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Reformismo en la cuneta

Chus Villar

Cuando hace una semana escribí que los próximos meses prometían mucha diversión y cambios en la vida pública no pensé que serían tantos y tan pronto. Cuando argumenté que la señora Aguirre no debería considerar anti demócratas a determinados partidos por ser republicanos, pues las dos formas del Estado (monarquía o república) son igualmente democráticas al calor de una reforma constitucional, no imaginé que este debate iba a revitalizarse como lo ha hecho y en sólo unos días. Me alegro mucho de haberme equivocado.

Ya se veía venir que el estado de cosas no se sostenía, ni en lo económico, ni en lo político ni en lo social. Que incluso en los territorios que componen el supuesto núcleo duro del establishment caciquil, como el nuestro, la mierda había rebosado mucho y el pie había aplastado demasiado a los de abajo. Todo tiene un límite: la ceguera y el aguante también.

Al poder establecido (bipartidismo-monarquía-capitalismo salvaje) le ha perdido el menospreciar la inteligencia y la capacidad de resignación del pueblo. Y le sigue perdiendo el no darse cuenta de que la vida es cambio y que es imposible gobernar contra la resistencia de la calle.

Dicen que nuestra Transición, nuestro monarca y el modelo político de las últimas cuatro décadas nos han dado una época de estabilidad democrática inédita en nuestra historia, y tienen razón: los ciudadanos por fin somos demócratas, por eso estamos pidiendo cada vez en mayor número y con mayor contundencia profundizar en esa Democracia a la que no vamos a renunciar. Queremos decidir, queremos participar y queremos que las políticas se realicen en beneficio del pueblo y no de élites privilegiadas. Señores artífices de la Transición: eso es Democracia, lo que muchos de ustedes se enrocan en defender se llama Oligarquía.

Si la tozudez y la falta de flexibilidad mental muestran escasa inteligencia, los que nos gobiernan están demostrando ser bastante necios. Tenían en sus manos la posibilidad de liderar los cambios políticos que el sistema necesitaba y de afrontar la crisis económica pidiendo sacrificios a cambio de equilibrar y contrarrestar las desigualdades. Han hecho justo lo contrario. Ahora el Reformismo no nos va a conformar y menos cuando se demuestra vacío de contenido, falaz y cínico.

En la escala de la necedad, la palma se la lleva el PSOE, especifico, el aparato del PSOE. De la pareja PP-poder económico nadie espera que esté a la vanguardia del cambio. De un partido socialista con 135 años de trayectoria, millones de ciudadanos esperaban mucho. Admiro sinceramente a esos miles de militantes que siguen intentando desde dentro tomar las riendas de su partido, de su ilusión, de su sueño por crear una sociedad más justa y más igualitaria. Pero creo que en este asunto también va a llegar un momento en que las tragaderas van a tener un límite. No sé si en los próximos meses veremos como Izquierda Socialista, las Juventudes, alguna federación territorial crítica y algunas personalidades sobresalientes optan por una vía rupturista, o consiguen llevar a su terreno a barones y baronesas, o siguen rumiando su desencanto en el interior de la organización, pero último lo veo bastante improbable.

Rubalcaba ha muerto matando. Ha asestado un golpe, que puede ser de gracia, a su partido, aunque la responsabilidad, por mucho que él quiera asumirla como patético mártir solitario, es solidaria con otras muchas cabezas pensantes de la organización. El último capítulo del papelón que le han hecho representar con su complacencia ha sido el de cortesano, allanándole la salida al rey y la entrada al príncipe.

En esta tarea ha contado con la aquiescencia de Susana Díaz, a la que, en un grotesco símil, él también pretende –cual monarca añoso de capa caída- legar su corona. Esta visualización de Díaz como más de lo mismo saca a la luz la torpeza de la estrategia, pues va a debilitar a la federación más potente y resistente al desgaste del PSOE, la andaluza. Las esperanzas en tierras valencianas no son mayores; Ximo Puig, que lo tiene a huevo con los escándalos y desmanes del PP, tampoco quiere salirse de la foto.

Antes de dar paso al congreso federal –ahora entendemos por qué Rubalcaba ha aplazado este momento-, el secretario general agonizante hará que su grupo parlamentario apruebe junto al PP la ley orgánica de urgencia para la sucesión dinástica, sin plantear la necesidad de, al menos, una reflexión sobre la forma de Estado. Con todo, esto no es lo peor que ha hecho un partido cuyo suelo electoral, me temo, no ha sido alcanzado y que tendrá que hacer milagros para convencer a millones de votantes a la fuga de que puede reconducirse hacia su lugar y estado natural (se llame ya o no ese lugar izquierda o interés general de los ciudadanos frente a las oligarquías).

La elección entre monarquía o república no define la calidad de nuestro sistema político ni su capacidad para afrontar las necesidades ciudadanas, pero el fin de los tabúes y de los sacrosantos principios intocables sería un síntoma de madurez democrática. Cuando perdamos el miedo a los referéndums, a las reformas constitucionales, a la revisión crítica de nuestra historia, a las amenazas y chantajes de las élites financieras y empresariales, a la creencia de que se puede redistribuir la riqueza sin provocar ningún caos económico, habremos ganado todos. Posturas que antes eran minoritarias y consideradas utópicas están creciendo y haciéndose visibles con normalidad y de forma pacífica. Muchos han empezado a andar un nuevo camino desnudos de miedos. Serán muchos más, y los que no caminen se quedarán en la cuneta.

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