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Recordemos, temamos su regreso y no perdamos el horizonte de cambio

Pilar Lima

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Recordar nuestra reciente historia política valenciana es recordar la historia de corrupciones que parecían eternas. Es triste decir que angustia estudiar los últimos 25 años de la política valenciana, e incluso valorar y recordar los últimos 40 años de nuestra Comunidad nos lleva a un desasosiego absoluto y, es que, el País Valencià no puede presumir de haber gozado de buenos gobernantes. Cuando una vuelve a la época de Eduardo Zaplana, el de Terra Mítica, el que creyó ser un faraón que tenía una tierra entera a su disposición, junto a todo aquél séquito adulador que lo acompañaba, recuerda que fueron conquistando cada recoveco de poder para pervertirlo y derrochar nuestro dinero con toda la jeta del mundo. Además, la Ciudad de la Luz fue la Ciudad de las Sombras, lo que quiso ser y no pudo ser, la ambición desmedida y los sueños personales no son buena materia prima para hacer política, ejemplo de ello es querer hacer un “fabra” o lo que es lo mismo “el aeropuerto del abuelo”. Cuesta entender esa intención de dejar huella mediante obras inacabadas e incluso acabadas pero con ruina incluida en forma de deuda. Cuesta entender también a qué se debe la obsesión de gobernantes de antaño, e incluso de hoy, por construir obras consideradas emblemáticas que recuerdan a uno y no a un pueblo.

Las cosas deberían ser más simples de lo que parecen. La pregunta clave es: ¿debe primar el interés de uno o el interés de todo un pueblo? Gobernar bien radica en lo último en primar y cuidar de todo un pueblo. Individualismo versus comunitarismo. Y saber construir, que no sea una Ciudad de las Artes y las Ciencias, pero sí podría haber sido un “L’Hemisfèric” diseñado por un no-Calatrava. No hablamos de prohibir la construcción de representaciones de nuestra historia mediante obras arquitectónicas, sino de hacer las cosas bien para que la mejor obra construida sea, para empezar, un país con condiciones laborales dignas y con políticas públicas que no supongan deuda o sobrecoste a las arcas públicas. La política, además de para con la gente, también tiene un deber para con el arte en todas sus expresiones.

Temamos su regreso

No les temamos a ellos, pero sí al regreso de sus políticas. El temor a la vuelta del Partido Popular, o a algo que se le parezca, siempre estará ahí en los próximos años. Es el temor a una gestión que perjudicó a las mayorías pero que ahora nos puede dar fuerza y recordar que llegamos para combatir la corrupción de Zaplana, de Camps, de Rus… y que no queremos políticas ultraderechistas que vulneran los derechos humanos y nos retrotraen a tiempos pasados. Tenemos una preocupación permanente que mantiene vivo el recuerdo de la corrupción y el saqueo al que nos sometieron durante años, que parecieron una eternidad pero que por fin acabó en mayo de 2015. El faraón y el emperador, dos que se quisieron durante un tiempo y luego dejaron de hacerlo, nos enseñaron que las alianzas en política son muy cambiantes y desconcertantes. Esos dos señores, que fueron presidentes de mi comunidad, compitieron para ver quien llevaba a cabo la obra más espectacular y, al mismo tiempo, espeluznante… El coste y sus consiguientes sobre costes y demás comisiones en B e historias corruptoras demuestran que nos robaron a manos llenas. Se lo podían permitir porque pusieron todas las estructuras a su servicio. Tenían una de las herramientas más importantes para ganar la batalla cultural y afianzar su poder: una televisión autonómica intervenida y manipulada, en plena época de bonanza económica, -que resultó ser ficción-. Se permitían hasta chantajes como el del ex-Presidente Camps engañando al pueblo valenciano con la Fórmula 1, cuyo contrato no firmó hasta ganar las elecciones, tal y como pidió un tal Bernie Ecclestone, un ex-jefe de la F1 que acaba de elogiar el triunfo del ultraderechista Bolsonaro en Brasil. Curiosamente, lo ha hecho con una expresión que recuerda mucho a Rita Barberá y su empeño en poner a Valencia en el mapa del mundo: “Él traerá a Brasil de vuelta al mapa”. Pero, ¿de qué sirve tener la ciudad o el país más conocido del mundo por un evento o por unas políticas concretas, mientras se empobrece a su ciudadanía?

No perdamos el horizonte de cambio

Que sirva recordar el pasado de estímulo para seguir con las políticas del cambio. Sobre todo ahora que parece que podría volver en forma de “trifachito”, como lo acuñó el gran Gerardo Tecé. Todo indica que la santísima trinidad de la ultraderecha aparecerá en estas elecciones. Hay partidos que de nuevos tienen poco y otros que, por más que intenten modernizarse, no lo consiguen. Hay unos nostálgicos del franquismo, unos derivados naranjas y un clásico bajo la magia –negra- del aznarismo. No queremos que vuelva el pasado en ninguna de sus formas, queremos un gobierno valiente que no se parezca a lo anterior, para devolver las instituciones a la gente hay que gobernar de manera distinta, se dice gobernanza.

Aunque muchas fuerzas políticas y medios todavía se atreven a infravalorar o despreciar a una fuerza política nueva que llegó para quedarse, es innegable que la llegada de Podemos supuso un terremoto político que ha hecho que el resto de fuerzas políticas vayan a rebufo sobre cómo debemos gobernar con y para la gente.

Es por todas sabido que somos el partido a emular/copiar, bien en la externa o bien en la interna, nuestras fueron las primarias que luego otros decidieron extrapolar a sus organizaciones de una manera u otra. Nos copian el relato de la patria es la gente, intentan perjudicar nuestra imagen como organización con las “fake news”, con titulares morbosos y, en muchas ocasiones, con un criterio noticioso algo dudoso. Pero no lo consiguen. Seguirán buscando nuestra ruptura, destacando procesos internos o sobredimensionando una conflictividad interna… da mucho juego. Sin embargo, nuestra externa, las políticas que ofrecemos “dan más juego” a la gente: hemos logrado la mayor subida del salario mínimo de nuestra democracia, hemos sido capaces de cuestionar el papel de la Monarquía, de querer saber más de ella e incluso dudar de su utilidad y hemos acompañado las luchas de las mujeres y los pensionistas que han dado ejemplo durante todo el año, entre otras cosas. Es nuestro compromiso seguir mostrando lealtad a la esperanza de la gente por una vida mejor. No se trata sólo de ser leal a un proyecto por más que creemos en él, se trata de la gente y su bienestar. Nos estamos jugando el país que vamos a dejar a las próximas generaciones. Por más que digan lo contrario, sabemos que sí se puede… si no olvidamos para qué llegamos. Recordar, temer y no perder la perspectiva de para qué llegamos. Hemos conseguido mucho en poco tiempo, pero nos queda mucho por lograr, lo que nos queda por lograr, y aunque sea con el viento en contra, ahí seguiremos construyendo CAMBIO político.

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