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THE GUARDIAN

De Kabul a la frontera mexicana para cruzar a EEUU: “Para los afganos, todas las puertas están cerradas”

Soldados estadounidenses en la entrada del aeropuerto de Kabul. Imagen de archivo

James Fredrick

Ciudad de México —

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Cuando los talibanes tomaron Kabul, Wali Modaqiq (54) comenzó a llamar a todos los estadounidenses, británicos y ciudadanos de la Unión Europea que había conocido trabajando en proyectos medioambientales. Les suplicaba ayuda para su evacuación y la de su familia.

“Usted no es nuestro empleado directo, así que no podemos ayudarle”, es la respuesta que le dieron. “Pero yo los traía, los llevaba, y les ayudaba a trabajar en Afganistán”, añade. Su trabajo medioambiental junto a ecologistas extranjeros, dice, le ha ganado la enemistad de los talibanes.

Acudiendo a métodos clandestinos y a todos los contactos que tenía, Modaqiq y su familia huyeron primero a Irán y luego a Turquía. Fue allí donde en marzo de 2022 cogieron un vuelo con un destino inusual: Ciudad de México. “Estoy muy agradecido al Gobierno de México porque nos dio una carta de salvoconducto”, dice.

Se suponía que México sería una escala rápida y fácil para la familia antes del viaje al norte como refugiados. Modaqiq no era el único que lo había pensado así. Se estima en miles el número de afganos llegados a México desde agosto de 2021 con la esperanza de pedir asilo en Estados Unidos.

En una soleada mañana de martes, Modaqiq asiste a una clase de español en un centro comunitario de Ciudad de México junto a otros cuatro afganos. Aprenden vocabulario que les ayudará a moverse por la ajetreada ciudad. En el piso superior hay una sala llena de mujeres afganas bordando junto a voluntarias mexicanas.

El Comité Internacional de Rescate (IRC, por sus siglas en inglés) se ha encargado de transformar este modesto edificio de un tranquilo barrio residencial en un centro comunitario para personas como Modaqiq. “Las necesidades de los refugiados de Afganistán superaban con creces la respuesta que se dio [en el programa de evacuación de EEUU]”, afirma Dan Berlin, director del programa de fronteras del IRC en México. “Son decenas de miles, o cientos de miles, las personas cuyas necesidades de protección no fueron satisfechas en los procedimientos de evacuación durante las semanas posteriores a la toma de poder por parte de los talibanes”, dice.

Un centro provisional permanente

El IRC puso en marcha el centro comunitario de Ciudad de México en septiembre de 2021, cuando el Gobierno mexicano ayudó a las empresas estadounidenses de medios de comunicación a evacuar a 289 afganos con los que habían trabajado. Pero el centro ha seguido abierto tras la reubicación en otros países de estas personas, ante un crecimiento exponencial de los llamados “migrantes extracontinentales”, es decir, que no pertenecen a América Latina. “No son solo afganos”, dice Berlin. “Tenemos personas de Rusia, Jamaica, el Congo... Gente de todo el mundo que se mezcla en el mismo espacio”.

Cada día pasan por el centro entre 30 y 50 personas en busca de atención médica y psicológica, clases de idiomas, y asesoramiento sobre la burocracia mexicana. En los albergues para migrantes que hay por todo México, el IRC distribuye folletos en ocho idiomas, con la esperanza de llegar así a los migrantes que se sienten especialmente fuera de lugar.

El Instituto Nacional de Migración de México (INM) detuvo en el año 2022 a 17.450 migrantes procedentes de África y Asia, frente a solo 3.852 en 2021. El año pasado, México concedió 4.355 visados humanitarios para residir temporalmente en México a personas procedentes de África y Asia. En 2021, solo concedió 1.787.

El número creciente de migrantes musulmanes en México es más evidente en la ciudad fronteriza de Tijuana, donde en junio de 2022 abrieron el primer albergue del país para migrantes musulmanes. El centro comunitario IRC ha sido un refugio para personas como Modaqiq y su familia, sin derecho a trabajar o a estudiar en México.

Modaqiq, que presentó hace 18 meses su solicitud de asilo en Estados Unidos, nunca imaginó que pasarían más de un año en México. Es uno de los cientos de miles de afganos que han quedado en el limbo, a la espera de saber si les permitirán entrar en Estados Unidos, donde las solicitudes de reasentamiento superan con creces las previsiones de la Casa Blanca.

Estar al lado de Estados Unidos no ha sido tan beneficioso como esperaba Modaqiq. Las restricciones sobre la petición de asilo en Estados Unidos han vuelto una opción arriesgada el intento de cruce ilegal junto a su familia. Hay al menos un caso de un afgano solicitante de asilo que fue procesado penalmente por hacerlo.

Más de 100.000 solicitantes

Modaqiq prueba todos los días con la muy criticada aplicación para teléfonos CBP One. Desarrollada por la Oficina de Aduanas y Protección de Fronteras de Estados Unidos, es la herramienta que los solicitantes de asilo deben emplear para pedir una entrevista con las autoridades que evalúan su petición. Como los más de 100.000 solicitantes de asilo que hay en México, Modaqiq se levanta de madrugada para tratar de conseguir una de las 750 plazas que se abren todos los días. Lleva intentándolo desde enero sin éxito.

“De alguna manera, todas las puertas están cerradas para los afganos”, dice Modaqiq. “No sé por qué, pero si uno ve la crisis ucraniana, y no digo que sea algo malo, a los ucranianos se les abren todas las puertas y fronteras; no es el caso de los afganos”.

A pesar de que en EEUU hay programas especiales de reasentamiento para los afganos, los que tratan de cruzar desde México no se distinguen de la multitud de solicitantes de asilo de países como Honduras, Venezuela y Haití que son rechazados en la frontera estadounidense. Desde agosto de 2021, 1.477 afganos han sido detenidos por el INM, organismo responsable de la muerte de 40 centroamericanos y sudamericanos por el incendio de uno de sus centros migratorios el 28 de marzo.

A medida que pasa el tiempo, Modaqiq se siente cada vez más fuera de lugar en México. “No puedo mantener a mis hijos aislados de su religión, de su comunidad, de su cultura”, dice.

La megalópolis de Ciudad de México solo tiene una minúscula población musulmana y una pequeña mezquita. La comida halal es difícil de encontrar y Modaqiq dice que su mujer y sus hijas no pasan mucho tiempo en la calle, incómodas por las miradas extrañas que reciben por llevar hiyab y hablar darí. Confía en que, en Estados Unidos, puedan conectar con las comunidades afganas y musulmanas, pero empieza a sentirse desesperado.

Cuando Modaqiq voló junto a su familia sobre el océano Atlántico para acabar a solo una frontera del sueño del reasentamiento en Estados Unidos, pensó que lo difícil ya había pasado. Nunca imaginó que su solicitud de refugio pudiera ser denegada o que seguiría esperando en México más de un año después. “No tengo un plan alternativo”, dice.

Traducido por Francisco de Zárate.

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