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Rafael Cadenas, Premio Cervantes: “Cuando uno habla siente que le falta algo, pero la escritura no tiene límites”

El escritor venezolano Rafael Cadenas hoy, en un encuentro previo a recibir la próxima semana el Premio Cervantes

Ana Tenías

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“Yo que no he tenido nunca un oficio / que ante todo competidor me he sentido débil / que perdí los mejores títulos para la vida / que apenas llego a un sitio ya quiero irme [...] / que he sido humillado por profesores de literatura / que un día pregunté en qué podía ayudar y la respuesta fue una risotada / que no podré nunca formar un hogar, ni ser brillante, ni triunfar en la vida”. Los versos que escribía Rafael Cadenas con 23 años se convertían en uno de los poemas en habla hispana más trascendentales de la década de los sesenta, en el lema más representativo del autor y en uno de los más significativos para toda la historia de la literatura latinoamericana. Lejos de aquella incertidumbre que advertía entonces en Derrota, ahora Cadenas toma asiento en la Biblioteca Nacional de Madrid en un encuentro con los medios, previo a la entrega del Premio Cervantes la próxima semana, y no hay más verdad que la que se ve a los ojos: hoy, y desde hace mucho tiempo, hay un oficio, un triunfo, un poeta brillante. Uno de los mejores títulos para la vida. 

“Por su vasta y dilatada obra literaria, el jurado reconoce la trascendencia de un creador que ha hecho de la poesía un motivo de su propia existencia y la ha llevado hasta alturas de excelencia en nuestra lengua. Su obra es una de las más importantes, y demuestra el poder transformador de la palabra cuando la lengua es llevada al límite de sus posibilidades creadoras”, justifica el jurado en nombre del Ministerio de Cultura y Deporte. Durante esos minutos, Cadenas mantiene una expresión permanente: la de una tierna timidez que parece fija e inalterable al tiempo. “Gracias por venir a intimidarme”, pronuncia.

Empezó a escribir poesía muy joven y con 16 años ya publicaba Cantos iniciales (1946), la primera de un repertorio que continuaría con otras como aquellas fruto del exilio por su militancia en el Partido Comunista de Venezuela, Una isla (1958) y Los cuadernos del destierro (1960). Fue uno de los fundadores del emblemático grupo literario Tabla Redonda, también se dedicó al ensayo y a la narrativa y durante más de cuarenta años impartió clases de filología inglesa, hispánica y norteamericana en la Universidad Central de Venezuela. Cadenas no cree que el gran premio le haya llegado tarde. “Llegó en mi vejez”, remite.

Las largas pausas que deja al hablar también van cargadas de belleza: a sus 93 años, el poeta mantiene una lucidez que demuestra cuando lee por petición propia un poema de Rilke, cuando describe lo desesperanzado que se sentía al escribir algunos de sus versos más famosos o cuando hace reír a los periodistas contando, anecdóticamente, lo inmenso que le parece el aeropuerto de Madrid y el tiempo que se pasó en silla de ruedas “de un lado a otro”. A la petición de que adelante algo del discurso que dará el próximo lunes en Alcalá de Henares cuando reciba, por parte de los reyes, el galardón, la respuesta de Cadenas también provoca carcajadas: un rotundo “no”. Ante el notable afecto de todos los que le miran, Cadenas lanza una frase que pretende hacer cómica pero que, en realidad, se vuelve demasiado importante. “Les pido que mejoren lo que he dicho, porque no es lo mismo hablar que escribir. Cuando uno habla, siente que le falta algo. En cambio, la escritura, no tiene límites”. 

Recuerda con cariño las veces que viajó a España y lo importante que fue para él “casi desde niño”. A los catorce leyó por primera vez el Quijote —aunque, señala, cuando lo hizo siendo adulto cobró otro sentido—; tiene un cuaderno lleno de frases que siempre comparte con sus alumnos, y esta misma tarde estará leyéndolo en el Círculo de Bellas Artes de Madrid. Cadenas recuerda el título de aquel libro de María Teresa León Cervantes, el soldado que nos enseñó a hablar, y dice desde la honestidad absoluta: “Ojalá hoy los soldados se ocuparan de eso”. En Cervantes “la poesía está en el lenguaje”, porque “la poesía está en todas las artes, y a veces no está en el poema”, opina. En el lenguaje y en la etimología. “La palabra 'atónito' significa 'alcanzado por el rayo'. Es una frase poética…”, comenta, y deja un breve silencio antes de repetirlo, con una profundidad hipnotizante, de nuevo. “Alcanzado por el rayo…”.

Ojalá hoy los soldados se ocuparan del lenguaje

Cuenta que a sus alumnos les decía que no busquen la fama. “Tal vez sea impropio en mi caso, no porque yo sea famoso sino porque para el escritor y el poeta, el centro tiene que ser la creación. Olvidarse de todo lo demás”. A los jóvenes escritores les aconseja tres cosas: estudiar la lengua, leer a poetas con los que mantengan afinidad, y buscar un taller de poesía. “En este momento en Venezuela, especialmente en Caracas pero también en el interior, hay un movimiento poético muy importante, y creo que es un fenómeno que solo existe en Venezuela”, explica el escritor, que cree que nace de las ferias de libros, de los festivales y de los talleres de poesía. “Durante 12 años en Caracas existía la semana de la poesía, y es la primera vez que había visto personas esperando para entrar a oír a un poeta”.

No habla sobre la situación política de su país porque no quiere “ser inexacto”, explica: “Igual que muchos venezolanos, estoy ayuno de información”. El escritor deja en el país latinoamericano un inmenso legado literario que, revela, todavía podría agrandarse: “Algo que lamento es que mucho material que ha debido publicarse hace 40 años por falta de interés de mi parte se quedó en las carpetas, y llevo más de dos años tratando de que se publique allá en Venezuela, no porque tenga mucho valor sino más bien para conservarlo, porque suelto se pierde”. Quizás en un tiempo cercano haya nuevas publicaciones de Cadenas, que también alude con cariño a la relación que mantiene la escritura con el paso del tiempo: “Es algo que me abruma. A veces ni yo mismo me doy cuenta o no puedo captar lo que he escrito, porque con la vejez se va perdiendo la letra. A veces escribo una palabra y luego no entiendo qué dice”. 

La charla con él se hace corta. Dice que mucha gente suele pensar que no habla, pero en días como hoy parece decirlo todo. Luego confiesa que le gustaría no despedirse, pero le esperan otras cosas en su viaje por la capital: el Quijote, el premio, la poesía, la literatura. Siempre la literatura.

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