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Surge, un festival de teatro en el que deciden las salas y no el programador

Imagen de la obra 'Al Altu la lleva', de Anto Rodriguez, que participa en el festival teatral Surge

Pablo Caruana Húder

28 de septiembre de 2021 12:42 h

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La historia de la relación de la Comunidad de Madrid con las salas off, alternativas o de pequeño y mediano formato ha sido siempre controvertida y sujeta a cambios políticos. Surge Madrid cumple ocho años. El festival sustituyó a Escena Contemporánea, certamen de las salas alternativas que tenía un modelo más internacional y contaba con una dirección artística. Surge fue inaugurado bajo el auspicio de la presidencia de Ignacio González. Desde entonces, las salas y la dirección del certamen, que recae desde sus comienzos sobre Alberto García y Natalia Ortega, han sabido ir sorteando la dimensión política y afianzando su relación con las compañías. Hoy el festival cuenta con un presupuesto de 350.000 euros para realizar la actividad. Al principio eran 150.000.

El festival es una amalgama difícil de ordenar, en él se recogen nuevas propuestas de compañías jóvenes, trabajos experimentales y compañías profesionales de mediano formato que trabajan mayormente la comedia. “La programación es un fiel reflejo de las propuestas de diferente naturaleza que representa cada sala. Cuando te enfrentas a la programación del festival puede parecer un lío. Nuestra misión es dinamizar ese lío y aplicar baremos correctores propios de un festival”, confirma García.

El funcionamiento del festival es peculiar. A través de un sistema horizontal y sin dirección artística, las salas proponen la participación a compañías que ya han trabajado en al menos tres de ellas. Las más votadas se incluyen en el programa. Todo son estrenos y Surge contrata dos funciones. El precio base son 1.600 euros. Luego hay correctores: a partir del tercer intérprete, 250 euros más, pluses de incentivo a los géneros poco programados o pluses de procesos a las creaciones con investigación previas. Al final, el caché por las dos funciones puede rondar entre los 2.000 y los 5.000 mil euros. “El chaché de Surge, si lo comparas con la media española, ya no es nada desdeñable. Al principio, se pagaba un 30% menos. Poco a poco hemos podido ir aumentándolo”, comenta García consciente de que en muchos casos estos importes suponen para los colectivos la única manera de poder producir y estrenar un trabajo.

Emergentes en vez de laboratorios

Este año el Festival ya no cuenta con los laboratorios que impulsó Jaime de los Santos, director general de promoción cultural de la Comunidad de Madrid bajo el Gobierno de Cristina Cifuentes. Un proyecto de algún modo intervencionista ya que era la propia Consejería quien proponía a los artistas. Juan Dominguez, María Cabeza de Vaca, La Zaranda, El Conde de Torrefiel o el propio Alberto Conejero, hoy director del Festival de Otoño, fueron algunos de los que participaron. “Los laboratorios funcionaron bien, era una bonita actividad, pero realmente no era una iniciativa de las salas. Ceo que es importante que con Surge las salas han podido empoderarse de un festival con financiación pública. Las salas deciden. Y a la Comunidad le parece bien. Eso es una pica en Flandes”, explica Alberto García. Ahora la política de la CAM ha decidido concentrar las residencias en los Teatros del Canal.

Pero Surge inaugura nuevo espacio: Emergentes, ciclo organizado con el Festival de Otoño. Un espacio para creadores y compañías que están comenzando. Las propuestas fueron realizadas por las salas. Hubo en un principio 39 propuestas que finalmente, vía comisariado entre la dirección de Surge y la del Festival de Otoño, han quedado en siete. Esta semana podrán verse esos siete trabajos: “es la primera vez en mi vida que sí puedo decir que esto ya es otra generación, ya no es el creador de teatro que se reconvirtió o la coreógrafa que… Todos son tecnológicamente inteligentes, se trata el texto pero como otro elemento más, son trabajos híbridos… Están ya en otro lugar”, afirma García. El festival ha llamado a dos veteranos de la escena, Carmen Werner (coreógrafa) y Carlos Sarrio (director del Teatro Cambaleo) para seleccionar dos trabajos que ellos mismos “tendrán que acompañar durante todo el año con el fin de poder estrenar el resultado en el Festival de Otoño de 2022”, explica García. El movimiento es arriesgado. Compartir programa con las figuras más relevantes del panorama nacional e internacional tiene su relevancia y nadie asegura que las obras seleccionadas hayan de llegar a buen puerto. Este martes 28 podrá verse a Carlos Pulpón en la Sala Tarambana con Bob o Nunca Nadie: La Questione del consenso. El ciclo lo cerrará el 5 de octubre en la Nave 73 la pieza Una de las formas. Proceso de acomodación, de Isabela Rossi y Miguel Glez.

Feminismo y experimentación

La programación es ingente: textos de autores como Albert Camus, Gustavo Ott o Federico García Lorca, artistas ya conocidos como Los Torreznos (el 15 y 16 de octubre en Teatro del Barrio) o Cambaleo Teatro (8 y 9 de octubre en Tetro Pradillo) y muchas compañías a descubrir por el público. Pero esta edición destaca por la multitud de trabajos que versan sobre la mujer y el feminismo, “es general, no solo pasa en Surge, la mujer está de moda, nos guste o no nos guste. Y creo que es positivo visibilizar un movimiento que lleva ahí toda la vida y que nos ha costado mucho asimilar. Pero no nos engañemos, sino hubiera habido #MeToo no pasaría nada de esto”, afirma García. Así, entre más de una docena de obras que abordan temáticas de la mujer y críticas al patriarcado, destacan el montaje de Divorciadas, evangélicas y vegetarianas de Arteyo Producciones que podrá verse el 7 y 8 de octubre en La Usina; y la revisitación de La casa de Bernarda Alba de Lorca, Martirio, por la compañía Los Barbaros el 20 y 21 de octubre, una mirada a través de la hija más fea de Bernarda Alba.

Especial atención requieren también las Actividades Transversas, espacio del festival fuera de las salas que apuesta por la experimentación, la instalación, la acción y la performance. Allí podrán encontrar desde la instalación audiovisual sobre el devenir del cuerpo de la bailarina Lucia Marote, Celebrar la carne, que podrá ir viéndose en diferentes salas del festival, hasta un paseo el 9 de octubre desde la Gran Vía a la Torre de Madrid en compañía de la artista Esther Rodriguez-Barbero y su padre: Desde aquí arriba los tejados de Madrid me recuerdan a mi pueblo, un periplo donde se hablará sobre la emigración a la capital en el siglo pasado y qué significó y significa hoy “ascender” en Madrid. Atentos también a El regreso de los servilleteros de Manuel Benito, acción prolongada durante todo el certamen en la que este dramaturgo, junto con otros colaboradores, irá subiendo a Instagram su peculiar visión sobre el Festival. El formato: dibujos y frases escritas en servilletas.

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