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El 9 d'Octubre más antifascista visto desde la columna Alicante-Elche

Una fuerte presencia policial estuvo presente durante toda la manifestación vespertina del 9 d'Octubre en Valencia

Emilio J. Salazar

Alicante —

Con puntualidad casi militar, los dos autobuses habilitados para la ocasión salieron de la estación de Renfe Carrús de Elche. Pasadas las 15 horas llegaron a Alicante, ciudad donde se terminaron de llenar. Unas 150 personas estaban listas para marchar hacia Valencia, 200 kilómetros de viaje. Representaban la columna más al sur del sur de las ocho comitivas antifascistas que llenaron las calles del 9 d’Octubre como nunca antes se había visto.

“Se esperaba gente, pero no tanta”, explicaba una joven una vez pisada la estación Norte de Valencia. Desde la columna alicantina Miquel Grau no las tenían todas consigo. Días atrás se mostraban con dudas, pero finalmente los dos autobuses se habían quedado pequeños. Al llamamiento de los organizadores, Respuesta Popular y el Colectivo Antifascista de Alicante, han acudido miembros de la Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH) de Elche y Crevillente, también de la Plataforma de Ayuda a Personas Refugiadas Sirias de Elche, militantes de Podemos, del PCPE, el PCEml…

“Esto de subir a Valencia no es algo que hayamos hecho en otros 9 d'Octubre”, afirma otro de los pasajeros durante el trayecto. Como señala uno de los portavoces de Respuesta Popular, la provincia de Alicante ha vivido desde hace tiempo “desapegada de la cultura valenciana”. “Prácticamente parecemos más un barrio de Madrid que una región valenciana”, añade con cierta ironía.

A este sentimiento hay que sumar la hasta ahora escasa presencia del movimiento antifascista de Alicante, si lo comparamos con el arraigado de Valencia. No hay más que ver el mapa de las otras columnas participantes en el 9 d’Octubre. Cinco son de distintas comarcas de la provincia valenciana, una de Castellón y otra del norte de Alicante.

“Es conocido que en Valencia y Castellón llevan tiempo muy organizados y coordinados, nosotros en cambio, llevamos poco tiempo”, comentan desde Respuesta Popular, organización que nació en abril del año pasado –el Colectivo Antifascista de Alicante se formó en 2011-.

En el trayecto de ida se masca la tensión de la columna Miquel Grau, cuyo nombre homenajea al joven alicantino asesinado un 9 d'Octubre de 1977 mientras colgaba carteles. En el recuerdo, las agresiones de la extrema derecha del año pasado. Para evitar un escenario similar, los pasajeros reciben un detallado protocolo de seguridad que pasa, en pocas palabras, por hacer caso a los organizadores.

Y esto es parte del éxito en el que coinciden todos a la hora de valorar la histórica marcha antifascista del pasado martes, sin olvidar el gran despliegue policial que dejó en evidencia el que ordenó el PP el 2017.

Fuertes medidas de seguridad

El control interno de las columnas se dejó notar desde el momento en el que bajaron del autobús. Para llegar a la plaza de San Agustín se creó un cordón de seguridad donde destacaban los responsables de seguridad a los que se distinguía por sus brazaletes rojos o amarillos y a los que había que acudir “en caso de peligro o amenaza”.

Bajo esta escolta, la delegación alicantina llegó puntual a la abarrotada plaza de San Agustín. Pero el inicio de la manifestación se retrasaba. El motivo, la agresión con gas pimienta de la ultraderecha contra los periodistas que estaban cubriendo la marcha iniciada por la Comissió del 9 d’Octubre.

Una vez comenzada la manifestación antifascista, no tardaron en sucederse los insultos de los ultras apostados en los laterales de las calles. “No respondáis a las provocaciones –alerta un antifascista con brazalete amarillo-, les hace más daño que los ignoréis”. Este era uno de los cometidos del también conocido como cordón de seguridad B, además de vigilar que no hubiera neonazis infiltrados que reventaran la marcha, como ha pasado otros años. En cambio, los de la cinta distintiva roja tenían la misión de frenar cualquier conato de violencia. Conectados con walkies, vigilaban los puntos calientes y se colocaban a escasos metros de los fascistas, contenidos a su vez por una constante hilera formada por las Unidades de Intervención Policial de la Policía Nacional.

Con gritos como “Valencia será la tumba del fascismo” o “Fuera fascistas de nuestros barrios”, la masa de 15.000 personas llegó a la plaza de América alrededor de las ocho de la tarde, momento en el que Betlem Agulló, la hermana de Guillem Agulló, asesinado hace 25 años, leyó un manifiesto que puso el punto y seguido a la manifestación. Porque la columna Miquel Grau tenía que volver rápidamente a los buses y ya se había advertido del “peligro” que suponía la vuelta en caso de que se encontraran con grupúsculos de la extrema derecha. Por ello, unos ocultaron como pudieron los lemas reivindicativos de sus camisetas, otros se quitaron las chapas antifascistas que portaban. Todos llegaron sin problemas al destino acompañados por miembros de la Policía Nacional.

“El año que viene repetimos, volveremos a Valencia”, se podía escuchar en el autobús de vuelta. “Sí, hoy hemos demostrado que somos muchos y más que seremos”. El sur también existe.

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