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No nos sobran inmigrantes ¡nos faltan!

La diputada de Vox, Rocío de Meer, durante su intervención en el Congreso
9 de julio de 2025 22:41 h

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La ultraderecha, la misma que inventó hace años el apelativo despectivo e incriminatorio mena, acrónimo de “menor no acompañado”, ha impulsado esta semana un nuevo concepto político y una nueva campaña contra los inmigrantes acompañada de un nuevo término: remigración. En realidad es un eufemismo, pues ya hay una palabra que define con exactitud lo que proponen: deportación.

Vox pretende deportar, expulsar de España, a unos ocho millones de personas, inmigrantes o incluso hijos de inmigrantes nacidos aquí. ¿El delito o el motivo? No ser españoles pata negra, sin dejar muy claro qué demonios será eso. La portavoz de Vox que anunció que su partido propone una “remigración masiva” se llama Rocío de Meer, apellido este último de tan hondas raíces castellanas medievales como que proviene de Holanda, donde en términos históricos surgió hace nada, en el siglo XVII.

El nuevo término, remigración, viene de Alemania. Allí lo puso de moda la ultraderecha en 2023, cuando empezó a coquetear con la peligrosa idea de expulsar del país a 23,8 millones de personas de origen migrante, casi un tercio de la población total. La palabra, y el concepto, se extendieron después a Francia, a Italia... En Francia encontró un terreno previamente abonado, el de la teoría conspirativa de la extrema derecha de el gran reemplazo (le grand remplacement), según la cual hay un plan global para reemplazar en toda Europa a la población blanca y cristiana por otra formada por árabes, bereberes, norteafricanos y subsaharianos y acabar así con la llamada civilización occidental.

La diputada de Vox, Rocío de Meer, ofrece una rueda de prensa

No han aclarado Vox y De Meer si la España que añoran y que quieren restablecer expulsando a todo el que no tenga ocho apellidos de acendrada hispanidad es la de Viriato, caudillo del siglo II antes de Cristo e inmigrante lusitano. O la de César Augusto, inmigrante romano de ida y vuelta, pues anduvo entre nosotros solo durante las guerras cántabras, en el siglo I a. C. O la de Chindasvinto, rey en el siglo VII de los visigodos, inmigrantes de origen germánico. O la de Cristóbal Colón, de finales del siglo XV, inmigrante genovés. O la de Carlos I, en el siglo XVI, inmigrante flamenco. O la de Felipe V, en el siglo XVIII, inmigrante francés. Quizás sea la España del Cid, castellano viejo, sí, pero también emigrante a las taifas andalusíes e inmigrante en ellas, a las que sirvió como soldado de fortuna contra los reinos cristianos del norte.

Confín del mundo durante muchos siglos, tierra de paso desde la noche de los tiempos; situada entre un mar y un océano, entre dos continentes, entre dos grandes civilizaciones; la Península Ibérica ha sido siempre en la historia un lugar de migraciones. De inmigrantes y de emigrantes, de inmigrados y de emigrados. De fusión, de mestizajes.

Rocío de Meer, la dirigente de Vox que ha lanzado lo de la “remigración masiva” es en su partido la portavoz de “Emergencia Demográfica”. España, en efecto, tiene una emergencia demográfica, pero no es la que la formación de ultraderecha dice, no es la de depurar la España fetén mediante purgas y deportaciones por razones de raza, religión u origen. Nuestra verdadera emergencia demográfica es la del desequilibrio entre una tasa de natalidad bajísima, una ratio muy negativa entre nacimientos y fallecimientos y una dificultad enorme de reposición de generaciones, con lo que todo ello significa para sostener nuestro nivel económico, incluido el sistema de pensiones.

En demografía hay tres factores clave: la natalidad, la mortalidad y las migraciones. Sobre los dos primeros es difícil influir a corto plazo. El tercero, las migraciones, es la llave realmente eficaz contra los desequilibrios. Vox propone mover la llave, pero en dirección contraria a la eficaz.

No nos sobra población. Nos falta población. En 2018, una institución tan poco sospechosa de izquierdista peligrosa como el FMI le dijo a España que necesitaba incorporar unos cinco millones de inmigrantes hasta el año 2050 si quería mantener su sistema público de pensiones.

La conclusión es clara. Tenemos que acoger inmigrantes no solo por solidaridad y por memoria (fuimos hace apenas medio siglo un país de emigrantes). También por egoísmo, porque es lo que más nos conviene.

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