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Solo ante el actor... y el peligro del teatro

Performance en el María Guerrero // Foto: Cristobal Prado

Paula Corroto

La cita es a las 16.30 en la puerta de artistas del teatro María Guerrero de Madrid. Hay que acudir solo, con el móvil apagado y con una hoja de instrucciones bien visible en la mano. Y ser muy puntual. Una realmente no sabe a qué va a enfrentarse. A los pocos segundos, ya en el lugar acordado y con ciertos nervios, aparece una chica muy elegante portando varios folios. Y, de repente, tropieza, cae y todos los papeles acaban desparramados por la acera. Me acerco a ella para ayudarla. Me mira y… empieza la función.

Este es el inicio de una de las cinco historias del proyecto global Teatro Solo creado por el argentino Matías Umpierrez (Buenos Aires, 1980) en 2013 y que llega ahora por primera vez a Madrid después de haber pasado por otras cinco ciudades del mundo. Y es una experiencia única, intensa, casi eléctrica. El espectador ante el actor en un espacio donde no solamente se rompe la cuarta pared, sino todo artificio teatral para quedar únicamente la dramaturgia. Una performance para aquellos que quieran salir de la comodidad –y anonimato- del patio de butacas y adentrase en el primigenio terreno del teatro: el relato oral contado sólo a aquel que está escuchando. Pero descuiden, también es apto para los más tímidos del mundo.

“La idea del proyecto es acercar el teatro para que se recupere el cuerpo primario del espectador. Estamos en un momento en el que las artes se masifican, por lo que se intenta recuperar el encuentro y lograr una experiencia profunda en el espectador. Este tiene que sentir que es el protagonista de esa performance”, explica Umpierrez a eldiario.es.

Cinco espacios sagrados

Cinco espacios sagradosLas cinco historias representan diferentes conflictos y maneras de pensar el propio lugar escénico. Para Madrid, Umpierrez ha elegido como escenarios el teatro María Guerrero, un apartamento, la plaza de Lavapiés, una estación de metro y una sala del museo Reina Sofía.

Todas las historias están representadas por los actores Fabia Castro, Sauce Ena, Isabel Gálvez, Olalla Hernández, María Hervás y Chema Tena, seleccionados por el director y, como él afirma, “entrenados en lo que se refiere a la lectura del otro, no van a pedir que el espectador interactúe ni tampoco que actúe como un simple voyeaur. Y si alguien es muy inhibido, el actor no lo expone porque podría resultar muy violento”. Se podría medir en términos de intensidad, sí, pero es cierto que la performance nunca llega a resultar agresiva.

La experiencia del María Guerrero alude directamente al teatro como el espacio sagrado de la representación. El espectador transita por aquellos lugares que nunca ve, como los pasillos, los camerinos y toda la parte que hay detrás del telón. El apartamento es el lugar doméstico en el que aparecen nuestros problemas más cotidianos. La parada de metro señala ese lugar público en el que, no obstante, también se desarrollan historias privadas referidas a nuestra cotidianidad.

La plaza de Lavapiés ofrece una reflexión sobre la memoria histórica de España, pero a su vez implica la mirada del extranjero que tiene que llegar a un nuevo país a ganarse la vida. Por último, en la sala del Reina Sofía el espectador atiende a la vida de una empleada de esta pinacoteca convirtiéndose la performance en una pieza más del museo.

“Lo que se intenta mostrar es que cualquier espacio es sagrado y que así es como el teatro nace, con la oralidad de los mitos y leyendas, que hoy casi han desaparecido de nuestras vidas con la euforia del tiempo presente”, sostiene Umpierrez, quien, por otro lado, ya cuenta con las experiencias de varios países.

“Por el proyecto han pasado más de 50 actores. En España hemos pasado por Graus, un pueblo de los Pirineos, San Sebastián y ahora Madrid, y lo que hemos observado es que los españoles tienen un gran sentido del encuentro con el otro, hay un pensamiento muy colectivo, siempre salta una chispa emocional. Los norteamericanos, por el contrario, son más racionales aunque también se abrían a las emociones”, analiza.

Internet no mata al teatro

Internet no mata al teatroPese a este proyecto de teatro cercano y terrenal, para este creador, que también se mueve en el videoarte con piezas exhibidas en museos como el MoMA de Nueva York, lo más importante del teatro es generar una dialéctica con el espectador. Sobre todo con ese que ahora no puede vivir sin mirar su móvil una y otra vez o que se distrae con las múltiples formas de ocio a las que ahora invita Internet. Y, por supuesto, no ve a la Red como una enemiga.

“Con todo esto el arte también ha ganado algo. La virtualidad consigue que el arte llegue más lejos que antes y que se generen otros espacios. La capacidad de crecer en la vida es adaptarse y en ese sentido el teatro siempre lo ha conseguido”, reconoce. Como ejemplo aparece otro de sus proyectos, Distancias, que consiste en cuatro actrices representando a la vez una obra, pese a que cada una de ellas esté en un punto diferente del planeta. Las infinitas posibilidades de la herramienta digital.

Teatro Solo, con el que ha desembarcado en Madrid, se estrena este próximo 23 de octubre y estará en activo hasta el 16 de enero dentro del ciclo Una mirada al mundo del CDN. Aunque le entren ciertos reparos, no se lo pierdan.

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