Has elegido la edición de . Verás las noticias de esta portada en el módulo de ediciones locales de la home de elDiario.es.
La portada de mañana
Acceder
Israel amenaza con una guerra en Líbano
Moreno y Rueda piden que el Gobierno busque mayorías para los Presupuestos
Los problemas que no preocupan a los españoles. Opina Rosa María Artal

Última comunión

Chus Villar

Se acerca el momento; mayo está a la vuelta de la esquina y como cada mes florido nuestras plazas se llenarán de esas blancas palomas, princesas por un día con aspecto de novia prematura, que se disponen a recibir entre gasas, tules, y charoles regalos, elogios, flashes, vídeos, banquetes honoríficos… Ah, sí, también recibirán por primera vez (quizás por última) el cuerpo de Cristo. Algo más desapercibidos pasarán esos marineritos cabizbajos que no se encuentran tan cómodos en su papel de principitos aunque tampoco le hacen ascos a un fiestón con globos y tartas personalizadas de fondant.

Padres empeñados (por el crédito personal que ahora deben, no por su empeño evangélico) les acompañarán orgullosos y lacrimosos, recitando las oraciones de rigor: “¡parece mentira cómo pasa el tiempo!”, “¡Y hace nada la llevábamos en brazos!” “Un día es un día”, “Ellos lo merecen todo”… Algunos familiares esperarán fuera de la iglesia fumándose un cigarro, ya se sabe que estas cosas se hacen un poco pesadas y en la parroquia no hay aire acondicionado.

Entre calada y calada, uno confesará que, a decir verdad, eso de los curas no va mucho con él, que esto es algo que se hace por los críos, que quién les dice que no, cuando ven que todos sus amiguitos lo hacen, y quién se resiste a esas caritas de ilusión el día de su Primera Comunión… Otro presumirá de que él fue más listo, porque puestos a tirar de bolsillo, le planteó a su hijo un dilema con trampa: “¿Comunión o Eurodisney? ¿Adivináis que eligió?”. “¡Tú sí que sabes, macho! Yo eso, con mi suegra, imposible, cualquiera le quita a la buena señora la obsesión por pagarle el traje, llevaba ahorrando desde el bautizo!”.

Y todos soltarán una carcajada, y el sacerdote oirá las risas de fondo, y seguirá pronunciando su retahíla de forma mecánica (“El cuerpo de Cristo”), mientras sueña en secreto con plantarse, subir al altar y suspender la ceremonia, decirles a todos bien alto y claro que así no, que esto no, que es la última comunión que celebra de esta forma; que educar a los hijos en la fe del Señor es una cosa seria, festiva pero seria; que las tiaras y los cancanes de los largos vestidos, y los bucles artificiales, y las galas de los invitados no van con el sentido humilde de este sagrado acto cristiano; que no entiende por qué mandan a sus hijos a colegios católicos si luego no les acompañan a misa; que si les enseñan que el mundo es de quien más aparenta, nunca entenderán el verdadero significado de la palabra de Dios… Y suspira, y sigue su letanía, y reparte otra hostia consagrada.

Los niños, de vuelta a su posición tras recibir el pan bendito, piensan en cómo despegarse la oblea del paladar sin meterse los dedos en la boca, y al cura se le vuelve a ir el santo al cielo, y piensa que hoy tendrá que hacer gala de su mucha paciencia, pues va a ser un domingo muy largo: por la tarde se repetirá el paripé: toca oficiar boda, y de nuevo habrá de ver sacramento del matrimonio rebajado a la conveniencia de la apariencia social.

Y no sabe el buen párroco si es mejor esto que tener los bancos vacíos, y por eso calla sus pensamientos, y se conforma con mirar al Cristo crucificado, que allá en la capillita de su derecha parece hoy mirarlo en su último suspiro, como dándole ánimos y él le responde: “Perdónalos, Señor, porque no saben lo que hacen”.

Etiquetas
stats