disco, así como con varios momentos puntuales muy celebrados provocados por auténticos aciertos históricos de los británicos. En la primera categoría se encuadraron One for the Road, Arabella, donde el líder de la banda se lució con un solo de guitarra, y I Want it All.
Esos minutos más mágicos pertenecieron a la mítica I Bet You Look Good on the Dancefloor y la romántica Cornerstone. Dos temas que no tienen nada que ver pero que son de los mejores que atesora el grupo. Y cuyas interpretaciones fueron dedicadas de boca de Turner a todas las chicas que llenaban el Palacio de Deportes.
Entre el himno y la sorpresa
Entre las cuestiones que extrañaron a los asistentes estuvo la elección de canciones que no atrapan en un directo. Fue el caso de Piledriver Waltz, un tema pausado y que dejó un poco frío el recinto. Quizá por ello la siguiente en sonar fue Why'd You Only Call Me When You're High?, una de las que apunta a himno y que es el exponente de esas influencias del hip hop clásico que han asumido en este último trabajo. Otra de sus históricas, Fluorescent Adolescent, hizo que el público se reactivase en cuanto sonó la primera nota. La parte tierna, con enésima dedicatoria del líder de los Arctic a las féminas, la motivó I Wanna be Yours, una de las pocas baladas que se le conocen a los británicos y que forma parte de AM.
Tras un breve descanso, los Arctic Monkeys reaparecieron con el objetivo de sellar un directo efectivo pero que adoleció de ritmo y frescura. La elección de Snap Out of It y de Mardy Bum en acústico (una de las primeras canciones de su carrera, y que sonó genial) continuaron la misma marcha que llevaba el concierto desde antes de la mitad. El final recuperó el estilo que más les beneficia, el movido, gracias a R U Mine?, con la que acertaron de pleno para el cierre y donde el batería Matt Helders se lució especialmente.
Algo más de 90 minutos después, los Arctic Monkeys dejaron un buen sabor de boca en la parte musical y vocal. No ocurrió lo mismo en la de la elección de los temas ni en su entrega sobre la tarima. Y es que los británicos tocan muy bien. Pero su juventud sobre el escenario parece haber comenzado a evaporarse.