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Migrantes subsaharianos que huyen de Túnez a Europa: “No es un lugar seguro. Hay un racismo extremo”

MSF en sus labores de rescate de una embarcación que partió de las costas de Túnez, durante los días 15 y 16 de julio.

Víctor Ibáñez

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“Todos vinimos a Túnez pensando que podríamos tener algo mejor para nuestra familia. Sin embargo, aquí no podemos. Ni trabajar ni respirar. Aquí no somos bien recibidos. Ni siquiera lo ocultan”, dice Fátima*, migrante subsahariana de 32 años, rescatada por Médicos Sin Fronteras (MSF) en aguas del Mediterráneo por el barco de esta ONG.

Sus palabras reflejan la realidad vivida por miles de personas en Túnez, adonde llegan huyendo de la pobreza, los conflictos o la persecución en países del África subsahariana. Pero Túnez también se ha convertido en un territorio hostil para los migrantes, que buscan una vida mejor allí o esperan cruzar el Mediterráneo para alcanzar las costas europeas.

El país norteafricano se ha convertido en el principal punto de partida de los que intentan llegar a Europa a través de la ruta del Mediterráneo central, superando a Libia. En los primeros seis meses de 2023, el 53% de las personas que llegaron a Italia vía mar embarcaron en Túnez, el doble que en el mismo periodo del año anterior. MSF ha recogido los testimonios de esos migrantes que sufrieron torturas, abusos, detenciones arbitrarias, expulsiones al desierto y ataques racistas en el país árabe, donde desde febrero las autoridades han fomentado un discurso de odio contra los negros.

Acuerdo de Túnez con la UE

Fátima fue una de las 421 personas rescatadas en el Mediterráneo central por el barco de MSF, Geo Barents, entre el 15 y 16 de julio de 2023. Dos días en los que los equipos de la ONG realizaron once operaciones consecutivas de rescate, debido a la gran cantidad de embarcaciones que partían desde Sfax (Túnez). Esos mismos días, la UE y el país norteafricano firmaban un acuerdo millonario para frenar la inmigración.

“Dicho acuerdo amparará con impunidad y sistematizará la violencia contra los migrantes en Túnez, y convierte a la UE en cómplice de sus muertes y abusos. Estas políticas migratorias irresponsables ponen en último lugar el bienestar y los derechos de las personas en movimiento y las atrapan en ciclos de violencia, abuso y desesperación”, denuncia en un comunicado Juan Matías Gil, coordinador general de Operaciones en el Mediterráneo de MSF.

El acuerdo ha sido cuestionado por la Defensora del Pueblo de la UE debido a la falta de garantías sobre los derechos humanos y también por varios estados miembros y los grupos políticos de la izquierda. Sin embargo, Bruselas desbloqueó el viernes 127 millones de euros “en apoyo de la aplicación del Memorándum de Entendimiento (ME) sobre una asociación estratégica y global entre la UE y Túnez”. De ese monto, 60 millones corresponden a programas que ya estaban en marcha mientras que el resto irán destinados al control migratorio: 24,7 millones ya aparecían en programas de 2022 y 42 millones forman parte de un paquete de 105 millones incluido en el memorando.

“Este nuevo paquete proporcionará el reequipamiento de buques de búsqueda y rescate, vehículos y otros equipos para la guardia costera y la marina tunecinas, la protección de los migrantes en Túnez en cooperación con el CDHNU y el retorno y la reintegración desde Túnez a los países de origen, en cooperación con la OIM. También está previsto el suministro de nuevas embarcaciones, cámaras térmicas y otras ayudas operativas, junto con la formación necesaria”, según un comunicado de la Comisión Europea.

La asociación de la UE con Túnez ha seguido adelante a pesar de las violaciones de los derechos humanos e, incluso, de las expulsiones de cientos de migrantes y su abandono en el desierto en las fronteras con Argelia o Libia, donde muchos de ellos fallecieron por deshidratación en verano. La foto de Matyla Dosso y su hija de seis años muertas sobre la arena del Sáhara dio la vuelta al mundo y puso cara a las consecuencias de las políticas racistas del presidente tunecino, Kais Said.

“Vinieron con machetes”

“Antes de que hablara el presidente, Túnez ya estaba mal. Cuando habló diciendo que los negros tenían que volver [a su país], todo empeoró”, explica Fátima, refiriéndose a las palabras pronunciadas por Said el 21 de febrero. En un discurso incendiario y racista, el mandatario afirmó que la migración irregular procedente del África subsahariana tenía como objetivo cambiar la identidad de Túnez, lo cual provocó una ola de ataques por parte de los propios ciudadanos y también campañas de arrestos de las fuerzas de seguridad.

Achille, rescatado en julio por MSF, recuerda la sensación de que algo iba mal, a la mañana siguiente de que Said pronunciara su discurso. Cuando cogió el autobús para ir a trabajar, no vio a otros africanos negros. “En un momento dado, alguien del autobús golpea mi teléfono contra el suelo y empieza a pegarme mientras la policía, que estaba cerca, no hacía nada. Me sacaron a rastras del autobús y siguieron golpeándome por la calle y algunos me apuñalaron con un destornillador”, cuenta a la ONG.

“Fue la población la que nos desalojó de nuestra casa en Sfax. Vinieron con machetes; empezaron a romper las puertas, a golpear, a asaltar las casas. Para ver si había dinero. Empezaron a tirar nuestros colchones para ver si teníamos dinero escondido. Lo dejamos todo”, recuerda una mujer de 34 años rescatada por el Geo Barents en julio.

Entre el desierto y el mar                      

Entre el desierto del Sáhara y el mar Mediterráneo, sólo queda la violencia para los migrantes subsaharianos y la deshumanización en Túnez. “Túnez es otro mundo. Cuando caminas, la gente te escupe. Se tapan la nariz como si olieras mal. El negro allí no tiene ningún valor. Los animales son más respetados”, dice una mujer de 32 años a MSF.

Expulsados al desierto y perseguidos dentro del país, muchas personas sólo tienen la opción de cruzar el Mediterráneo. Pero ni en el mar consiguen escapar de la violencia. “En abril fue mi tercer intento. Estábamos sólo a seis kilómetros de la orilla […] y había pescadores. Vinieron y nos detuvieron por la fuerza. Intentaron quitarnos el motor. Permanecimos cuatro días en el agua. Íbamos a la deriva. El agua nos arrastraba. Los pescadores se llevaron el motor para venderlo”, recuerda un joven de 16 años rescatado por la ONG.

En los primeros meses de 2023, los hospitales, tanatorios y cementerios de Túnez no daban abasto debido al gran número de migrantes que naufragaron al intentaban cruzar el Mediterráneo. A principios de mayo, más de 300 cadáveres llegaron a las costas tunecinas, sólo en la región de Sfax. Sin embargo, el peligro que acecha en el mar parece ser la única vía de escape de la violencia en tierra de Túnez.

Achille lo tiene claro: “Túnez no es un lugar seguro para las personas negras”. “A todos mis hermanos negros les desaconsejo encarecidamente que vayan a Túnez. No es un lugar seguro. Hay un racismo extremo. Nunca fue mi intención cruzar el mar. Jamás. Para mí cruzar el mar era un riesgo enorme”.

Otro migrante afirma a MSF que prefiere arriesgarse a perecer en el Mediterráneo: “Prefiero morir en el mar que volver a Túnez. Todo es difícil allí. La policía no nos deja [en paz], los tunecinos no nos dejan [en paz]”.

*Nombre ficticio para proteger la identidad de la persona.

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