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Tres libros que nos escandalizaron hablando solo de sexo

La Venus de Willendorf, nuestra primera diosa carnal

Marta Peirano

Los caminos del deseo son misteriosos, pero solo porque viven en guerra encarnizada con la prescripción sociocultural. A la patología resultante la llamamos tabú. El único detalle verdaderamente escandaloso de la serie de Sorrentino The Young Pope es el deseo del Cardenal Voiello por la Venus de Willendorf, la diosa paleolítica de la fertilidad. La encontraron a orillas del Danubio, pero vive ahora en el Vaticano, vigilada en su prisión de cristal, como un animal exótico y peligroso. Tiene todo el sentido del mundo que una diosa paleolítica de la fertilidad inspire pasiones en un hombre adulto, por muy cardenal que sea. Pero nos escandaliza porque en ella se concentra todo aquello que intentamos reprimir: la exuberancia de la carne, el exceso de curvas, las grasientas glándulas mamarias. La venus es una flor henchida de primavera en un campo de inofensivas florecillas silvestres. Es natural que Voiello responda. A diferencia de nosotros, no está programado por la gran máquina de la publicidad occidental.

Los tres libros que siguen reflejan la misma esquizofrenia entre lo que realmente deseamos y lo que deberíamos querer. Aunque pertenecen a épocas diferentes, su objetivo es el mismo; romper con los tabús de su tiempo usando como argumento la imposibilidad de contener los impulsos sexuales ajenos. 

Sexo Futuro. El amor en el siglo XXI.

Emily Witt

Como la joven Anastasia Steele, Emily Witt empieza el libro sintiéndose una chica corriente, si bien preocupada porque su ultima ruptura la dejaba fuera del Chattanooga Choo Choo de la realización femenina heterosexual: Romance-amor-sexo-matrimonio-maternidad-jubilación compartida. Los encuentros que no conducen al Chattanooga se descartan como distracciones, síntomas de inmadurez o peor, de envejecimiento.

Entonces tenía 30 años. Ocho capítulos, muchas experiencias y varios años más tarde, la protagonista puede ver “la fabricación de mi sexualidad. Veía las costuras de su construcción y la naturaleza arbitraria de sus mitos. Había llegado a entender que la sexualidad tenía muy poco que ver con el sexo que practicabas en la realidad. (...) Un sexo futurísta no es un nuevo tipo de sexo históricamente irreconocible, sino simplemente una nueva manera de hablar de él”. 

Entre medias, la búsqueda de respuestas, de compañía y de satisfacción carnal la lleva en un viaje que incluye encuentros con desconocidos a través de plataformas de contactos, talleres de orgasmos, espectáculos de pornografía en directo, comunidades que rechazan la monogamia a cambio de las múltiples satisfacciones y complicaciones del poliamor. Lo que separa este libro de otros relatos de autodescubrimiento es la mirada disciplinada, interesante y sagaz de la propia autora, que escribe regularmente para publicaciones como The New Yorker, The New York Times, London Review of Books. 

La mujer de tu prójimo

Gay Talese

Este retrato de la revolución sexual en la Norteamérica de los 80, en la antesala del Sida, es un buen acompañante para Mad Men y Revolutionary Road, la novela de Richard Yates sobre la generación verdaderamente perdida que se tragó el sueño americano y con ese sueño se envenenó.

El énfasis en la juventud hizo que muchos americanos se sintieran viejos a los treinta, especialmente todos los ejecutivos junior que, habiéndose identificado con empresas y habiendo asociado la sabiduría con la antigüedad, de pronto se sentían inseguros y fuera de lugar en esa era de nuevas personalidades y valores oscilantes. 

Talese tardó nueve años en escribirlo y a punto estuvo de acabar con su matrimonio durante la exhaustiva investigación. Su mujer, Nan Talese, era editora en Random House. Como se hace evidente en el libro, su nivel de inmersión fue profundo y problemático. “Si quieres escribir sobre orgías, - explicaba tres décadas más tarde- no te quedas en la sala de prensa con tu pequeño pase de prensa manteniendo una prudente distancia. Tienes que tener un affair con tus fuentes. ¡Te tienes que relacionar!”. Lo que perdura es un análisis asombroso sobre las expectativas de clase, género, ambición y estándares de una generación que no parece tan diferente a la nuestra. O la sensación de que, cuando se trata de sexo, ninguna lo es. 

Miedo a volar

Erica Jong

“Había ciento diecisiete psicoanalistas en el vuelo de la Pan Am a Viena, y yo había sido paciente por lo menos de seis de ellos”, relata Isadora Wing quien, haciendo deshonor a su nombre, tiene miedo a volar. Isadora viaja con su infiel marido a una conferencia sobre psicoanálisis, en la que se zumba a un doctor que la libera de varias cosas, incluyendo su matrimonio. El doctor se llama Goodlove. Como ven, las metáforas de esta novela no tienen nada de postmoderno. 

Como la mayor parte de las mujeres de su generación -y gran parte de la nuestra- los sueños de Isadora están inextricablemente atados al romance y el matrimonio. “Tan pronto como me imaginaba escapando de un hombre, me veía a mí misma atándome a otro. Era como una barca que necesitaba siempre un puerto en el que atracar. Simplemente era incapaz de imaginarme sin un hombre”. Miedo a volar relata el proceso en el que se convierte en capitán de su propio destino, hombre tras hombre, polvo tras polvo. Y qué complejas, divertidas, interesantes y transformadoras son todas las relaciones que emprende y de las que se desprende, cada vez más ligera de peso, en busca de su propia autoridad.

Cuánto dio que hablar este libro cuando se publicó por vez primera en 1973, con su preciosa portada de Judith Seifer.  La inteligente, feroz y provocadora voz que lo escribe encandiló a John Updike, Henry Miller y ha despertado a varias generaciones de mujeres, incluyendo las cuatro chicas egoístas y valientes que protagonizan la increíble Girls

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