Tres superhéroes ante tres tragedias

El día después del día 41 amaneció nublado, los zombis habían desaparecido y el país volvía a ser como era: crisis, recortes, paro, y la agonía del dinero. Y Blas el viejo, que también se había salvado de los zombis, estaba que se salía. ¿Os acordáis de Blas el viejo? Ese que era feliz y que siempre sonríe. Pues sigue haciendo chascarrillos. “La crisis me mola porque con lo que tengo me sobra”. Y sonríe. “Y como me sobra, me apaño, y me salgo del rebaño”. Y Blas se ríe y la gente se aleja corriendo. Pero él se acercaba de nuevo a quien sea con su dulce sonrisa y con la mano extendida, como si estuviera pidiendo, pero dando: “Tengo un euro, tengo dos, si tu los quieres te los doy yo.” ¡Niño, no te acerques! No se si por miedo o por vergüenza todos dejaban al viejo Blas hablando solo en medio del centro comercial: “Porque quiero lo que tengo, y hago lo que quiero, no quiero lo que no tengo, y no hago lo que no quiero.” Y Blas se para, y se para delante de una puerta (como ya sabeis, no se entiende con las puertas), y la gente le empuja y le grita: ¡Pasa ya, viejo! Y Blas el viejo se vuelve y te sonríe: “El secreto de Blas: sonríe antes de hablar.” ¡Váyase usted a la mierda, hombre! ¡Qué coñazo de viejo! (¿Dónde está el que ama?)

Juan el flauta tenía una flauta mágica que cuando la tocaba todo el mundo la oía. Y esta vez tocó a recortes. Y el rey la oyó y recortó su asignación. Y el jefe del gobierno la oyó y recortó sus ingresos. Y todos los ministros y diputados y senadores la oyeron y recortaron sus honorarios. Y las grandes fortunas y las grandes y pequeñas empresas la oyeron y recortaron sus beneficios. Y el pueblo la oyó y protestó: ¡De ninguna manera! No podemos permitir que nuestros dirigentes recorten sus privilegios. Su dedicación, mérito y valía merecen toda nuestra gratitud. Es de ley. Su ejemplaridad nos es más necesaria que la vida. Y el pueblo pidió los recortes para el pueblo. ¡No nos duelen los recortes! Harán grande nuestro orgullo, nuestro compromiso con el esfuerzo, nuestra capacidad de sacrificio. Los recortes nos harán fuertes y la confianza en nuestros lideres nos dará la alegría de pertenecer a un pueblo libre. Y enardecidos por la flauta llenaron las calles de euforia y coraje. ¡Sí! Ahora veréis el poder de un pueblo orgulloso, la grandeza de los humildes, la fuerza de la confianza. Sobre las copas de los árboles, bajo la profunda negrura de las galerías de las minas, se oía, se veía el chisporroteo, la vibrante alegría de la flauta mágica. Y como os podéis suponer, el que ama también la oyó y fue a felicitar al flautista: con un gran abrazo, sin abrir la boca, sin pronunciar palabra, le dijo gracias.

El que ama se puso en la cola del paro y empezó a dar voces: ¿¡Cómo puede haber alguien en el paro con todo lo que hay que hacer!?... ¡Escuchadme!... Mientras haya hambre en el mundo... Enfermedades... Ignorancia... Infelicidad... ¡Catástrofes!... ¡Nadie puede estar parado! ¡Tenemos mucho trabajo por hacer! ¡Para hacer un mundo hermoso y amable para todos!... ¿Qué dice ese? No lo se, no le escucho... ¡VAMOS! Todo el que tenga dos manos, o una, o ninguna, ¡que se venga conmigo!... Pero, oiga, loquito, yo es que tengo que dar de comer a mis hijos. Ah, claro, eso es lo primero. Algún día... No, algún día, no. Hoy. Tienen que comer hoy. Y mañana. Y todos los días. Sí, sí, pero estamos en la cola del paro, no en la de la comida... Dos parados, no, no, fueron mas de diez los que se lanzaron a por él y lo agarraron por el cuello y... (Continuará)