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PP y PSOE en busca de la fuente de la eterna juventud

José Manuel Rambla

Desde que fuimos condenados a trabajar, envejecer y morir por la caprichosa voluntad de un dios que decidió expulsarnos del paraíso por el robo de una manzana, los humanos no han cesado de buscar la forma de escapar a esta maldición bíblica. Una minoría logró sortear la primera de las condenas –la del laboro- transformando la sentencia de “ganarse el pan con el sudor de la frente”, en un avispado: “enriquecerse con el sudor del de enfrente”. Fue así como surgieron una variada gama de individuos, mayoritariamente masculinos, que se encarnaron en sacerdotes, guerreros, reyes y más recientemente los grande ejecutivos financieros.

Menos fortuna han tenido quienes intentaron superar la enfermedad y la muerte. Es cierto que la ciencia ha logrado paliar no poco sufrimiento. Sin embargo, todavía dista mucho de evitar ya no la muerte sino, simplemente, la decrepitud y vejez. Por eso lo fantástico ha venido marcando las búsquedas en este campo desde que allá por el siglo V a C. Herodoto nos hablara de la existencia de unas misteriosas aguas que alargaban la vida de los etíopes. Siglos más tarde, una leyenda similar obsesionaría hasta tal punto a Juan Ponce de León que, según las crónicas, no quedó río, arroyo, laguna, ni pantano donde no se bañase en sus correrías por la Florida persiguiendo la mítica fuente de Binimini. Más recientemente, no falta quien afirma que esas aguas milagrosas están a los pies del Himalaya, en el valle de Hunza. Allí sus habitantes parecen gozar de una misteriosa vitalidadque les lleva a vivir hasta 120 años y más. Una longevidad, todo sea dicho, que algunos achacan al hecho de que carecen de calendario y por ello calculan sus edades con ojo de buen cubero, sin importarles redondear por lo alto.

Sea como sea, lo cierto es que la atracción por estas fantasías parece afectar no solo a las personas físicas sino incluso a las jurídicas. Y algo de eso parece rondar detrás de la fijación con que el PP y el PSOE aspiran a renovarse después de verle las orejas estadísticas al lobo de Podemos en las últimas encuestas. Un rejuvenecimiento experimentado con aparente éxito por la Casa Real gracias a las ventajas que tiene una institución cuya legitimidad viene otorgada por un espermatozoide con suerte y ADN contrastado. Sustituyendo la herencia genética por la ideológica, los socialistas han sido los primeros en apresurarse en seguir los mismos pasos, imponiendo el relevo generacional a su cúpula. Y por si alguien tenía dudas, el mismo Pedro Sánchez se ha encargado de explicar el cambio con el lenguaje cercano de los amigos: “yo siempre me he considerado un tío de izquierdas”.

Los socialistas confían haber encontrado en Ferraz el manantial de la juventud. O el elixir de la vida salido del alambique de un alquimista. Es así como parecen quitarse años de encima para recuperar simbólicamente la remota imagen de aquel Felipe González a quien tanta admiración le profesa el propio Sánchez. Y tan efectivo ha sido en la recuperación de aquel espíritu del 82 que como efecto secundario se ha resucitado hasta la momia de Alfonso Guerra para alertarnos de la amenaza neocomunista y populista. Un clamor del guerrismo, izquierdista y descamisado, que contrasta con su silencio frente a la modificación de artículo 135 de la Constitución; un olvido achacable sin duda a la edad, aunque compartido, todo sea dicho, por el simpático “tío de izquierdas”.

En cualquier caso, estas contradicciones menores no son nada comparado con los problemas que tiene el PP para afrontar su necesario baño rejuvenecedor. Porque si los intentos de revitalizar la anemia política parecen haber despertado a Guerra en el PSOE, ¿qué efectos secundarios podría tener entre los conservadores una operación similar? ¿Rescatar de la tumba a Fraga? Tal vez por eso, Rajoy opta por la prudencia tras descartar por completo la posible candidatura del pequeño Nicolás. Para el presidente resulta más seguro confiar en el botox del miedo –el que dice chavismo donde antes decía ETA- junto a una mínima liposucción de soberbia en forma de ley anticorrupción.

Los conservadores españoles saben bien que la paciencia y el maquillaje suelen ser más efectivos que las quiméricas aguas de la eterna juventud. Al fin y al cabo, si con ello lograron superar las manchas del franquismo, ¿porqué va a ser menos efectiva para atajar la crisis política actual? En todo caso, a los chicos de Rajoy siempre les queda el recurso de vender el alma a cualquier diablo a cambio de una mínima jovialidad que les permita afrontar las elecciones. Incluso hay quien asegura que en la cámara más secreta de algún banco suizo, junto a los papeles de Bárcenas, se encuentra depositado en custodia un siniestro objeto: el tenebroso cuadro que realizó para el presidente el mismo retratista que pintó a Dorian Grey.

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