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“Acogimos a miles de refugiados cuando España era un país más pobre”

Testimonio del reportaje de 1995 sobre refugiados bosnios en España emitido por Informe Semanal

Europa Press / Isabel Vega

España acogió en su territorio a unos 2.500 refugiados de Bosnia Herzegovina entre 1992 y 1994, mientras atravesaba la mayor crisis económica conocida en democracia y registraba casi dos puntos más de paro que en la actualidad, lo que lleva a instituciones y ONG a defender que hoy, cuando la Unión Europea llama a los Estados miembros a acoger personas para evitar que mueran en el Mediterráneo, la coyuntura económica no puede servir de excusa en la respuesta a la emergencia humanitaria.

Hace ahora 23 años y ante el genocidio en los Balcanes, España, a petición del Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), aprobó un cupo para traer a 1.000 refugiados procedentes de campos de concentración de Bosnia Herzegovina junto a sus familias. Llegaron en torno a 700 personas entre 1992 y 1994, los primeros en un buque de la Armada que arribó a Cartagena recibido con vítores. Obtuvieron asilo.

Así lo contó Informe Semanal de TVE en un reportaje de 1995:

En paralelo, las ONG, con el MPDL y CEAR a la cabeza, organizaron su propio programa con entidades bosnias y consiguieron trasladar a España en el invierno de 1992 a otras 1.400 personas, fundamentalmente familias, que recibieron un estatuto temporal de protección. Llegaron no obstante, más refugiados, como 154 sefardíes de Sarajevo, parientes reagrupados, decenas de personas que requerían tratamiento médico y niños acogidos en campamentos de verano.

Así, llegaron unos 2.500 desplazados en menos de dos años que fueron diseminados por el territorio nacional en un momento en que España había perdido el 1% de su PIB y sufría una tasa de paro que al cierre del primer trimestre de 1994, llegaba al 25,4%, un 1,7% más que en la actualidad. “Y no se produjo ningún problema ni ningún incidente, fue muy bien”, destaca Sahuquillo en declaraciones a Europa Press.

Para la acogida, las ONG se sirvieron del apoyo desinteresado de administraciones y agentes como el Sindicato de Pilotos, que se hizo cargo de los vuelos. Ayuntamientos grandes y pequeños se ofrecieron, en nombre de sus vecinos, a acoger por cupos a las familias refugiadas y muchos ciudadanos se acercaron a las entidades para colaborar, ya fuese donando enseres o tiempo. Fueron muchos también, recuerda el MPDL, los que acudieron con pancartas de bienvenida a los puertos y aeropuertos.

Esma Kucukalic fue parte de uno de esos cupos. Tenía nueve años de edad cuando abandonó su Sarajevo natal junto a su madre y su hermana tras dos meses de una guerra en la que su padre y muchos otros familiares y amigos perecieron. Se ubicaron en Belgrado, donde tenían parientes, conscientes de que siendo bosnias no podían quedarse. No estaban a salvo. Pidieron asilo a multitud de países, pero ninguno respondió.

Bruselas ha pedido a España que de aquí a 2016 se haga cargo de 4.288 personas que se encuentran en Italia y Grecia y que asuma el reasentamiento de otras 1.549 que se encuentran en el Norte de África y necesitan protección. El Gobierno ve injusto el reparto fijado entre Estados, considera que ya soporta peso suficiente y que no se ha sopesado el nivel de paro nacional. En CEAR; como en otras ONG, consideran que el 'cupo' es “claramente asumible”.

Para la presidenta del Movimiento por la Paz, el Desarme y la Libertad (MPDL), Paca Sahuquillo, “el número designado por la UE para España es muy pequeño, ridículo” y hay capacidad para más. “Pudimos acoger refugiados en una España más pobre y con más problemas. Ahora tenemos problemas sí, pero en mejores condiciones y lo tenemos que hacer porque es absolutamente inhumano que no podamos acoger a gente que está huyendo del horror que es la guerra”, señala.

“Solidaridad pura y dura”

“Escuchamos en la radio que una ONG llevaba refugiados a España y nos presentamos, pero no quedaban plazas. A los tres días nos llamaron porque una mujer con dos niños se había dado de baja. Fue un poco ir a la aventura. Nos subimos a un autobús sin saber a dónde íbamos realmente, pero la necesidad de tirar adelante y sobrevivir te hace reaccionar de esa manera. Si no estás en esa situación de desespero nunca te expones a un futuro tan incierto”, cuenta a Europa Press.

Kucukalic, periodista hoy afincada en Valencia, recuerda con “agradecimiento eterno” cómouna decena de familias de un pequeño pueblo de Alicante apoyaron a las 55 que como la suya, fueron trasladadas hasta allí. “Fue solidaridad pura y dura de la gente”, comenta. Tampoco olvida cómo vivía la guerra desde España, “sin saber nada de la familia” y recibiendo de cuándo en cuándo alguna carta a través de Cruz Roja que llegaba “como una postal escrita desde el infierno”.

“Una guerra es lo peor que puedes vivir. No te trae nada bueno, deshumaniza y deja una cicatriz que no cura. Mi padre falleció en el conflicto y no pudimos volver hasta que terminó. Yo tenía 9 años, mi hermana 20 y España nos brindó la oportunidad, dentro de nuestras posibilidades, de intentar normalizar la situación en que vivíamos”, explica.

Coordinación institucional

Para atender a familias como esta, se estableció, bajo la Oficina de Derechos Humanos, un comité de coordinación que aunó los esfuerzos de todos los ministerios implicados, las ONG y las administraciones locales y autonómicas para distribuir a los refugiados y proporcionarles tanto los permisos de residencia necesarios como acceso a la sanidad, la educación y orientación al empleo para quienes la necesitasen. “Muchos eran profesionales y nos daban lecciones a nosotros”, recuerda Sahuquillo.

En aquel momento, tenían estatus de desplazados por causas excepcionales, una figura jurídica creada ad hoc y hoy amparada por una directiva europea que implica el retorno cuando acaba la guerra. “En 1995, cuando se radiaba el principio del fin, recuerdo que escribí al Rey de España, tenía yo 13 años, y un día llegó una carta de Zarzuela. Me decía que no nos preocupáramos porque tanto nuestra familia como el resto podríamos tener un futuro en España y quedarnos el tiempo que quisiéramos”, comenta Kucukalic.

Su madre volvió con la paz a su país e intentó “seguir su vida”. Ella y su hermana se quedaron. Según Sahuquillo, estos casos fueron los menos. “La mayoría se volvieron, gran parte de ellos hablando español y ocupando puestos interesantes en su país. Eso también es marca España, porque esas personas, cuando acabe la guerra, serán los mejores embajadores de tu país porque tú les acogiste”, comenta.

Antes, sí. ¿Y ahora?

Ahora, Kucukalic no se explica qué ha cambiado en la sociedad europea para que tras cuatro años de guerra en Siria y miles de muertes en el Mediterráneo no se haya producido ya un vuelco de solidaridad similar. Al igual que Sahuquillo, teme que sea una cuestión de racismo o miedo. En los Balcanes, las víctimas eran europeas.

Añaden otra variable, que los medios cubrían la guerra en Bosnia sobre el terrenoacercando la realidad a los españoles, mientras lo que ocurre en Siria o Eritrea “es mucho más desconocido”. La presidenta del MPDL apunta un nuevo factor: un cambio generacional que ha perdido la memoria del exilio durante la Guerra Civil española.

En todo caso, desde ACCEM piden “realismo” con la acogida, pues como recuerda su directora, Julia Fernández, hoy faltan recursos, la red se ha venido reduciendo y se han generado “listas de espera” para atender a refugiados que ya están en España. El ACNUR corrobora este asunto al apuntar que el sistema “ha sufrido importantes recortes”mientras crecían las necesidades, con 2.500 solicitudes en 2012 frente a casi 6.000 el año pasado.

“El sistema de plazas de acogida, que cuenta con buenos profesionales y excelente experiencia, está saturado y no puede responder siquiera a las necesidades de acogida inicial de muchos de los solicitantes de asilo que acaban de llegar”, dice el ACNUR, que incide no obstante en que la UE pone fondos a disposición de los Estados para asilo y refugio.

Cuestión de solidaridad, y de justicia

Con todo, el Alto Comisionado apunta que “aunque haya aspectos que requieran claramente una mayor dotación presupuestaria, para otros muchos lo que hace falta realmente es voluntad política y un mayor esfuerzo de planificación y coordinación con todos los actores que podrían involucrarse”, como se hizo en 1992 pero también en 1999, cuando en tres meses España recibió a 1.426 albaneses que huían de Kosovo.

El Asilo es un derecho universal consagrado en la Convención de Ginebra que se introdujo a raíz de la Segunda Guerra Mundial y como respuesta tras el Holocausto, para garantizar el derecho a la vida y la integridad de cualquier persona que sufra una situación de guerra o persecución en su propio país. Fijó la obligación de todos los Estados firmantes, entre los que se encuentra España, de proteger a quienes huyen.

“Hay que empezar a organizarlo cuanto antes porque cuanto más se alargue la negociación, más gente se quedará en el camino. La sociedad civil está dispuesta a responder, cuando los bosnios fue así y era un momento más difícil. Se puede hacer y vamos a hacerlo, no responder es inhumano”, zanja Sahuquillo.

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