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El mensaje xenófobo y contradictorio de Italia alimenta el caos de la reforma migratoria en Europa

El líder de la Liga Norte, Matteo Salvini.

Ismael Monzón

Están todos de acuerdo en que están en desacuerdo. El nuevo vicepresidente y ministro del Interior italiano, Matteo Salvini, se felicitó la semana pasada de que once de los 28 países de la Unión rechazaran la última propuesta europea para cambiar la política migratoria comunitaria, plasmada en el Tratado de Dublín. “No solo somos nosotros quienes decimos que es un acuerdo pésimo y que Europa ha dejado sola a Italia”, aseguró el líder de la ultraderechista Liga.

El Reglamento de Dublín marca la obligatoriedad de los migrantes de solicitar asilo en el primer país donde queda su huella registrada, lo que suele significar que se trate de los principales países de entrada a la UE, como Italia o España. Tras la crisis de refugiado de 2015, la Unión Europea comenzó a trabajar en una reforma de la normativa.

Por el momento, algunos Estados miembros como España, Italia o Grecia se han opuesto al primer borrador propuesto por Bulgaria, que ostenta la presidencia de turno de la UE, al entender que no asume los suficientes compromisos con los países receptores. Mientras que otros han mostrado su rechazo porque no quieren asumir mayores responsabilidades en acogida de refugiados. Y Salvini parece estar de acuerdo con los dos.

Horas antes, el valedor del Ejecutivo italiano, apoyado por su partido y el Movimiento 5 Estrellas (M5E), había asegurado que ya ha mantenido contactos con el primer ministro húngaro, Victor Orbán, con quien pretende “cambiar las reglas de la UE”. Sin embargo, Orbán se niega a acoger refugiados, mientras que Salvini pretende que el resto de socios europeos compartan responsabilidad con Italia. La forma de conjugar ambas agendas resulta una verdadera incógnita.

“El Parlamento Europeo había añadido algunas cláusulas positivas para Italia como que habría que negociar el país de estancia a pesar de cuál sea la nación en la que el migrante ha tenido el primer contacto o una reubicación más flexible basada en el reagrupamiento familiar”, señala Lorenzo Trucco, presidente de la Asociación para los Estudios Jurídicos sobre la Inmigración. Actualmente la normativa comunitaria establece que los migrantes deben tramitar la solicitud de asilo y permanecer en el país en el que han pisado por primera vez suelo europeo.

El motivo que esgrime Italia para su rechazo es que con este texto la reubicación sólo se aplicaría en caso de nueva oleada y no en las circunstancias actuales. El verdadero debate tendrá lugar en el próximo Consejo Europeo del 28 y el 29 de junio, aunque algunos como el secretario de Estado belga para inmigración, Theo Francken, ya dan la negociación por “muerta”.

Parece que Italia espera que con la presidencia de Austria de la UE, a la que accederá en el segundo semestre del año, lleve la iniciativa un grupo de países con capacidad de imponer una mayor restricción a los flujos migratorios. Según la prensa italiana, la UE no estaría en contra de una política más dura que aleje el problema de sus fronteras. A los vientos xenófobos del Este, se suma la influencia de la ultraderecha en la propia Austria, el nuevo Ejecutivo esloveno y, por supuesto, Italia.

Matteo Salvini anunció que su país hará una “contrapropuesta”, aunque no detalló cuáles serían los términos. La profesora de Derecho comunitario y experta en políticas europeas de asilo Chiara Favilli advierte de que si se mantiene el bloqueo, “el acuerdo que seguirá vigente es el anterior, el mismo que Italia quiere reformar desde hace años porque considera que le perjudica”. 

El abandono de Italia por parte de la UE

Durante su debate de investidura en el Senado, el primer ministro, Giuseppe Conte, insistió en el argumento tantas veces repetido, que Italia ha sido abandonada. “Desde la primera conversación que he tenido con la canciller, Angela Merkel, he remarcado la importancia de este tema”, aseguró el presidente del Gobierno. Merkel también reconoció el pasado fin de semana que “Italia ha gestionado sola la crisis migratoria”, mientras que Berlín se sumó a Roma en el veto a la propuesta para reformar el Tratado de Dublín.

Detrás de la alineación del nuevo Gobierno italiano con los países del Este hay una ideología compartida, el cierre de fronteras que ambos pretenden. Pero pese a que tanto Salvini como el primer ministro, Giuseppe Conte, aseguren que su país “pondrá fin al negocio de la inmigración, crecido con desmesura bajo el manto de una falsa solidaridad”, la realidad refleja que Italia es y seguirá siendo país receptor para los migrantes que parten de las costas del norte de África.

¿Puede superar las duras medidas del gobierno anterior?

En la práctica el flujo ya se ha reducido a niveles de hace seis años. En lo que va de 2018 han llegado a las costas italianas 13.775 personas, un 77% menos con respecto al mismo periodo del año anterior. El propio Salvini reconoció que el trabajo de su sucesor, Marco Minniti quien negoció con las tribus libias y cedió responsabilidad a aquel país en la gestión de los salvamentos, iba “en la buena dirección”. Las políticas del anterior Gobierno fueron también muy criticadas por las ONG en defensa de los derechos humanos. 

Por tanto, la pregunta es qué puede hacer el ultraderechista Salvini que no haya hecho el socialdemócrata Minniti.

“El margen de maniobra es poquísimo o nulo, porque ya venimos de un Gobierno muy duro”, responde la profesora Chiara Favilli. “Cerca del 50% de los desembarcados en Italia obtienen algún tipo de protección. Lo único que podrían hacer es reducir estas garantías o aumentar el tiempo en los centros de detención”, opina Favilli.

Aunque la línea del Gobierno no es aumentar la estancia, sino acelerar los mecanismos para la expulsión, según refrendó Giuseppe Conte. “Con el fin de hacer efectivos los procedimientos de repatriación, pediremos en sede europea que terceros países que quieran mantener acuerdos de cooperación con un país miembro de la Unión firmen acuerdos bilaterales para la gestión de flujos migratorios”, afirmó el primer ministro en el Senado.

La prometida política de deportación, “propaganda”

En estos momentos Italia sólo puede repatriar a ciudadanos de Marruecos, Egipto, Túnez y Nigeria, los únicos países africanos con los que Roma tiene un acuerdo. El temor para Lorenzo Trucco es que “la UE pueda considerar seguros países como Sudán, Chad o Níger para mandar allí a los migrantes, como ya ha hecho de facto con Libia o Turquía”.

Todo lo demás, para Trucco, es “propaganda para cumplir con su electorado”. En cuatro días en el Gobierno, Salvini ya ha llamado “vicetraficantes” a las ONG, les ha advertido a los migrantes que “se les ha acabado la buena vida pagada por los italianos” y dijo que en ocasiones “Túnez exporta criminales” el mismo día que se produjo un naufragio en sus costas con casi medio de centenar de muertos y unos 70 desaparecidos. El Gobierno tunecino, uno de los pocos que cooperan con Italia, llegó a llamar a consultas al embajador italiano.

El xenófobo Matteo Salvini se reservó el papel de ministro del Interior siguiendo la técnica de Donald Trump, por la que toda amenaza de campaña se convertiría también en proclamas desde el Gobierno. Sin embargo, será el líder de la Liga quien protagonice la negociación del principal y casi único cambio que puede modificar la política migratoria en Italia, el Tratado de Dublín. De momento, son muchos los riesgos de que permanezca invariable y también en esto hay una mayoría que coincide en que el actual marco no funciona.

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